Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 20 de abril de 2016

JORGE CARRIÓN. LIBRERÍAS
 
Sobre los libros como objetos, como cosas, sobre las librerías como restos arqueológicos o traperías o archivos que se resisten a revelarnos el conocimiento que poseen, que se niegan por su propia naturaleza a ocupar el lugar en la historia de la cultura que les corresponde, sobre su condición a menudo contra-espacial, opuesta a una gestión política del espacio en términos nacionales o estatales, sobre la importancia de la herencia, sobre la erosión del pasado, sobre la memoria y los libros, sobre el patrimonio inmaterial y su concreción en materiales que tienden a descomponerse, sobre la Librería y la Biblioteca como Jano Bifronte o almas gemelas, sobre la censura siempre policial, sobre los espacios apátridas, sobre la librería como café y como hogar más allá de los puntos cardinales, el Este y el Oeste, Oriente y Occidente, sobre las vidas y las obras de los libreros, sedentarios o errantes, aislados o miembros de una misma tradición, sobre la tensión entre lo único y lo serial, sobre el poder del encuentro en un contexto libresco y su erotismo, sexo latente, sobre la lectura como obsesión y como locura pero también como pulsión inconsciente o como negocio, con sus correspondientes problemas de gestión y sus abusos laborales, sobre los tantos centros y las infinitas periferias, sobre el mundo como librería y la librería como mundo, sobre la ironía y la solemnidad, sobre la historia de todos los libros y sobre libros concretos, con nombres y apellidos en sus solapas, de papel y de píxeles, sobre las librerías universales y mis librerías particulares: sobre todo eso versará este libro, que hasta hace poco estaba en una librería o una biblioteca o la estantería de un amigo y que ahora pertenece, aunque sea provisionalmente, lector, a tu propia biblioteca.
 
Hola, buenas tardes, bienvenidos a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca en el que semanalmente os ofrezco una sugerencia de lectura, que elijo siempre en función de su calidad e interés objetivos, entre la infinidad de publicaciones que invaden, desbordantes, los anaqueles de las librerías. Mi propuesta de hoy viene anclada -como ocurre en no pocas ocasiones en nuestro programa- a distintos acontecimientos de nuestra más cercana actualidad.
 
Como nuestros oyentes salmantinos -y presumiblemente bastantes de los foráneos- sabéis, en estas últimas semanas se ha producido el cierre definitivo -sus últimos coletazos se han prolongado durante algunos meses- de la librería Cervantes, un monumento de la cultura de la ciudad, con ochenta años de historia a sus espaldas, ocho décadas siendo una referencia inexcusable del universo libresco de Salamanca. Con ocasión de la triste “defunción” de Cervantes he querido llevar a cabo distintas iniciativas radiofónicas -coincidentes además con estas fechas cercanas al 23 de abril, Día del Libro- que tienen a los libros y las librerías como protagonistas.
 
Así, anteayer, el pasado 18 de abril, tuvo lugar una edición especial de mi otro programa en Radio Universidad, Buscando leones en las nubes, emitida en directo desde la Casa de las Conchas en colaboración con su Biblioteca, con participación de diversos libreros de la ciudad. Igualmente, el próximo 16 de mayo volverá a emitirse otro programa desde la misma sede, también en directo, aunque en esta ocasión bajo la estructura de debate, que girará sobre el futuro del libro y las librerías, tanto desde un punto de vista general como desde un planteamiento más local y centrado en la realidad de nuestra población. Cuatro representantes de otras tantas librerías salamantinas protagonizarán la mesa redonda, que moderaré yo mismo y a la que desde aquí os invito ilusionadamente.
 
Y compartiendo este espíritu de homenaje a Cervantes (también al autor, de cuya muerte se cumplen ahora los cuatrocientos años, quién puede no estar al corriente) y de celebración del indispensable papel de las librerías, os propongo ahora la lectura de un libro, un formidable libro, al que pertenece el significativo preámbulo con el que he abierto el programa y que constituye un inteligente, lúcido y exhaustivo análisis, un estudio apasionado y muy interesante, entregado y a la vez desmitificador, del universo de las librerías. Con ese título, precisamente, Librerías, presentó en 2013 Jorge Carrión un magnífico ensayo que fue finalista ese año del Premio Anagrama, editorial en que vio la luz.
 
