TONI PADILLA. ATLAS DE UNA PASIÓN ESFÉRICA
Hola, buenas tardes. Bienvenidos una semana más a Todos los libros un libro, el espacio de recomendaciones de lectura de Radio Universidad de Salamanca. Mañana, día 14 de junio, empieza el Mundial de fútbol de Rusia, la vigésimo primera edición de unos campeonatos que, desde hace décadas, concitan la atención de millones de personas en el mundo entero. Y es que el fútbol es un fenómeno de repercusión universal que, más allá de su actual condición de espectáculo global, de las desmesuradas cantidades de dinero que mueve, de sus extraordinarias implicaciones de toda índole, no sólo deportiva, sino también sociológica, económica, política, filosófica y hasta religiosa, toca también -por no se sabe qué extraña conjunción de factores, presentes de manera sorprendente en todas las culturas- una vertiente íntima de las gentes, quizá más noble y genuina que las ya citadas, y que se vincula con el placer infantil del juego, con los sueños, las promesas, las aspiraciones y las ilusiones -de realización, de éxito, de reconocimiento- que todos albergamos, con ciertos valores -esfuerzo, superación, sacrificio, entrega, ejemplaridad, abnegación, respeto, dignidad, compromiso, espíritu de equipo, compañerismo, responsabilidad, conciencia y reivindicación de la propia identidad, heroísmo incluso- que constituyen un estímulo en nuestras vidas y en los que cualquier persona aspira a reconocerse, e igualmente con una serie de emociones -pasión, ardor, entusiasmo, también padecimiento o agonía- que nos transportan y nos hacen olvidar durante la corta duración de un partido lo anodino de nuestras existencias cotidianas, para escapar de las cuales el fútbol se ofrece así como un refugio privilegiado de experiencias intensas (aunque sean vicarias).
Yo, ni que decir tiene, soy aficionado -no forofo, no hincha, mucho menos hooligan- al fútbol desde que con seis años mi padre me llevaba cada quince días al vigués estadio de Balaídos para ver jugar al Celta y, muy a menudo, como corolario natural de ese hecho, a sufrir con su por entonces más bien discreta trayectoria deportiva.
Estas tres circunstancias, la inminente celebración del campeonato mundial, el indudable cúmulo de referencias, implicaciones y vínculos a los que el fútbol se abre -su formidable incidencia y su condición metafórica-, y mi nostálgica evocación de aquellos inolvidables días de la infancia, renovada semana a semana con cada nuevo encuentro -ahora ya sólo a través de la televisión- de mi equipo favorito, coinciden en este momento e inducen mi voluntad de que mis próximas propuestas de lectura -la de hoy y las de las dos semanas de junio que nos restan- se centren en libros que, desde enfoques y perspectivas diferentes, tienen al deporte rey como protagonista indiscutible.
En el caso de esta tarde os traigo un libro muy interesante, escrito por Toni Padilla, periodista deportivo catalán, titulado Atlas de una pasión esférica. La obra, publicada en una muy cuidada edición que incluye espléndidas ilustraciones de Pep Boatella, se presentó el pasado 2017 en el sello geoPlaneta, muy centrado en textos relacionados con los viajes -siempre poco convencionales-, los lugares del mundo -a menudo los más insólitos y desconocidos- y los recorridos por paisajes y territorios algo excéntricos - muchas veces simbólicos o meramente literarios.
Lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol. La muy citada reflexión de Albert Camus, que a principios de la década de los treinta del siglo pasado fue portero de fútbol en su Argel natal antes de que, con apenas diecisiete años, una tuberculosis lo apartara para siempre de los campos de deporte y permitiera -¡bendita enfermedad!- su entrega a la literatura, sirve de inspiración a un libro que conecta, precisamente, con todo ese universo de principios, de valores, de connotaciones morales, políticas, sociales y filosóficas que el fútbol encierra, apelando, pues, a esa cualidad metafórica a la que ya me he referido: “el fútbol como escuela de vida”. En treinta y cuatro breves capítulos, cada uno de ellos acompañado de su correspondiente lámina ilustrativa, se presentan otras tantas “viñetas” que recogen anécdotas reales, obviamente vinculadas con el fútbol, protagonizadas por distintos personajes -los más, anónimos o desconocidos, aunque algunos figuras destacadas y relevantes en el mundo del balompié-, que aparecen así “fijados” en momentos determinados de su vidas en los que su entrega al deporte rey permite iluminar un acontecimiento histórico, explicar determinados hechos de la sociedad de su tiempo, o revelar, de manera literal o simbólica, alguna verdad profunda sobre la esencia del alma humana. Organizado en seis secciones, una por continente más un apartado final dedicado a la Antártida, el volumen -de muy cuidada edición, formalmente muy bella y de manejo muy agradable-, recoge, tras un sucinto y esclarecedor prólogo del propio autor que os dejo como cierre a mi reseña, cinco historias “ambientadas” en África, nueve en América, seis en Asia, once en Europa, dos en Oceanía y el ya referido apartado postrero sobre el gélido territorio austral, en un completo periplo por toda la geografía del planeta que hace, sin duda, honor al título del libro: Atlas de una pasión esférica.
