Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 26 de enero de 2011

ANDRÉS TRAPIELLO. LOS CONFINES

Hola, buenos días. Bienvenidos un miércoles más, un viernes si nos seguís en redifusión, a Todos los libros un libro, fiel a su cita semanal con todos vosotros, esa cita en la que queremos ofreceros una recomendación de lectura que pueda resultar de vuestro agrado. Esta semana os traigo una novela, la última publicada, de un autor que me gusta mucho, aunque no tanto por sus novelas comoo por su producción en otros géneros literarios. Se trata de Andrés Trapiello, cuyos diarios, de los que han visto la luz ya dieciséis entregas, os aconsejo, además de recomendároslos formalmente en algún programa futuro, pues son magníficos. Pero Trapiello, además de prolífico, es un escritor con una amplia variedad de registros. Es, sobre todo, poeta, pero ha escrito ensayos, colecciones de artículos, relatos, es también editor, traductor y, como os digo, diarista reconocido y, en cierto modo, de éxito, término relativo donde los haya, y más en este resbaladizo y siempre minoritario territorio de la literatura. Y el escritor leonés es, también, claro, autor de novelas, con un buen puñado de ellas publicadas, la última de las cuales, como os acabo de señalar, es esta Los confines de la que hoy quiero hablaros. Los confines fue editada por Destino un poco antes del verano de 2009.

A la hora de encarar esta reseña se me planteó un problema que quiero trasladaros antes de comentar nada de la novela en la que se centra. Los confines gira sobre un hecho central, sobre una situación principal que es el núcleo y la explicación de toda la obra. Sin embargo, esa circunstancia crucial no se desvela hasta más allá de la página ochenta del libro. Es cierto que todas las críticas, todos los comentarios sobre la novela en revistas y suplementos, en su presentación pública, han mencionado abiertamente ese elemento esencial, por lo que yo estaría también en el derecho, pienso honestamente, de hacerlo así. Pero a la vez, y os anticipo que está será la postura que por fin acabe imponiéndose en mí, estoy persuadido de que hacer la reseña sin hablaros de ese dato, ocultándoos esa información, no sólo es más coherente con lo que creo la voluntad del autor, que si hubiera querido darla a conocer no hubiera esperado ochenta páginas ni la habría obviado en la solapa y en la contracubierta del libro, sino que pienso que mi opción es respetuosa, incluso, con el espíritu de Todos los libros un libro. Entendedme, si yo tuviera que hacer una crítica de la obra, tendría que hablaros necesariamente de ese motivo central, no puede hacerse una crítica académica, literaria, de la novela sin referirse inevitablemente a esa clave argumental y estructural del libro, pues ella es la llave que lo justifica y que lo explica. Pero mi intención, la intención última de Todos los libros un libro es despertar el interés por la lectura, contaros de manera sugestiva y sin destripar la obra reseñada, los encantos y el interés que ésta tiene para un lector convencional. De modo que disculpadme si mis palabras anteriores y el breve comentario sobre la novela que esbozaré a continuación os resultan algo enigmáticos y misteriosos, pero sabed que me mueve en todo momento la noble intención de ponderaros el interés y el atractivo del libro, que lo tienen, y mucho, sin revelaros esa esencia prohibida.

