Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 2 de mayo de 2018

JOSÉ LUJÁN ALCARAZ. EL DERECHO DEL TRABAJO EN EL CINE. EL DERECHO DEL TRABAJO EN LA LITERATURA

Hola, buenas tardes. Bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro, el espacio de recomendaciones de lectura de Radio Universidad de Salamanca. Esta semana os traigo un par de propuestas vinculadas, como bastantes otras veces en nuestro programa, a la actualidad más inmediata.

Y es que, como todos sabéis, ayer, 1 de mayo, se celebró el Día internacional del trabajo -o de los trabajadores, en su denominación más exacta- que, con distintas consideraciones y en una aceptación más tardía en algunos países que en otros, lleva conmemorándose en todo el mundo desde hace más de un siglo como recordatorio de las siempre justas reivindicaciones de obreros y asalariados. Con ocasión de esta festividad, arraigada también en nuestro país desde hace décadas, he querido que mi sugerencia de esta tarde gire sobre el mundo del trabajo, sobre los derechos de los trabajadores, sobre la compleja realidad laboral en un mundo tan cambiante como el que vivimos, a partir de un par de libros muy interesantes aunque -es obligado el aviso previo para quienes, tras esta reseña, pudierais pensar en leerlos- planteados desde un enfoque algo técnico, si bien este carácter académico y hasta científico no los hace menos accesibles a cualquier lector convencional con una cultura básica y, eso sí, una mínima preocupación por profundizar en la importante dimensión laboral de nuestras vidas.

Os presento, pues, dos libros misceláneos, que ya desde sus títulos, inequívocos, dejan a las claras su propósito y sus planteamientos, sus pretensiones y su enfoque. El Derecho del trabajo en el cine y El Derecho del trabajo en la literatura son dos volúmenes, publicados, en 2015 y 2017 respectivamente, por la murciana editorial Laborum, especializada en textos jurídicos en general y iuslaboralistas en particular, que recogen, cada uno de ellos, una cuarentena de artículos, escritos, sobre todo, por profesores de Derecho del Trabajo de distintas universidades españolas y que giran sobre la presencia en películas y obras literarias de los principales temas de esa dinámica rama jurídica.

Antes de analizar en detalle y por separado ambos libros (que más allá de su evidente interés intrínseco presentan notables deficiencias formales, como un cierto desmaño en la redacción y abundantes errores ortográficos y de tipografía), quiero adelantar algunas notas sobre lo que tienen en común: la iniciativa que ha propiciado su publicación, los expertos intervinientes y las características principales de sus respectivas ediciones.

El cine y la literatura rebosan de informaciones sumamente precisas acerca de los niveles de vida y fortuna de los diferentes grupos sociales, escribe Thomas Piketty en su exitoso El capital en el siglo XXI, en cita recogida en el prólogo del primero de los dos libros. En efecto, el mundo del trabajo, de los conflictos sociales, de los padecimientos y las luchas de los trabajadores, de, en definitiva, las relaciones laborales, ha estado, desde siempre, muy presente tanto en el cine como en la ficción novelística y hasta en la creación poética. Y ese hecho, por lo demás bien conocido no sólo por los especialistas sino por cualquier amante de ambas artes, literaria y fílmica, es el desencadenante que propicia la elaboración y presentación de los dos títulos de los que esta tarde os hablo.

Así, un grupo de expertos en Derecho laboral nucleado en torno a Antonio Vicente Sempere Navarro, catedrático de la especialidad en la Universidad Rey Juan Carlos y actualmente Magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, viene reuniéndose desde hace años en el seno de los Encuentros Interuniversitarios de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, proyecto del que es promotor el multifacético catedrático. En las jornadas que en cerca de veinte ocasiones se han celebrado -siempre en lugares con un encanto natural que permite complementar la sesuda y a veces árida actividad intelectual: Jarandilla, Jaca, Altea, Mecina Fondales, El Escorial, Leyre, San Leonardo de Yagüe y tantos otros preciosos pueblos de atractivos entornos- se reúnen personas de todas las categorías docentes (profesores de las Universidades de Murcia, Politécnica de Cartagena, Alicante, León, Navarra, Zaragoza, Jaume I de Castellón, Extremadura, Santiago de Compostela, Granada, Oviedo, San Pablo-CEU, Rey Juan Carlos, Complutense, Carlos III, Castilla-la Mancha, entre otras), de ámbitos judiciales, forenses, sindicales o empresariales, para examinar en profundidad diferentes asuntos relativos a su dominio profesional, en ponencias, comunicaciones, análisis, estudios y trabajos varios que, más adelante, se reúnen en obras colectivas, de las que estos El Derecho del trabajo en el cine y El Derecho del trabajo en la literatura que centran ahora mi interés son ejemplos destacados.