Ante la evidente imposibilidad de glosar aquí todos los relatos, siempre emotivos y conmovedores, me limitaré a comentaros ahora algunos de los más destacados, además de invitaros a mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, Buscando leones en las nubes, en el que, desde el lunes próximo y coincidiendo con la celebración del campeonato mundial, os ofreceré durante cuatro semanas otras tantas emisiones centradas en sendos capítulos del libro. Comenzando por el apartado centrado en África, en Presidente Gandhi Padilla nos da a conocer la relación del líder hindú con el fútbol, que ya en su etapa como abogado joven en Sudáfrica utilizó como instrumento para la lucha por la igualdad de derechos, creando tres clubes, en Inanda, Pretoria y Johanesburgo, con un mismo nombre, Passive Resisters Soccer Club, Club de Fútbol de los Resistentes Pasivos. Las peripecias de Luciano Vassallo, un mestizo hijo de un italiano y una eritrea, el mejor centrocampista de Etiopía, que vivió una existencia complicada en lo deportivo y lo personal con guerras, cárceles y exilios, para acabar su vida en Roma, entrenando a niños y reparando coches, se nos cuenta en El capitán odiado por todos. Ilunga Mwepu, jugador del Congo, protagoniza El defensa que quería ser expulsado, pues, en efecto, en el mundial de 1974, en Alemania, Mwepu, que defendía los colores de su país, llamado entonces Zaire por el capricho del dictador Mobutu, buscó con fruición la tarjeta roja, con la doble intención de protestar contra la explotación a la que sometía a los jugadores su corrupta Federación y evitar la temible reacción de su presidente que los había amenazado gravemente si perdían por más de cinco goles en el partido de despedida del mundial, con Brasil de rival. Su último intento, en el que acabó lanzando, ante la perplejidad de propios y extraños, una falta que se había señalado en su contra y a favor del equipo brasileño, no le permitió tampoco lograr su objetivo, pues solo vio la cartulina amarilla, pasando a la historia, entre la incomprensión y la burla generales, como hilarante y equivocado ejemplo de lo rudimentario y primitivo del fútbol africano. Conmovedor es el relato Los goleadores sin botas, que gira sobre la figura de Bonor Kargbo, joven víctima de la guerra civil en Sierra Leona. Bonor, junto con otros muchos chicos que perdieron sus piernas por la explosión de las minas en la brutal contienda, llegó a jugar y a ganar, representando a su país, la primera edición de la Copa de África para amputados, una iniciativa que revela los meritorios esfuerzos llevados a cabo no solo por las víctimas de la barbarie sino también por un puñado de voluntarios comprometidos con proyectos solidarios y planes de integración de jóvenes mutilados en país del Golfo de Guinea.
El vasto continente americano es también el escenario de narraciones emocionantes y en algún caso desgarradoras. El suicidio de un jugador uruguayo, que con sólo veinticinco años se quitó la vida en mitad del césped del estadio del club de sus sueños, una muerte que, para la interpretación de sus aficionados, cargada de connotaciones de leyenda, se debió al amor que el joven profesaba a sus “colores”, inspira El irracional amor a una camiseta. En Ojos verdes, rizos africanos, se glosa la figura de Arthur Friedenreich, hijo de un muy blanco alemán y una negra brasileña, que intentó despuntar en el fútbol al margen de los prejuicios raciales de la sociedad paulista del primer cuarto del siglo XX. Muy emotivo es también Mexicanos con chapela, un capítulo en el que entramos en contacto con un grupo de futbolistas vascos -bastantes de ellos con una trayectoria significativa en las competiciones españolas previas a la guerra civil: Lángara, Regueiro- que lograron mantener tras ella su modo de vida, formando parte en un equipo de exiliados -el Euzkadi- en el México de Lázaro Cárdenas, el muy hospitalario para con los derrotados republicanos españoles presidente mexicano. El nostálgico equipo llegaría incluso a ganar la liga del país azteca. Igualmente sugerentes y evocadores, llenos de referencias y connotaciones políticas y sociales son El secuestro de Alfredo Di Stéfano, que reconstruye sucintamente el surrealista rapto sufrido por la figura argentino española en 1963; La corbata roja, con el protagonismo de otro futbolista -éste chileno- que también jugó en la liga española, Carlos Caszely, y su oposición, discreta pero contundente, a la dictadura impuesta por Pinochet en su país; Jugar con rastas, en el que aparece la conocida afición al fútbol de Bob Marley; El pescador que obró milagros, que narra la historia de Tin Ruiz, destacado jugador de fútbol playa salvadoreño, que desde su humilde poblado pescador de La Pirraya acabó por convertirse en el mayor goleador en partidos oficiales del intenso y agotador deporte playero; Volver, con una muy tierna historia sobre los aficionados del San Lorenzo de Almagro argentino que lograron, con su lucha tenaz e indesmayable, recuperar para el equipo los terrenos en que se ubicaba su viejo estadio del Gasómetro, “expropiados” de manera irregular para albergar un anodino centro de Carrefour; o la empecinada odisea de Carla Werden, presentada en Un certificado médico para ser campeonas, quien no se arredró por la injustificada exigencia de las autoridades deportivas norteamericanas -¡¡en 1979!!- de que las aspirantes a futbolistas presentaran un certificado médico que acreditara que sus órganos reproductores no resultarían dañados por la práctica deportiva. La chica acabaría por ganar varios campeonatos del mundo con su país y se retiraría con más de ciento sesenta partidos oficiales en su exitoso currículo.
