Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 22 de febrero de 2017

WALLACE STEGNER. EN LUGAR SEGURO

Hola, buenas tardes. Os confieso así, de entrada, que pocas veces la recomendación que semanalmente os hago desde aquí, desde Todos los libros un libro, en Radio Universidad de Salamanca, me resulta tan sencilla como la de esta tarde. Porque hoy quiero aconsejaros la lectura de una novela espléndida, llena de emoción, conmovedora. Una novela que, si os decidís a leerla, os dejará huella, dejará en vosotros una impronta difícil de borrar, pues se trata, más allá de sus valores literarios, que los tiene y muy destacados, de un libro que recoge como pocos la vida, la vida humana con sus alegrías y sus frustraciones, con sus muchos motivos para la felicidad y sus, desgraciadamente, irrebatibles argumentos para la tristeza. Se trata de En lugar seguro, el primer libro editado en España, han llegado otros, de su autor, el hasta hace poco para mí desconocido, Wallace Stegner. La novela se publicó, con traducción de Fernando González, en la ejemplar editorial Libros del Asteroide, precedida de un breve aunque sustancioso prólogo del escritor Ricardo Menéndez Salmón.

En lugar seguro cuenta la historia de dos matrimonios, los Morgan, Larry y Sally, y los Lang, Sid y Charity, desde que se conocen, a finales de la década de los treinta del pasado siglo, en medio de la Gran Depresión norteamericana, hasta 1972, año en el que, por razones que no querría desvelar, la fuerte unión, el indisoluble grupo que han formado a lo largo de tres décadas y media va a separarse inexorable y definitivamente. El relato es narrado por Larry Morgan, que da cuenta retrospectivamente de los acontecimientos vividos, algunos en común, otros de modo exclusivo por él y su pareja, durante esos más de treinta años, aunque en el libro hay capítulos en los que Larry transcribe experiencias no presenciadas directamente, en primera persona, sino relatadas o recordadas ante él por otros personajes. De hecho, en al menos un magnífico episodio del libro, la acción se adelanta incluso hasta los orígenes de la relación del matrimonio amigo, los fascinantes Sid y Charity Lang, cuyo fulminante enamoramiento y su no menos apasionada e intensa promesa de matrimonio tienen lugar, siendo ellos muy jóvenes, algunos años antes del encuentro con los Morgan, en Battell Pond, el escenario paradisíaco, el lugar seguro al que no sólo metafóricamente apunta el título de la novela.

Cuando este encuentro tiene lugar, cuando se conocen, Sid y Larry comparten como profesores universitarios parecidos afanes e idénticos sinsabores académicos en la Universidad de Wisconsin. A su vez, Sally y Charity están esperando un hijo, el primero para Sally, el tercero ya para la deslumbrante Charity. Ambas circunstancias, y sobre todo el poderoso encantamiento y la capacidad de seducción que ejercen sobre su entorno la luminosa belleza y la elegancia inocente, la estimulante alegría y la refinada educación, la amplia cultura y la enorme riqueza espiritual de los Lang convierten a los cuatro amigos en inseparables, en una amistad que llegará a durar toda la vida.

En el camino, en los muchos años de los que la narración de Larry Morgan nos informa, se alternarán lealtades y desacuerdos, alegrías y desgracias, sueños realizados y afanes por alcanzar, etapas de convivencia y largas temporadas de distanciamiento, ocasiones para la exaltación y ligeros desencuentros, pero esa amistad, la auténtica protagonista de la obra, perdurará, inquebrantable, transformando a sus protagonistas.

