Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 27 de octubre de 2010


PRESENTACIÓN


Hola, buenos días. Bienvenidos a Todos los libros un libro, un nuevo programa en Radio Universidad de Salamanca que inicia su andadura hoy mismo, en este comienzo de curso 2010-2011. Soy Alberto San Segundo y voy a estar con vosotros todos los miércoles a las diez de la mañana y en redifusión todos los viernes a las cinco y media de la tarde. Todos los libros un libro será, como de manera obvia apunta su título, un programa de literatura, de críticas literarias. No obstante, antes de presentaros el esquema y el planteamiento sobre los que girará la emisión, debo hacer algunas puntualizaciones previas. Acabo de señalar, en mis palabras precedentes, que se trata de un nuevo programa y que su motivo central sería la literatura, y ambas afirmaciones requieren alguna aclaración preliminar.

En primer lugar, se trata, en efecto, de un nuevo programa, pero sólo desde la perspectiva de la radio universitaria. Desde hace cinco años vengo presentando, con este mismo título, una emisión similar en Onda Cero Salamanca, que no abandonaré, pero que a partir de ahora pasará a emitirse simultáneamente aquí, en el 89.0 de las ondas o en www.usal.es/radiouni. Sin embargo, voy a mantener un muy pequeño elemento diferenciador entre ambas emisiones. Quiero recuperar aquí bastantes de los programas que ya han ido saliendo al aire en la emisora privada desde hace un lustro. Con ello, aparte de indicar que no habrá coincidencias entre ambos programas, pues el que ahora comienza mantendrá un ‘desajuste’ de algunos años con el de Onda Cero, ya que iré intercalando emisiones antiguas con algunas más actuales, quiero subrayar sobre todo que mi voluntad no es hablar de libros urgido por la más inmediata actualidad; no es esa mi intención, ni lo fue -ni lo sigue siendo tampoco- en Onda Cero. Mis ocupaciones profesionales me impiden disponer de tiempo para sumarme a la vorágine de novedades que inundan nuestras librerías, con 90.000 nuevos títulos sólo en 2009. Pero es que, además, estoy por principio en contra de esa reverencia absurda que profesamos, todos y en muchos ámbitos, no sólo el literario, a la dictadura de lo novedoso, al falaz prestigio de lo último, ya sea el tramposo brillo del más reciente modelo de teléfono móvil, el engañoso encanto del modernísimo y reluciente televisor de plasma, o la compulsiva y en definitiva estéril necesidad de ‘estar al día’ en literatura, en cine, en música. Detesto, aunque lo padezca, ese estúpido consumismo que si es, a mi juicio, pernicioso en otras esferas de la vida, es simplemente ridículo en cuestiones relativas al espíritu, a la creación humana, a la emoción, a la inteligencia, a los deseos, a los sueños, a los anhelos y las frustraciones, a las esperanzas y las aspiraciones, a los afanes de los hombres -y de todo ello hablamos cuando hablamos de literatura. Al diablo con las novedades, pues, comencemos por extirpar esta pasión mórbida por lo nuevo, como escribía Javier Gomá recientemente en un artículo en El País. Si me seguís semanalmente, podréis escuchar mis recomendaciones de libros editados uno, dos, cinco, diez y hasta veinte años atrás (y ello sin incluir las infrecuentes, aunque notables, referencias a los clásicos). Libros, todos, que he leído personalmente y que, en mayor o menor medida, por uno u otro motivo, han tocado mi sensibilidad, me han emocionado, han provocado mi reflexión, me han conmovido, me han interesado más allá de su presencia en las aceleradas listas de libros más vendidos, caracterizadas inexorablemente por su fugaz y en último término irrelevante existencia.