El propósito confesado de la obra de Carrión es llevar a cabo un recorrido más o menos cronológico, pero también geográfico, sociológico e histórico por el fascinante universo de las librerías. A partir del comentario de algunos cuentos con los libros como protagonistas, que se presentan al inicio y que funcionan como metáfora del universo que va a abordarse en el ensayo -Mendel el de los libros, de Stefan Zweig, y La biblioteca de Babel, El aleph o, sobre todo, Funes el memorioso, de Jorge Luis Borges-, Carrión asume su condición de “turista cultural” (Al día siguiente visité Gleebooks y estampé uno de los primeros sellos de mi pasaporte invisible, que en aquella época (mediados de 2002) tenía un sentido, digamos, transcendente para mí, peregrinaba a las librerías, a los cementerios, a los cafés, a los museos, templos de la cultura moderna que adoraba todavía. Como se habrá adivinado ya a estas alturas del ensayo, hace tiempo que asumí mi condición de turista cultural o de metaviajero y que dejé de creer en pasaportes invisibles. La metáfora, no obstante, me parece bastante adecuada y, en el caso de los amantes de las librerías, serviría para enmascarar una pulsión fetichista y sobre todo consumista, un vicio que a veces se parece demasiado al síndrome de Diógenes) y se pasea por infinidad de librerías del mundo entero, pasadas y, la mayor parte, todavía existentes, dándonos cuenta de sus peculiaridades mientras intercala sustanciosas reflexiones propias (Cada librería condensa el mundo), textos ajenos, citas literarias, notas eruditas, anécdotas de escritores, infinidad de esclarecedores datos (En Nueva York, donde en los años de posguerra había 330 librerías, ya sólo quedan actualmente 30) y curiosidades varias, en torno a un tema central que abarca los libros y las librerías, la lectura y los libreros, los lectores y las bibliotecas, consciente el autor de que la historia de las librerías (…) sólo puede relatarse a partir del álbum de postales y de fotos del mapa situacionista, del puente provisional entre los establecimientos desaparecidos, y los que todavía existen, de ciertos fragmentos literarios; del ensayo. Se trata, pues, de un ambicioso proyecto de cuya magnitud dan cuenta la abundante bibliografía aportada, las interesantes secciones de webgrafía y filmografía, las numerosas referencias recogidas en el extenso índice onomástico final y la profusión de establecimientos visitados en su al parecer inagotable periplo por las librerías de los cinco continentes.
 
En su estudio afloran distintas tipologías de librerías: las clásicas, en Grecia o Roma, la librería oriental, las librerías literarias, las librerías de viaje, las más antiguas del mundo, las políticas, las de cine, recreadas -inventadas a veces- en películas, las citadas en los libros, las librerías de los ferrocarriles, las cadenas de librerías, los pueblos librería (Hay-on-Wye como paradigma de un fenómeno que crece exponencialmente), la mitificación de las librerías, las librerías y el ideal romántico del amor, las librerías míticas de América -de este a oeste (de Nueva York a San Francisco), y de norte a sur (de Ontario a Santiago de Chile)-, las librerías del fin del mundo (Sudáfrica y Australia y la Patagonia), las legendarias librerías de París, las librerías de urgencia, las de paso (aeropuertos, trenes), las librerías espectáculo (las de arquitectura prodigiosa, las que albergan galerías de arte), las librerías cotidianas (los quioscos de la infancia, los cafés, las exposiciones o los conciertos en librerías, la ciudad como librería, los paseos con pausas entre rimeros de libros), las librerías virtuales, la librería del siglo XXI, las del futuro.
 