Por la novela, profundamente conmovedora, discurren todas las emociones humanas, el amor, la lealtad, la tristeza, el dolor, la nostalgia, la ilusión, el deseo, la ternura, la generosidad, la frustración, la entrega, el sufrimiento, la melancolía, la pasión, la amargura y tantas otras. Estamos ante cuatro personajes absolutamente magníficos, sobrehumanos, en cierto sentido, pues a mi juicio participan de ciertas formas de perfección inalcanzable. Pero por otro lado, como se resalta en el fragmento con el que os dejo como cierre a esta reseña, son gentes sencillas, individuos normales, sin especiales pretensiones, sin ambiciones extravagantes, personas excelentes quizá por su vivencia extraordinaria de una existencia relativamente común. Sin embargo, lo que los magnifica, hasta el punto de dejar en nosotros un recuerdo imborrable, es su entusiasmo, su voluntad decidida de trascender, podríamos decir, la mediocre realidad, su inquebrantable convicción, su fe en la vida, su deseo de convertir su paso sobre la tierra en la ocasión para una experiencia mejor, más digna, memorable, más plena y fecunda, grandiosamente humana. El caos es la ley de la naturaleza; el orden es el sueño del hombre, es el principio inspirador que se recoge en una cita del libro. Y conscientes de ello, los personajes de la novela luchan lúcidamente por imponer un orden bellísimo y feliz al terrible y destructor caos consustancial a nuestra naturaleza. Y casi todos lo logran. Cuando al término del libro, el narrador, trasunto del propio autor, se pregunta por todos los amigos, por todos los conocidos, por todos los allegados con los que coincidió en su aventura vital, imagina su destino, su futuro, su legado -qué habrá sido de ellos, dice-, y resume en una frase el espíritu del libro dejándonos a nosotros, los lectores, un motivo esencial de reflexión para nuestras vidas: Confío en habrán hecho algo más que sobrevivir. Confío en que habrán encontrado maneras para imponer algún tipo de orden en su caos.

No deberíais perderos este En lugar seguro, una novela excepcional de Wallace Stegner publicada por Libros del Asteroide, de la cual os dejo ahora un significativo texto en el que, como digo, se encierran algunas de sus claves.

Para ilustrar musicalmente una obra que gira sobre la amistad, he elegido un clásico, You’ve got a friend, en la interpretación que hacen su creadora, una Carole King que acaba de cumplir 75 años y a la que he dedicado un programa de homenaje en Buscando leones en las nubes, mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, y que podéis volver a escuchar en su blog: buscandoleonesenlasnubes.blogspot.com.  En esta ocasión, King acompaña al piano al igualmente espléndido James Taylor.


¿Cómo hacer un libro que cualquiera quiera leer a partir de unas vidas tan apacibles como éstas? ¿Dónde están las cosas de que se incautaron los novelistas y esperan los lectores? ¿Dónde está la vida de lujos y despilfarros ostentosos, la violencia, el sexo retorcido, los deseos de muerte? ¿Dónde están las infelicidades de barrio residencial, las promiscuidades, los divorcios convulsos, el alcohol, las drogas, los fines de semana perdidos? ¿Dónde los odios, las ambiciones políticas, la sed de poder? ¿Dónde la velocidad, el ruido, la fealdad, todo lo que nos hace quienes somos y nos hace reconocernos en la literatura?

Las personas de las que estamos hablando son vestigios de tiempos más tranquilos. Han sabido comprar paz y distanciarse de la fealdad industrial. Viven parte del año tras las paredes de una universidad y en una floresta el resto de él. Su inteligencia y su tradición civilizada les protegen de la mayoría de las tentaciones, indiscreciones, vulgaridades y errores apasionados que nos atosigan y perturban a casi todos nosotros. Fascinan a sus hijos por lo decentes, lo refinados, lo clementes y comprensivos y cultivados y benevolentes que son. Y desconciertan a sus hijos porque a pesar de todo lo que tienen y son, a pesar de que a los ojos de muchos son una pareja ideal, los encuentran remotos, poco fiables, ásperos incluso. Y se han perdido algo, y lo demuestran.

¿Por qué? Porque son quienes son. ¿Por qué son tan irremediablemente quienes son? Pregunta sin respuesta, quizás imposible de responder. En casi cuarenta años ninguno de los dos ha sido capaz de cambiar al otro ni tanto así como un signo de puntuación.

Otra consideración, ésta personal y turbadora. Soy amigo suyo. Los respeto y los quiero a los dos. Aún más, nuestras vidas han estado tan enlazadas entre sí que no podría escribir sobre ellos sin escribir igualmente sobre mi mujer y sobre mí. Me pregunto si podría recrear a cualquiera de nosotros sin que mis retratos quedasen afectados de compasión o de autocompasión. La amicitiae es una corriente cristalina. Un exceso de piedad puede hacerla imbebible.

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