Asia tiene también su espacio en este Atlas de una pasión esférica, con un puñado de historias ambientadas en Corea -en un relato, Los futbolistas bautizados dos veces, que narra, con un fondo futbolístico, las consecuencias del ancestral enfrentamiento entre el país coreano y Japón-; el propio país del sol naciente -escenario de la apasionante experiencia de Kazu Miura, el jugador más veterano de todos los tiempos en marcar un gol como profesional, a sus voluntariosos cincuenta años-; Bangladés -en un cuento, La selección que nació antes que su país, que enlaza el fútbol con la política, a partir de las andanzas de Saidur Rahman Patel, luchador por la independencia de su país y jugador del Bangladés Independiente FC-; China, en donde se sitúa la crónica de la vida del futbolista Zhao Junzhe, que descendía de la familia del último emperador; o Irak, en donde el clima de terror impuesto por el tirano Saddam Hussein, enmarca En el nombre de la hermana, la historia de Basil Gorgis, que aprovecha sus éxitos deportivos para intentar liberar -infructuosamente- a su hermana, detenida y finalmente ejecutada por el sanguinario régimen del dictador sunita.
Pero es en el continente europeo, lugar de nacimiento del fútbol y zona geográfica en que también se ha desarrollado de manera más organizada y profesional, en el que se recogen las anécdotas, las semblanzas y los sucesos de mayor hondura personal y de significación cercana a la leyenda. Los partidos improvisados en el frente de batalla entre contendientes enemigos, en los raros momentos de tregua -en la Navidad de 1914- en la primera guerra mundial, recordados en Soldados con sonrisas de niño; las chicas de Dick, Kerr & Co, la fábrica británica de balas, que sustituyeron a los hombres movilizados, también durante la Gran Guerra, no sólo en las líneas de producción sino también en los campos de juego, emotivas protagonistas de Las invencibles de Preston; las dificultades de los futbolistas en los equipos del régimen, el Spartak, el Dinamo, el CSKA, en la Rusia staliniana, glosadas en Dormir con el hijo del enemigo; el coraje de Leo Horn, El árbitro más valiente del mundo, imposibilitado de ejercer su profesión por su condición de judío y heroico combatiente de la resistencia contra los nazis en su Holanda natal; El partido de la muerte, celebrado en Kiev en 1942 entre soldados nazis y prisioneros de guerra ucranianos, cuyo relato se ha transmitido desde entonces convertido en leyenda, en una versión, en la que el resultado del encuentro conducía a la libertad o la muerte, que la investigación de Toni Padilla revela inventada o, al menos, no del todo cierta; las brutales consecuencias de la guerra de los Balcanes y el encomiable arrojo del soñador Pedrag Pašić, internacional del equipo de la antigua Yugoslavia y creador y sostenedor, sin desmayo y contra todo obstáculo, de una escuela de fútbol para niños en el Sarajevo permanentemente bombardeado y devastado por el enfrentamiento étnico, una escuela que acogía a chicos serbios, croatas, bosnios, de cualquier origen y condición, a los que se les exigía, como únicos requisitos para su participación, hablar solo de deporte y considerar a cualquier compañero como un hermano, en un relato enternecedor, Esperanza bajo las bombas; la delirante historia de Christos, sacerdote ortodoxo griego y fan acérrimo del PAOK de Salónica, llamado al orden por su arzobispo al ser identificado en una retransmisión televisiva en las gradas del estadio de su equipo, saltando enloquecido entre los hinchas mientras cantaba enfervorizado una canción en la que deseaba la muerte a los seguidores del club rival, el Aris.