Por otro lado, y por seguir el hilo de mi imprecisa presentación, debo aclarar el uso de los términos ‘literatura’ o ‘críticas literarias’ para referirme a mis intervenciones en Todos los libros un libro. En una ciudad con varias decenas de catedráticos de literatura, entre Universidad y Secundaria, presentarse, siendo profano en estas lides, como crítico literario sería, desde mi punto de vista, un atrevimiento. No soy filólogo, carezco totalmente de ‘aparato’ científico, infraestructura metodológica, criterios -académicos o no- rigurosos y sólidos para analizar una obra literaria. Mi formación personal está, a priori, alejada de la literatura. Soy Licenciado en Derecho, doy clase de disciplinas vinculadas a la formación laboral y también a la docencia, la educación y la formación de profesores. Soy, en relación a los libros, tan sólo un lector, y ni siquiera un buen lector. Julio Cortázar, con aquella distinción que tanto irritó al feminismo menos inteligente y más romo, hablaba, y acepto que la nomenclatura pueda ser desafortunada, de lectores-macho, aquellos que investigan y ahondan en un texto, que se adentran en él, lo analizan, lo desmenuzan, lo recrean, dialogan de modo activo con el autor, y lectores-hembra, pasivos y dóciles, que se embeben en las historias narradas, que constituyen un húmedo y fértil terreno para que crezca en él la semilla de la narración, que se dejan penetrar por el libro sin ofrecerle demasiada resistencia, que fluyen ciegamente al compás del texto. Pues bien, yo soy un lector-hembra, un mal lector según la lógica cortazariana, nada dotado, por lo tanto, para críticas, análisis, investigaciones o sesudos comentarios. Es por ello que prefiero hablar de reseñas, mejor que de críticas, para referirme a mis recomendaciones semanales en Todos los libros un libro.

El planteamiento es, pues, sencillo. Leo un libro, me gusta, me entusiasma (tiendo a ser benévolo en mis apreciaciones) y vengo aquí a contaros el porqué de ese entusiasmo. Hablaré de los personajes, de la trama, a veces del autor, comentaré su argumento, mencionaré los aspectos del libro que a mi juicio han resultado más relevantes y, sobre todo, intentaré convenceros, con pasión y vehemencia, de las maravillas de las que he disfrutado con su lectura. En consecuencia, y como ya he señalado, nunca hablaré de un libro no leído, tampoco de uno que no me haya interesado siquiera mínimamente.

Mis comentarios serán forzosamente breves, el programa durará exactamente diez minutos, en los que se incluirá siempre la lectura de un fragmento del libro reseñado que tenga interés en sí mismo y que, a la vez, dé cuenta del espíritu esencial de la obra, permita a quien me escuche hacerse una idea cabal, más allá de mis propios comentarios, del libro cuya lectura quiera aconsejar. Además, cada semana, mi recomendación se cerrará con una pieza musical relacionada, de modo frontal y directo o más lateral y alusivo, con el libro presentado. Así, hoy mismo sonará la que será nuestra sintonía de introducción y despedida, Mensagem de amor, una preciosa melodía del brasileño Lucas Santana que en un pasaje, y en el seno de una canción de amor, alude a la conveniencia o, por contra, la inutilidad de la lectura.

Despido ya esta emisión introductoria con dos últimos comentarios. El primero tiene que ver con el título, de claras reminiscencias cortazarianas, imagino que los más letraheridos de vosotros lo habréis apreciado. Julio Cortázar tiene un cuento titulado Todos los fuegos el fuego. Él ha estado en el origen de la denominación del programa. Todos los libros un libro, un libro que representa a todos, toda esa biblioteca infinita que nos rodea, todo ese inmenso e inaccesible universo, mostrado cada semana a través de un libro concreto y particular que, en cierto modo, encierra el alma humana.

Por último, quiero señalar la existencia de un blog del programa -éste que ahora leéis- en el que iré depositando semanalmente las reseñas y las canciones emitidas. Confío en que os apetezca frecuentarlo: todosloslibrosunlibro.blogspot.com. Y aquí termino por hoy. Pasad una buena semana. Hasta el miércoles próximo.