Dada la procedencia “intelectual” y la adscripción académica de los autores, resulta inevitable -como ya he anticipado- que el enfoque desde el que se redactan los textos sea forzosamente jurídico y teñido, por tanto, de un cierto grado de complejidad -en el léxico, en las referencias normativas, en las categorías teóricas manejadas, en las fuentes que se utilizan y citan, en la visión última de los temas- que hacen a los dos libros especialmente recomendables -y provechosos y, por tanto, interesantes- para quienes están familiarizados -profesores, abogados, estudiantes de Derecho, operadores jurídicos- con, al menos, los rudimentos de la disciplina iuslaboralista o los entresijos del ordenamiento laboral. Sin embargo, y fundamentalmente porque el mundo del trabajo a todos concierne -distinto hubiera sido el caso si las obras se desenvolvieran entre los tecnicismos del Derecho Procesal o el Administrativo-, las cuestiones por las que discurren las reflexiones de los teóricos e investigadores forman parte de la vida cotidiana de cualquier ciudadano y son, por ello, conocidas -de una u otra forma- por todos: la deshumanización del trabajo, la precariedad en el empleo, el paro y sus consecuencias, los conflictos y las huelgas, la conciliación de la vida laboral y familiar, las desigualdades y discriminaciones en el trabajo, la vulneración de los derechos de los trabajadores, las condiciones laborales y el impacto en ellas de la tecnología, la jornada y el salario, los despidos, la participación y la representación de los trabajadores, los sindicatos, los riesgos laborales y su prevención, la acción protectora de la Seguridad social, el futuro de las pensiones, las nuevas formas de trabajo, los efectos de la globalización sobre las relaciones laborales, la inmigración…

Precisamente por ello -y también por la vocación pedagógica que inspira a casi todos los autores- ambos volúmenes resultan -ya se ha dicho- accesibles a casi cualquier lector y admiten diferentes niveles de lectura: cabe una consulta con efectos meramente informativos; es factible también un uso de los libros como desencadenantes del interés por las películas y las obras literarias reseñadas que provoque su posterior lectura o visionado; pueden utilizarse, igualmente, como guía orientativa en el análisis de las obras citadas; y es pertinente, claro está, su empleo como manuales capaces de aportar pautas para el estudio y, sobre todo, la docencia en las disciplinas afectadas: Derecho del Trabajo, Seguridad Social, Derecho Sindical, Seguridad y Salud en el Trabajo. Desde esa multiplicidad de perspectivas, los libros satisfarán a muy distintos lectores: juristas y docentes, sin duda, pero también amantes del cine o la literatura, así como a quienes muestren interés y curiosidad por la cultura, y, en general, a cualquier persona preocupada por algunas de las grandes cuestiones que condicionarán la vida de la humanidad en las próximas décadas y que tienen que ver con esta vertiente laboral de nuestras sociedades.

En particular, en El Derecho del trabajo en el cine se recogen treinta y ocho breves estudios -de una extensión, cada uno de ellos, de en torno a diez páginas, contando la sinopsis argumental y el comentario en sí- sobre otras tantas películas que, de un modo directo y principal o de manera más secundaria y tangencial, tratan del mundo del trabajo en su metraje. Con un interesante prólogo del Catedrático Emérito de Derecho del Trabajo y actual Magistrado del Tribunal Constitucional, Alfredo Montoya Melgar, y bajo la coordinación de José Luján Alcaraz, profesor de la Universidad de Murcia, y Ángel Arias Domínguez, que lo es en la de Extremadura, en el libro comparecen casi todos los clásicos del cine social, ese “género” cinematográfico que nació con las primeras películas (no se olvide que una de las filmaciones iniciales de los hermanos Lumière, en 1895, fue la Salida de los obreros de la fábrica); además de muchos otros films que no alcanzan dicha categoría -con una sustancial presencia de títulos de la cinematografía española, casi un tercio del total-, analizados con profundidad y rigor técnico-jurídicos pero también con claridad expositiva y afán didáctico por un nutrido grupo de representantes de las instituciones académicas iuslaboralistas de nuestro país.