Y ya en Oceanía, sorprende el itinerario deportivo y personal de Jaiyah Saelua, un fa’afafine de Samoa con una acentuada vocación por el fútbol. Fa’afafine, en la lengua local, designa a personas biológicamente masculinos, pero que asumen los roles femeninos en su trato social. Saelua sería la primera persona transgénero en ser internacional, obligada, no obstante, por la FIFA a jugar con nombre masculino; Johnny Saelua, se haría llamar. El episodio futbolístico ambientado, por extraño que parezca, en la Antártida, es el muy conocido de los partidos que organizaba Ernest Shackleton, en su frustrada pero humanamente exitosa expedición de 1914, cuando, atrapados entre el hielo de las enormes placas glaciares, se veía obligado a levantar la moral de sus hombres en contiendas futbolísticas a muchos grados bajo cero -Jugar en una prisión de hielo, se titula el capítulo- de las que quedan interesantes testimonios fotográficos.
En fin, sugestivo libro este Atlas de una pasión esférica, que podrán disfrutar no sólo los aficionados al fútbol sino cualquier lector que quiera aprender, emocionarse, vibrar y conocer a una serie de seres humanos formidables que encontraron en el deporte rey un modo de trascender a su prosaica y común biografía convencional.
De entre la muy nutrida muestra de canciones que hablan de fútbol, os dejo ahora con un ejemplo africano, continente en el que nuestro deporte invitado constituye una auténtica pasión. Del legendario músico congoleño Pepe Kallé os ofrezco su clásico Roger Milla, un tema de ritmo irresistible en el que se glosan las hazañas del equipo de Camerún, encabezado por su capitán, cuyo nombre da título a la pieza, en el Mundial de Italia en 1990, una participación de recuerdo inolvidable para los aficionados al fútbol.
En julio de 1969, El Salvador y Honduras se enfrentaron en un conflicto bélico que no duró más de 100 horas. El periodista polaco Ryszard Kapuściński, que cubría aquel incidente, lo bautizó en un artículo como “La guerra del fútbol”. Kapuściński, quien antes de viajar con una cámara y una libreta por todo el planeta había sido portero juvenil del Legia de Varsovia, usó este título porque el conflicto había estallado poco después de una eliminatoria entre las dos selecciones que acabó con incidentes. El nombre hizo fortuna, pero acabó llevando a engaño; durante muchos años, en Europa se pensó que dos países habían ido a la guerra por culpa de un partido de fútbol. En verdad, el partido había sido la mecha que prendió un polvorín geopolítico que venía de lejos, con tensiones en la frontera y movimientos migratorios.
La pelota siempre ha estado ahí. En tierra de nadie, en casa de todos. Nunca protagonista del todo, aunque siempre presente. El fútbol no ha provocado guerras ni grandes cambios políticos, aunque ha sido una herramienta en manos de dictadores, una ventana abierta para gente oprimida, un campo de batalla para combatir discriminaciones por raza, sexo o ideología. Y una forma de expresión para quienes no podían pagarse estudios, pero sí podían patear una pelota. Pese a ser un lenguaje universal que permite poner de acuerdo, o en desacuerdo, a personas con lenguas y culturas diferentes, el fútbol suele ser marginado de los trabajos históricos. Durante mis años en la facultad de Historia, descubrí tratados en que la música, el arte o, cómo no, la religión y la política, eran usados para interpretar acontecimientos históricos. Con el fútbol no sucedía lo mismo, aunque, cuando rascabas un poco, descubrías que una pelota fue clave en las treguas de la Primera Guerra Mundial, volvió aún más loco a más de un dictador africano o provocó la muerte de muchas personas.
El fútbol se ha convertido en un símbolo de nuestros tiempos. Ningún deporte mueve tantas pasiones, tanto dinero y a tanta gente. Pocos rincones del planeta se han sustraído a la pasión por este viejo juego que fue reglamentado por los británicos, grandes responsables de su éxito. El fútbol, menospreciado por muchos intelectuales que no toleran su popularidad, y maltratado por los que sí lo valoran y lo usan en su provecho, también es una forma de viajar por los libros de historia y los mapas del mundo. Nada mejor que un atlas, pues. Y con la mejor de las compañías: las maravillosas ilustraciones de Pep Boatella, para descubrir, con una sonrisa, como la de los niños y niñas cuando marcan su primer gol, algunas de las historias que nos cuentan por qué esta es una de las grandes pasiones del planeta. Un planeta con forma de balón.
Toni Padilla. Atlas de una pasión esférica
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