Y he dicho prohibida, y ciertamente es una palabra muy adecuada para referirme a Los confines, pues la novela de Andrés Trapiello, muy distinta, por cierto a todo lo que ha escrito hasta ahora, aunque con ciertos elementos estilísticos reconocibles, es una novela de amor prohibido. Una extraordinaria novela de un amor también extraordinario, un amor que se mueve en los límites, en ‘los confines’ de lo que permiten la convención social, la natural moralidad (si es que algo así existe) del ser humano, los hábitos seculares de la vida de los hombres. Max y Claudia se aman en Los confines, se aman libre, torrencial, conmovedoramente, pero también natural, sencilla y muy tiernamente, y con su amor desafiarán todas las normas sociales, todos los principios, todas las reglas, todas las leyes, divinas y humanas. Ambientada en Madrid y, sobre todo, en una tropical y creo que convincentemente inventada Constanza (una búsqueda en internet me ofrece una Constanza en la República Dominicana y algunos blogs hablan de Colombia, pero creo que se trata de un territorio imaginado), Los confines nos habla del Paraíso perdido, ese Paraíso original, inocente y sin pecado, en el que el amor y la libertad se sitúan en un espacio superior, por encima del bien y del mal. Max y Claudia están casados, destruyen sus respectivos matrimonios por ese amor apasionado e imposible, se convierten en adúlteros y arrostran los juicios hirientes de sus familias y amigos, las censuras de sus compañeros de trabajo, el descrédito, el reproche moral y la condena de la sociedad entera, pero viven su amor hasta el final, sin límites en su particular universo primitivo nacido en esa metáfora del jardín edénico que es la exuberante naturaleza del trópico.

La novela ofrece, más allá de su singular línea argumental, una interesante peculiaridad narrativa, pues quien relata todas las peripecias de la historia, en un ángulo también insólito o al menos no muy común y que, desgraciadamente, tampoco puedo desvelar sin estropearos la novela, es la propia Claudia, una Claudia que todo lo ve, que todo lo escucha, que asiste a todas las conversaciones, a todos los encuentros, una narradora omnisciente desde dentro del propio relato, del que da cuenta con minuciosidad y precisión fidedignas.

En fin, debéis disculparme de nuevo por el carácter parcial y fragmentario de mis comentarios. La constricción que me he impuesto de no daros a conocer ninguno de los elementos esenciales de la trama cuyo conocimiento previo os impediría, quizá, disfrutar de la novela, me ha llevado a estos ‘funambulismos’ algo forzados. Espero, no obstante, que haya logrado despertar en vosotros el interés por una novela formidable, muy entretenida y muy interesante además. Leed Los confines, el último libro de Andrés Trapiello publicado por la editorial Destino. Seguro que lo vais a apreciar de veras. Os dejo, tras la lectura de un fragmento de la novela de Trapiello, con una canción de amor prohibido, Forbidden love, de Madonna. Hasta la semana que viene.

No quiero morirme, Max, te lo aseguro, pero tampoco me da miedo la muerte -llegué a decirle-. He conocido algo que la mayor parte de las mujeres se mueren sin haber sospechado que existía. Todos los que se enamoran alguna vez creen conocer algo único. Yo misma había estado enamorada otras veces, y es verdad que se parecen todas en algo. Sólo lo que me ocurrió contigo no se parece a nada, y no tiene que ver sólo contigo o conmigo. Creo que tiene que ver con el hecho de que este amor nos ha obligado a ir más lejos. Podremos marcharnos de aquí un día, pero allá donde vayamos vendrá con nosotros la idea de que no se puede llegar más lejos, nuestro amor estará sucediendo siempre aquí en Constanza, y esto sí que es el confín, por eso hemos vuelto aquí, por eso estamos solos y por eso somos tanto: nadie puede impedirlo. El horizonte somos nosotros y vendrá siempre con nosotros a donde quiera que vayamos.



miércoles, 19 de enero de 2011

JON MCGREGOR. SI NADIE HABLA DE LAS COSAS QUE IMPORTAN

Hola, buenos días, buenas tardes, bienvenidos un miércoles más, o un viernes para quienes nos oigáis en la redifusión, a Todos los libros un libro. Como todas las semanas me alegro de estar aquí con vosotros para proponeros una nueva recomendación de lectura.