Siendo imposible dar cuenta de todos los títulos que aparecen en la obra, por citar tan sólo algunos de los más representativos quiero dejar constancia, entre los clásicos, de Metropolis, la anticipadora película de 1927, dirigida por Fritz Lang, de la que Ángel Arias, uno de los coordinadores del volumen, ofrece una interesante visión a propósito del trabajo forzoso y la esclavitud; La ley del silencio, otro hito del cine “laboral” -y no solo-, que dirigió Elia Kazan en 1954 y que presenta numerosos frentes vinculados con la disciplina jurídico laboral, singularmente, el del sindicalismo y temas adyacentes; ¡Qué bello es vivir!, la gran creación de Frank Capra, realizada en 1945, en la que el profesor Fernández Orrico estudia, de un modo original, la figura del trabajador autónomo; las dos obras maestras de John Ford, Las uvas de la ira, de 1940, ya comentada en estas páginas hace años, a partir de la reseña de la novela del mismo título de John Steinbeck, y Qué verde era mi valle, de 1941, ambas con abundante presencia de “categorías” laborales; no podía faltar tampoco Tiempos modernos, una de las mejores películas de la historia del cine, dirigida por Charles Chaplin en 1936 y en la que afloran infinidad de aspectos laborales aún vigentes y oportunos en la actualidad: los efectos de la tecnología en el trabajo, la organización empresarial, la explotación laboral, los agotadores ritmos y tiempos en el trabajo, los riesgos laborales y tantos otros…

En un plano de menor entidad cinematográfica, sin llegar a la maestría de las cintas ya comentadas, destacan también los análisis sobre otras películas estimables, como las tres que se “diseccionan” de Ken Loach, una presencia recurrente -y valiosa- en el cine social: Pan y rosas, de 2000, con la inmigración como tema subyacente, La cuadrilla, de 2001, crítica demoledora de la flexibilización liberal de las relaciones de trabajo, y En un mundo libre, una nueva aproximación, esta vez en 2007, a los problemas laborales de los inmigrantes. También interesan los someros “ensayos” sobre Billy Elliot, La sal de la tierra, En tierra de hombres o Up in the air, dirigidas, respectivamente, por Stephen Daldry en 2000, Herbert J. Biberman en 1954, Niki Caro en 2005 y Jason Reitman en 2009, en los que se tratan asuntos como las huelgas y los conflictos laborales, la siniestralidad en el trabajo y las penosas condiciones de trabajo, el acoso sexual o las reestructuraciones de empresas y la gestión de los despidos.

Y en lo que se refiere a nuestro entorno más inmediato, son reseñables los análisis sobre Síndrome laboral, la película de Sigfrid Monleón, discretamente estrenada en 2004, centrada en el significativo caso Ardystil, el envenenamiento tóxico al que se veían abocadas -en muchos casos con resultado de muerte- las trabajadoras de la industria textil en Alcoy y su comarca, todo un hito -lamentable, por desgracia- en la regulación jurídica de las enfermedades profesionales en España; El corazón de la tierra, que dirigió Antonio Cuadri en 2007, basada en una novela, que ya presenté en este mismo espacio hace años, de Juan Cobos Wilkins, en la que los conflictos laborales y la contaminación medioambiental causada por la imprudente acción de una empresa puntean, con una base histórica comprobable, una trama romántica y sentimental; El Método, dirigida en 2005 por Marcelo Piñeyro, un director argentino para una cinta en la que la obra teatral en la que se basa, parte de la producción y la mayoría de su reparto eran españoles, y en la que un deshumanizado proceso de selección de personal ocupa el núcleo central de su trama; la muy premiada Los Santos inocentes, que dirigió Mario Camus en 1984 sobre la obra homónima de Miguel Delibes, en la que la temática social impregna de manera estremecedora el metraje entero; Los lunes al sol, el indispensable título de Fernando León de Aranoa, que abordó en 2002, de un modo controvertido aunque valiente, las consecuencias humanas de la reconversión industrial; también Smoking Room, de Gual y Wallovits y El efecto Iguazú, de Pere Joan Ventura, ambas de 2002, o la más reciente, 2014, La isla mínima, del realizador Alberto Rodríguez, son objeto de esclarecedores artículos.

