Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

JULIO CORTÁZAR. CUENTOS COMPLETOS

Hola, buenos días o buenas tardes si nos seguís en la redifusión de los viernes. Bienvenidos a Todos los libros un libro. Hoy empezamos, plenamente, de verdad, con nuestro espacio, la semana pasada me limité a contaros los rasgos generales del programa, no se trató, en realidad más que de un anticipo; pero hoy no, hoy voy a presentar el primer libro de los muchos que, semana a semana, os iré ofreciendo, aquí, en Radio Universidad de Salamanca.

Y como estamos ante un programa inaugural, he elegido un libro que puede servir como ejemplo paradigmático, como muestra representativa de lo que va a ser nuestra emisión a lo largo de las próximas semanas. Se trata de los Cuentos completos de Julio Cortázar, aparecidos por primera vez en 1994, reunidos en dos tomos por la Editorial Alfaguara, aunque su extraordinario éxito comercial ha provocado una sucesión constante de reediciones posteriores, estando además publicados bajo otros formatos, en antologías varias, en ediciones de bolsillo, en concreto en Alianza Editorial.

Quiero aclararos de entrada, muy brevemente -ya sabéis que sólo disponemos de diez minutos, música incluida-, algunas razones por las que he escogido esta obra para empezar la presente temporada de Todos los libros un libro. En primer lugar, y tal como os conté hace siete días, porque a Julio Cortázar debemos el título de nuestro programa. Uno de los cuentos que recoge la colección que hoy os presento, uno de los más conocidos y mejores cuentos de Cortázar, se llama Todos los fuegos el fuego, un título al que de manera obvia y sin ningún tipo de disimulo remite nuestro Todos los libros un libro.

Además, los cuentos del genial escritor argentino son especialmente radiofónicos, y algunos de ellos han sido objeto de emisiones a través de este medio en ámbitos muy distintos y países diversos. Y ya veréis, permitidme que me atreva a este pronóstico inmodesto, cómo el relato que hoy voy a leeros va a interesaros y va a “sonar” muy bien aquí a través de las ondas.

Pero es que además Julio Cortázar es una gran figura de la literatura del siglo XX, un escritor de una calidad excelente, y sobre todo uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos de todos los tiempos; es, por lo tanto, un referente literario de primer orden, que va a suponer, sin duda, una muy apropiada, una magnífica puerta de entrada a nuestras emisiones.

Y como este espacio, este Todos los libros un libro es muy corto y no tengo tiempo para casi nada, y como, además, siempre prefiero que hable el texto de referencia más que la torpe voz de este presentador, paso a leeros un cuento muy breve de Julio Cortázar contenido en esta colección de sus Cuentos Completos, publicados por Editorial Alfaguara. Continuidad de los parques se llama el cuento, y contiene gran parte de los rasgos característicos de los relatos cortazarianos: la idea de excepcionalidad, es decir, de una cierta suspensión de la realidad provocada por la inmersión que hace el autor, y que su maestría es capaz de inducir en el lector, en un territorio inicialmente conocido, pero transformado a través de la narración en un espacio distinto, con tintes oníricos y surreales; la noción de apertura, de proyección de la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que trasciende la anécdota o la historia relatada; la concentración, la capacidad de condensar en pocas páginas toneladas de significatividad, por decirlo así, a partir de hechos triviales o rutinariamente cotidianos: el simple acto de ponerse un jersey, el habitual regalo de un reloj de pulsera, el descenso diario a las entrañas del metro se convierten en los cuentos de Cortázar en atisbos de la esencia misma de la condición humana; la intensidad, la eliminación de los elementos superfluos; el humor muy sutil pero omnipresente; el misterio, la sorpresa, el giro final inesperado y revelador, la esclarecedora vuelta de tuerca que desconcierta e ilumina, que casi siempre provoca un choque intelectual y, por ello, nos abre la conciencia.

En fin, siento que este comentario sobre la obra cuentística de Cortázar deba acabar así, de un modo tan escueto y superficial, pero quiero dejaros íntegro Continuidad de los parques, su espléndido cuento incluido en los dos tomos de Cuentos completos publicados por Alfaguara. Con él nos despedimos hasta la semana que viene, no sin antes mencionar que tras la lectura del relato escucharéis Fine and mellow, una maravilla de Lester Young y Billie Holiday, tan queridos del escritor argentino. Hasta dentro de siete días.

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles.

Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles.

Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir.

Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Apostilla sólo para el blog (recordad que el texto precedente es la transcripción literal de mis palabras en la radio, sin retoques posteriores; no tengo tiempo para reelaboraciones): siempre he pensado en Magritte y en el cuadro que acompaña esta entrada, La condición humana, como el correlato pictórico de Continuidad de los parques. Espero que disfrutéis de ambos.



1 comentario:

Anónimo dijo...

http://blogs.elpais.com/juan_cruz/2010/12/la-vuelta-al-d%C3%ADa-en-ochenta-mundos.html