La novela que quiero presentaros esta semana es una novela emocionante, tierna, triste; es una novela llena de vida aunque tiene como fondo último la muerte; es una novela intensa, conmovedora, frágil, lírica, estremecedora; es una novela magnífica, llena de sensibilidad; es uno de los libros cuya lectura más me ha impresionado de entre todos los leídos en los últimos años. Se trata de Si nadie habla de las cosas que importan. La publicó en el año 2006 la editorial Salamandra y su autor, el británico Jon McGregor, ha sido premiado con diversos galardones literarios en el Reino Unido por ésta su primera novela. La última suya presentada en España, Tantas maneras de empezar, es también magnífica, y os la comentaré en esta misma sección dentro de unos meses.

Si nadie habla de las cosas que importan cuenta la vida durante el último día del verano de los residentes en una calle de una ciudad del norte de Inglaterra. Como en un mosaico, con una estructura que se asemeja a un rompecabezas aparentemente deslavazado pero cuyas piezas van encajando poco a poco, McGregor nos narra -desde fuera, sin apenas implicarse, con aparente frialdad objetiva- diversas escenas de esas vidas anónimas que sólo tienen en común la vecindad en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera. Unos jóvenes estudiantes que prolongan una noche de fiesta, una madre que prepara el desayuno a sus hijos, una pareja de ancianos que se dispone a celebrar su aniversario mientras rememora su vida en común, un matrimonio que hace el amor en su habitación, un hombre que pinta su casa, una chica que abandona su cuarto de alquiler tras el verano… poco a poco vamos conociendo las vidas de estos seres anónimos… y la mirada del autor abandona su supuesta frialdad y nos muestra con emoción sus preocupaciones, sus esperanzas, sus anhelos, sus fracasos, sus frustraciones, sus soledades, sus dudas…

Hay un acontecimiento que hila todas estas vidas -y que no os voy a revelar porque no quiero interferir en vuestra posible lectura del libro- y que acaba siendo el engarce de unas historias y otras. Pero hay, sobre todo, más allá del argumento de la novela, una muestra viva de la intimidad más auténtica de la gente común, de los afanes esenciales de cualquier ser humano, de las cosas verdaderas de la vida, de las cosas que importan y de las que nadie, normalmente, habla.

Voy a leeros, como es norma en Todos los libros un libro, un fragmento del libro. He escogido una de las breves piezas que lo integran y que tiene como protagonistas a la pareja de ancianos (él gravemente enfermo, aunque por delicadeza, por amor, oculta la enfermedad a su mujer) que ante su aniversario de boda, recuerda la intensidad alegre de toda una vida juntos.

Recordad el libro, compradlo, leedlo, disfrutadlo; y perdonad el tono imperativo, pero es una maravilla que no deberíais perderos: Si nadie habla de las cosas que importan, escrito por Jon McGregor y publicado por la Editorial Salamandra. Una maravilla es también Tom the model, la canción de Beth Gibbons y Rustin Man con la que cerramos por hoy la sección. Hasta la semana próxima.

Ella le dijo, cuéntame nuestra historia, cuéntamela como se la contarás a nuestros hijos cuando te pregunten.

Lo decía muy a menudo durante aquellos primeros años, cuando se sentía triste, o enferma, o no podía dormir. Apoyaba la cabeza sobre su pecho, con las manos encajadas bajo la barbilla, y le decía cuéntame nuestra historia, cuéntamela como se la contarás a nuestros hijos.

Y él siempre la narraba del mismo modo, empezando con érase una vez un guapo y joven soldado con un uniforme elegante que fue a un baile con sus amigos y allí estaba tan tranquilo. Y ella siempre alzaba la cabeza, ponía cara de asombro y decía no estabas allí tan tranquilo, te pasaste la noche entera lanzándome miraditas, pero qué pedazo de mentiroso eres.

Y él siempre le posaba dos dedos en los labios y decía: de forma que el guapo y joven soldado quedó muy sorprendido al ver a una hermosa y joven dama plantada frente a él y pidiéndole un baile. Y ella decía: ¿y qué pasó entonces, bailaron, bailaron bien?

