Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 20 de septiembre de 2017

ANDREW SEAN GREER. HISTORIA DE UN MATRIMONIO

Hola, buenas tardes. Bienvenidos a Todos los libros un libro. Hoy os traigo una estupenda novela, muy interesante y original pero de la que os confieso sin reparo que me va a resultar muy difícil y costoso haceros la reseña. Quizá debiera limitarme a deciros, leed Historia de un matrimonio, escrita por Andrew Sean Greer y publicada por la Editorial Salamandra el pasado 2009 en traducción de Ana Mª de la Fuente. Es un libro excelente, he disfrutado extraordinariamente leyéndolo y creo que mi experiencia puede ser compartida por aquellos de vosotros que os decidáis a adquirirlo y degustar sus páginas. Como veis, estoy refiriéndome, indirectamente, a que creo que en este caso sólo cabe una opinión subjetiva, en la que, en el fondo, os hable de mí, de mi interés por el libro, más que referirme a las virtudes del texto. Y quizá os preguntaréis qué es lo que hace tan complicado el que yo pueda hablaros durante unos minutos de este libro y aconsejaros su lectura, cuál es el obstáculo que impide que hoy, a diferencia de las anteriores recomendaciones -y ya sobrepasamos ampliamente las trescientas en nuestros ya largos años de contacto con la audiencia salmantina-, pueda haceros, en pocas palabras, una breve semblanza del libro, de su trama, de sus personajes, de los aspectos que me parecen más significativos y con los que podréis, quizá, disfrutar; es decir, por qué veo ardua la posibilidad de hacer un comentario ‘objetivo’ de la novela, un comentario que se adentre en ella y vaya más allá de mis propias sensaciones al leerla.

El problema, si podemos llamar así a lo que no es más que una dificultad en el fondo subsanable, es que el elemento decisivo del libro, la clave última de esta Historia de un matrimonio, reside en una información trascendental, tanto que cambia nuestra percepción de la historia que hasta ese momento estábamos leyendo, en un suceso que sólo tiene lugar en la página sesenta del libro. La historia del matrimonio que cuenta Andrew Greer hasta ese momento es una, y a partir de la sorprendente revelación de la página sesenta, resulta ser otra diametralmente opuesta. Y entenderéis que no puedo permitirme, sin provocar un daño irreparable a la posible lectura que vayáis a hacer de la novela, desvelar ese dato fundamental. De manera que mi dilema en este momento es qué es lo que puedo contaros para, por un lado, interesaros suficientemente en el libro, que es magnífico, sin desvelar su podríamos llamar ‘misterio fundacional’.

Veamos. Pearlie Ash es una joven que, en 1953, vive en el este de los Estados Unidos ocupada de su marido, Holland Cook, un también joven profesional, un hombre apuesto con el que se ha casado a su vuelta de la reciente guerra mundial. Un retorno, el de Holland, que tiene lugar entre algunas difusas secuelas físicas y psicológicas. Su esposa cuida de él y del hijo de ambos en su hogar burgués situado en Ocean Beach, una zona residencial de San Francisco. Un San Francisco, un país entero, que crece empujado por el poderoso impulso de los soldados que volvían del frente, deseosos de iniciar una nueva vida. La existencia en la vivienda familiar respira placidez y armonía, hasta que, inopinadamente, la llegada de un desconocido, que resultará ser Buzz, un antiguo amigo de Holland durante la contienda, alterará para siempre la pacífica vida del matrimonio. Escribe la narradora, la propia Pearlie, Holland Cook me besaba al marcharse por la mañana a las ocho y luego por la tarde al llegar a casa a las seis, algo tan bonito y regular como las fases de la luna. Yo sacaba el hielo para sus bebidas de nuestro ruidoso frigorífico, tendía su ropa y planchaba nuestro mundo dejándolo muy liso y almidonado. Él me tomaba la mano y me sonreía con la ternura de un viejo enamorado, mientras yo le devolvía la sonrisa. Si embargo, nada de aquello era real. Tras la revelación de Buzz, nuestros movimientos eran como los de los autómatas cuando se echa la moneda en la ranura. O mejor, como los de los personajes de un sueño.

Historia de un matrimonio da cuenta, a través de la historia de esta pareja, de los enigmas que siempre encierran las relaciones personales, de la multitud de capas que encontramos tras la rutinaria apariencia de la trivial normalidad, e indaga con reveladora lucidez en los insondables misterios de la naturaleza humana. Pero hay también una dimensión externa o pública en la novela, más allá de la penetración fascinante en los abismos de nuestra última intimidad. Hay una descripción magnífica del Estados Unidos de los años cincuenta, con el fondo casi documental de la guerra de Corea, de los problemas raciales, de la paranoia maccarthysta.

En fin, una novela excelente esta Historia de un matrimonio de Andrew Sean Greer, publicada por la Editorial Salamandra. No dejéis de leerla. Os dejo ahora, para finalizar esta algo inusual reseña, el sugerente inicio del libro. También, la estupenda versión que hace Diana Krall del clásico de Billy Joel, Just the way you are, que describe una relación bastante más plácida que la reflejada en la novela.


Creemos conocer a quienes amamos.

Al marido, a la esposa. Los conocemos, somos ellos; a veces, por separado en una fiesta, nos sorprendemos expresando sus opiniones, sus preferencias respecto a comida o libros, contando una anécdota que no nos sucedió a nosotros sino a ellos. Observamos su manera característica de hablar, conducir y vestirse; cómo acercan el terrón de azúcar al café y lo ven pasar de blanco a marrón y entonces, satisfechos, lo dejan caer en la taza. Observaba cómo mi marido hacía eso mismo todas las mañanas; era una esposa atenta.

Creemos conocerlos. Y amarlos. Pero lo que amamos resulta ser una mala traducción, hecha por nosotros, de un idioma que apenas dominamos. Con ella tratamos de llegar al original, aunque jamás lo conseguimos. Lo hemos visto todo. Pero ¿qué hemos entendido de verdad?

Una mañana despertamos. Junto a nosotros duerme ese cuerpo familiar; en cierto modo, un desconocido. A mí me ocurrió en 1953, el día que vi en mi casa a una criatura que, por una especie de hechizo, de mi marido sólo conservaba la cara.

Será, quizá, que un matrimonio no puede verse. Que es como esos grandes cuerpos celestes, invisibles al ojo humano y que sólo se localizan por su gravedad, por la atracción que ejercen en todo lo que les rodea. Así lo imagino. Y me digo que he de mirar cuanto hay alrededor, las historias ocultas, las partes que no se ven, para que al fin se revele lo que se halla en el centro, gravitando como una estrella oscura.

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