El Derecho del trabajo en la literatura sigue una pauta similar a la del volumen centrado en el cine, además de compartir bastantes de sus colaboradores. Con prólogo del propio Antonio Vicente Sempere Navarro, son esta vez Inmaculada Baviera Puig, Francisco Javier Hierro Hierro y el mencionado José Luján Alcaraz, coordinador también del primer proyecto, los responsables de la edición, en la que se repasan cuarenta y una obras literarias desde la ya subrayada perspectiva del Derecho laboral.

El libro recoge una muy variada muestra de textos -novelas en su mayoría- espigados de la literatura de diferentes ámbitos temporales y geográficos, e incluye tanto títulos indiscutiblemente clásicos como otras obras menores o no tan relevantes. En la primera de las categorías se incluyen, entre otras, El proceso y La metamorfosis, de Franz Kafka, de las que los respectivos comentaristas subrayan el tratamiento de la presunción de inocencia -más bien la presunción de culpabilidad- y de las relaciones empresario-patrón, respectivamente; en Germinal, la revolucionaria y sobrecogedora novela de Émile Zola, destaca la fidedigna descripción de las inhumanas condiciones de explotación laboral de los mineros en la Francia de finales del siglo XIX; de Thomas Mann se recogen dos obras mayores, Los Buddenbrook y La montaña mágica, en cuyos análisis se rastrea la presencia del espíritu emprendedor y la empresa familiar, en la primera de ellas, y del tratamiento jurídico laboral de las enfermedades, en particular la tuberculosis, en la segunda; Charles Dickens está representado también por dos novelas magistrales, Oliver Twist, con el Londres victoriano como tétrico escenario del deambular de centenares de niños marginados, víctimas dolorosas del terrible trabajo infantil en los años de la Revolución industrial, y Casa desolada, con altas dosis también de crítica social; puede sorprender la presencia en el listado de Don Quijote de La Mancha, pero el clásico cervantino admite -y ha sido objeto- de infinidad de aproximaciones, como, en este caso, la que se detiene en las peculiaridades laborales de la relación entre el disparatado hidalgo y su escudero.

Hitos literarios son, igualmente, La madre, de Máximo Gorki, Rebelión en la granja, de George Orwell y la ya mencionada, por su vínculo con el cine, Las uvas de la ira, de John Steinbeck, novelas repletas de referencias a las miserables condiciones de vida de los trabajadores y las injusticias sociales. Asimismo ocupan un lugar destacado en la historia de la literatura Utopía, de Tomás Moro, en la que la “construcción” de un nuevo orden social igualitario que suprime las diferencias entre los seres humanos, trabajadores y patrones inclusive, hace innecesario el Derecho del trabajo; Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, ya reseñada en estas páginas, con su tratamiento de la discriminación racial, y El primo Basilio, de Eça de Queiroz, con la destacada presencia del trabajo doméstico.

Distinta consideración, en cuanto a valores literarios se refiere, tienen la interesante El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, la notable La tregua, de Mario Benedetti, o la desternillante La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, novelas en las que la lucidez y la capacidad de penetración intelectual de los expertos responsables de sus comentarios detectan la presencia de la movilidad funcional y geográfica, el trabajo autónomo, el servicio doméstico, las horas extraordinarias o los ascensos, entre otras instituciones laborales.

Ya para terminar, y en el ámbito de la literatura española, sobresalen Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester; Miau, de Benito Pérez Galdós; La colmena, del Premio Nobel Camilo José Cela; La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza; dos novelas de Delibes, Las ratas y la ya citada, por su traslación cinematográfica, Los santos inocentes; y, más reciente en el tiempo, La mano invisible, de Isaac Rosa, de la que hace unos años os presenté aquí su reseña. En los capítulos en los que se analizan, llama la atención, de nuevo, la agudeza de sus autores, que encuentra en estas novelas valiosas literariamente motivos para serlo también desde el punto de vista del Derecho Laboral: el movimiento obrero, la prestación de servicios para las Administraciones públicas, la merma de derechos sociales, la huelga, el trabajo infantil, el ejercicio de los derechos fundamentales en el trabajo o la alienación laboral, entre otros muchos.