Vaya si bailaron, decía siempre él, desde luego bailaron y bailaron muy bien, dando vueltas y remolinos y mirándose profundamente a los ojos, y no se enteraron de que todos los demás los contemplaban, tan asombrados estaban. ¿Y sabes qué pasó en ese preciso instante?, preguntaba sin esperar respuesta, lo que pasó sin que ellos lo supieran siquiera es que estaban enamorados.

¿Y después?, decía ella, ¿qué pasó después? ¿Se besaron? Y él decía, no, no, no tan pronto, él era un caballero, compréndelo, un caballero a la par que soldado, y por eso no la besó hasta la segunda vez que se vieron. Y ella le pedía más detalles y él se los contaba, sus primeras citas, adónde fueron, qué hicieron, la primera noche que pasaron juntos en el hotel de Blackpool. Y ella le decía esa parte no se la cuentes a los niños, y él se reía y decía no.

Y aquella primera vez que contó la historia, después de la boda rápida aprovechando un permiso de él, aquella noche, tumbados uno junto al otro en la cama, completamente vestidos, ninguno de los dos dijo nada cuando terminó, se quedaron allí mirando el certificado, mirando los caracteres oficiales, las palabras formales, mirando sus nombres inscritos en tinta negra oblicua.

Y ella le susurró: es una buena historia, ¿verdad?, mientras le desabrochaba la camisa y le pasaba los dedos por el pecho como si alisara las arrugas de una sábana. Y él le dijo sí, sí que lo es, es una buena historia. Y lo último que ella le dijo, momentos antes de ponerse a dormir esa noche, en voz baja, casi como si creyera que estaba dormido, le dijo, ¿volverás verdad?, ¿irás con cuidado, por favor, volverás a casa?




miércoles, 12 de enero de 2011

PAUL THEROUX. EL SAFARI DE LA ESTRELLA NEGRA

Hola, buenos días, buenas tardes. Bienvenidos a un nuevo programa de Todos los libros un libro. Hoy quiero haceros una sugerencia de lectura, a mi entender, muy atractiva; una lectura que es también una incitación, una propuesta, una invitación al viaje, algo siempre sugestivo y sobre todo estando tan recientes unas fechas que se corresponden con las vacaciones para tanta gente. El libro que hoy quiero presentaros se llama El safari de la estrella negra, está escrito por Paul Theroux y fue publicado en el año 2003 por Ediciones B de Barcelona.

Paul Theroux es un escritor con un larga trayectoria literaria. Ha publicado numerosas novelas, quizás os suene La costa de los mosquitos, que fue llevada al cine con Harrison Ford como protagonista principal, y tiene también una estimable producción en el ámbito que hoy nos ocupa, la literatura de viajes. En este terreno, es muy interesante también, aparte del libro que ahora os presento, su En el gallo de hierro, en el que cuenta sus viajes en tren por una China que quizá hoy esté en trance de desaparecer para siempre.
Igualmente, hace unos meses, se publicó en España Tren fantasma a la Estrella de Oriente, la última, por ahora, propuesta viajera del norteamericano, de la que os hablaré dentro de algunos meses.El safari de la estrella negra nos narra las peripecias del autor, contadas en primera persona, a lo largo de un viaje reciente, a principios de este siglo, entre El Cairo y Ciudad del Cabo. Paul Theroux, que entonces rondaba los sesenta años, recorre África de un extremo al otro utilizando una gran variedad de medios de transporte, camiones, barcos, trenes, autobuses, topándose con todo tipo de gentes, ciudadanos de a pie, burócratas oficiales, políticos en activo, intelectuales y escritores, por ejemplo charla con el nobel egipcio Naghib Mahfuz y con la también galardonada, la sudafricana Nadine Gordimer, y con el resultado de su experiencia nos ofrece un libro fascinante que resulta, además, un documento de primer orden para conocer la realidad de este continente vastísimo.