Y salpicando el texto -y protagonizando en muchos casos el estudio y los análisis- decenas de comentarios sobre librerías concretas, de las que no me resisto a ofrecer aquí un sucinto elenco de las más destacadas, citadas “por orden de aparición” en el libro: Green Apple Books de San Francisco, La Ballena Blanca en la Mérida venezolana, Robinson Crusoe 389 en Estambul, La Lupa de Montevideo, L’écume des Pages en París, The Book Lounge de Ciudad del Cabo, Eterna Cadencia de Buenos Aires, Literanta de Palma de Mallorca, Librería del Pensativo de Ciudad de Guatemala, Ler Devagar de Lisboa, El Péndulo de Ciudad de México, 10 Corso Como de Milán, Ulyssus en Gerona, Altaïr en Barcelona, Desnivel en Madrid, Foyles y Stanfords en Londres, Daunt Books por toda Inglaterra, Aux Vieux Campeur a lo largo de Francia, Lello en Oporto, City Lights o Books Ink. en San Francisco, Bertrand en Lisboa, la más antigua del mundo, Books Arcade, Ianos o Politeia o Kauffman en Atenas, la cadena Waterstone’s, la Librería de Ávila de Buenos Aires, Bozzi en Génova, la más antigua de Italia, Shakespeare & Co, la legendaria librería de París, La Reduta de Bratislava, la Karl Marx Buckhandlung de Berlín Oriental y la Autorenbuchhandlung de Berlín Occidental, la cadena Xinhua china, la Librería del Sur venezolana, la Universal de Miami, la biblioteca inmaterial e infinita de Jemaa el Fna de Marrakech y la Librairie Papeterie de Mll. El Ghazzali Amal, también en Marrakech, la Librairie des Colonnes en Tánger, el Bazar de los Libros de Estambul, la Madbouly de El Cairo, la Sefer Ve Sefel y Tamir Books, de Jerusalén, Libro Books de Tokio, Bookmall de Shanghái, Strand, otra librería mitológica, en Nueva York, World’s Biggest Bookstore en Ontario, Prairie Lights, en Iowa, Powell’s City of Books, en Portland, la Travel Book Company o la Embryo Concepts, entre otras muchas existentes sólo en la ficción cinematográfica, Leonardo da Vinci en Río de Janeiro, la Rebeca Nodier o la del Sótano o la Orozco o la Horacio o la Milton o El Laberinto o El Callejón de los Milagros o Inframundo, entre decenas en México D.F., La Gran Pulpería del Libro, en Caracas, El Burrito Blanco, de Montevideo, El Virrey de Lima, en la capital peruana, Libros Prólogo, en Santiago de Chile, La Librairie-Galerie La Hune, en París, Barnes & Noble o Hudson por todo Estados Unidos, Hachette en Francia, Wheeler and Co, con decenas de establecimientos a lo largo de la India, Chapters y Fnac, Borders y Amazon, hoy ya en todo el mundo, Gleeboks en Sidney, The Long Street Antique Arcade en Ciudad del Cabo, Acqua Alta en Venecia, Laie en Barcelona, La Maison des Amis del Livres en París, Another Country en Berlín, la Boekhandel Selexyz Dominicanen, de Maastricht, la Ateneo Grand Splendid o Clásica y Moderna o Guadalquivir, todas de Buenos Aires, La Central, tanto la originaria de Barcelona como su más reciente filial en Madrid, la del Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá, The Last Bookstore de Los Ángeles, Cook & Book de Bruselas, Bookworm en Pekín, Bookábar en Roma, El Buscón en Caracas, Angus & Robertson en Sidney, la Colonnese de Nápoles, la Librería de los Escritores, de Moscú, la Mundo, de Barranquilla, la Rayuela, en La Habana, la Universitaria de Santiago de Chile e infinidad de otras más, decenas de emplazamientos en todo el mundo en los que se lleva a cabo, día a día, el mágico ritual del descubrimiento de los libros que tanto necesitamos los amantes de la lectura.
 
Cierro aquí esta reseña con un tema musical que no habla estrictamente de librerías sino de bibliotecas, y además indirectamente, pues el protagonismo recae en una guapa bibliotecaria, aunque Librarian, de My Morning Jacket, es una canción espléndida. Espero que la disfrutéis junto con este magnífico Librerías de Jorge Carrión que hoy os he recomendado.
 
 
Durante los primeros meses de 2013 he visto cómo una librería casi centenaria se convertía en un McDonald's. La metáfora es obvia, por supuesto, pero no por ello resulta menos contundente. Muy probablemente, la Catalònia, que abrió sus puertas en las inmediaciones de la plaza de Cataluña en 1924, no haya sido la primera librería que se convierte en un local de comida rápida; pero sí es la única de esas metamorfosis que he presenciado. Durante unos tres años, por las mañanas pasaba por la puerta de vidrio y a veces entraba a echar un vistazo, a comprar algún libro, a realizar alguna consulta, hasta que de pronto las persianas ya no volvieron a ser levantadas y alguien colgó un cartel precario, un folio apenas.
 
Día a día fui testigo de la desaparición de los libros, las estanterías vacías, el polvo, ese polvo que es el gran enemigo de los libros, unos libros que ya no estaban, que sólo eran el fantasma, el recuerdo, cada vez más el olvido de unos libros que un miércoles ni siquiera tenían ya anaqueles en que existir, porque el local fue vaciado, se llenó de obreros que desarticularon los estantes y las góndolas y lo llenaron todo de taladros y de ruido, ese ruido que tanto me sorprendió durante semanas, porque durante años, cuando pasaba por la misma puerta, lo que emanaba de ella era silencio y limpieza, y ahora una polvareda surgía de ella, carretas cargadas de escombro, de ruina, la progresiva transformación de la promesa de la lectura, del negocio de la lectura, en la ingestión de proteínas y de azúcares, el negocio de la comida rápida.
 

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