En fin, son abundantes, como veis, los motivos para acercarse con gozo a estos dos estimulantes libros, El Derecho del trabajo en el cine y El Derecho del trabajo en la literatura, publicados por Ediciones Laborum en 2015 y 2017, respectivamente. Os dejo, como cierre a mi comentario, con un fragmento del primero de ellos, un breve texto extraído del análisis que hace Belén de Mar López Insúa, de la Universidad de Granada, sobre la película Pan y rosas. En mi transcripción me he tomado la libertad de corregir los numerosos fallos de concordancia, de redacción, de sintaxis y tipográficos, impropios de una publicación vinculada al ámbito académico.

La ilustración musical de mi reseña la pone una canción relacionada con esta misma película: Bread and roses, la versión musical que hace Judy Collins de un estremecedor poema de James Oppenheim que inspira la cinta de Ken Loach.

La ciudad de Lawrence (situada en el Estado de Massachusetts en EEUU) constituyó a mediados del siglo XIX el centro fabril del sector textil de un grupo de empresas que, con la finalidad de abaratar los costes salariales, contrataron a personal especializado procedente de Rusia, Europa oriental y países árabes. La introducción de maquinaria en las industrias, talleres y fábricas textiles provocó que, alrededor del año 1905, apenas hubiera personal especializado por lo que se comenzaron a contratar, a bajo coste, a trabajadores emigrantes de distintas nacionalidades. La mayoría eran mujeres inmigrantes que vivían en barracones que eran propiedad de la empresa.

En este contexto, las condiciones laborales a las que se encontraba sometida la clase trabajadora eran extenuantes: jornadas interminables que provocaron un gran número de accidentes laborales, salarios insuficientes para poder sobrevivir (los trabajadores compraban sus víveres y mercancías en tiendas y economatos de las mismas empresas) y condiciones de trabajo inhumanas. Esta situación provoca que miles de trabajadoras acudan a la huelga como medida de presión frente a las deplorables condiciones de trabajo a las que se encontraban sometidas. Como antecedente, cabe destacar la marcha que el 8 de marzo de 1857 tuvo lugar en la ciudad de Nueva York y que fue protagonizada por cientos de mujeres del sector. Estas trabajadoras denunciaban los bajos salarios y las condiciones inhumanas a las que eran sometidas. El lema de la protesta estaba encabezado bajo una idea clave: las manifestantes no se conformaban con el pan sino que reclamaban también las rosas (la dignidad)


Mientras vamos marchando, marchando a través del hermoso día
Un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías
Son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente
Ya que el pueblo nos oye cantar: ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, luchamos también por los hombres
Ya que ellos son hijos de mujeres, y los protegemos maternalmente otra vez
Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte
Los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos
¡dennos pan, pero también dennos rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, innumerables mujeres muertas
Van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan
Sus espíritus fatigados conocieron el pequeño arte y el amor y la belleza
¡Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas!

A medida que vamos marchando, marchando, traemos con nosotras días mejores
El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad
Ya basta del agobio del trabajo y del holgazán: diez que trabajan para que uno repose
¡Queremos compartir las glorias de la vida: pan y rosas, pan y rosas!

Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte
Los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos
¡pan y rosas, pan y rosas!




José Luján Alcaraz (coord.). El Derecho del trabajo en el cine

2 comentarios:

profol dijo...

Enhorabuena por este especial programa con la recomendación de estos dos libros que contribuyen a valorar la integración de la literatura, cine y la música (que añades) en el entorno del trabajo. Es un meritorio ejemplo de emprendimiento cultural.
Muchas gracias.
Mari Carmen López González

Alberto San Segundo dijo...

Gracias, Mª Carmen

Me alegro de que te hayan interesado mis propuestas... Aunque seguro que muchas de las referencias ya las conocías, espero que haya alguna que pueda servirte...

Un abrazo