Paul Theroux había estado en África, en Malawi, como maestro, cuarenta años atrás, trabajando para una ONG, Cuerpo de la Paz, y la imagen que de ella conservaba era la de un lugar soleado y encantador, una inmensidad verde de árboles bajos y de copa plana, y un monte denso, con graznidos de aves, niños risueños, carreteras rojizas, acantilados marrones, colinas azules, animales a rayas y con manchas y otros con el pelaje amarillo y colmillos… y seres humanos de todas las tonalidades, hacendados de rostro sonrojado con calcetines hasta las rodillas, indios tostados, africanos con la piel negra y reluciente, e incluso, en el extremo opuesto del espectro, personas tan oscuras que parecían de color violeta. Y todo ello con el sonido de fondo del arrullo de la tórtola, no el barritar de los elefantes ni el rugido de los leones.

Cuarenta años después, la prensa y los medios de comunicación hablan de un continente sumido en la desesperación, incalificable, violento, asolado por las epidemias, hambriento, desesperado, incapaz de tenerse en pie. Por ello, decide averiguar si las cosas son como nos las cuentan y emprende su safari, un viaje sentimental de recuperación del pasado, y también de exploración, de búsqueda.

Voy a leeros el comienzo del libro, con el que el autor nos explica sus motivaciones antes de empezar su periplo. Espero que os interese y, como a mí, os despierte el ansia por viajar. Por cierto, la palabra safari que incluye el título, significa viaje en suajili. De modo que… os deseo un muy buen viaje por la misteriosa y atractiva África. Quiero también que la música contribuya a alimentar este espíritu viajero, de modo que os ofrezco una estupenda canción de Youssou N’Dour, el ídolo senegalés, la para mí cargada de significado Africa remebers.

Todas las noticias que llegan de África son negativas. Tenía ganas de ir, pero no por el horror, los lugares conflictivos o las historias sobre matanzas y terremotos que se leen en los periódicos; anhelaba el placer de volver a estar en África. Sentía que el continente era tan vasto que escondía muchas historias sin contar; además de esperanza, humor y dulzura, sentía que África era mucho más que miseria y horror. Por eso mi intención era adentrarme en el bundu, como solíamos llamar al monte, y deambular por las ancestrales zonas del interior. Allí había vivido y trabajado, feliz, hacía casi cuarenta años, en el corazón del continente más verde.

Para ir avanzando, diré que escribo esto un año después, justo cuando acabo de regresar de África, tras mi largo safari. Me equivoqué en muchos sentidos, sufrí retrasos, tiroteos, gritos y robos. No hubo matanzas ni terremotos, pero sí un calor sofocante, carreteras en estado lamentable, trenes más que destartalados y teléfonos inexistentes. Los granjeros blancos, exasperados, decían: ¡Se ha ido todo al carajo!. África está materialmente más decrépita ahora que cuando la conocí por primera vez: hay más hambre, más pobreza, menos alfabetización, más pesimismo, más corrupción y es imposible distinguir a los hechiceros de los políticos. Los africanos, menos valorados que nunca, me parecieron las personas a quienes más se miente del planeta: manipulados por sus gobiernos, estafados por los expertos extranjeros, engañados por las organizaciones humanitarias y timados a cada paso. Ser un líder africano equivalía a ser un ladrón, pero también los predicadores les robaron la inocencia a la población, y las agencias de cooperación, que velan por sus propios intereses, les dieron falsas esperanzas, lo cual parecía peor. Como respuesta, los africanos esperaron o intentaron emigrar, suplicaron, reclamaron, exigieron dinero y regalos, convencidos con una brusca y extraña sensación de que tenían derecho a ellos. Tampoco es que África sea un lugar homogéneo. Se trata de un conglomerado de repúblicas variopintas y reinos sórdidos.

Me puse enfermo, me quedé tirado, pero nunca me aburrí; de hecho, mi viaje fue una delicia y una revelación. Pero este párrafo exige una explicación, por lo menos un libro: quizá este libro.