Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 12 de enero de 2011

PAUL THEROUX. EL SAFARI DE LA ESTRELLA NEGRA

Hola, buenos días, buenas tardes. Bienvenidos a un nuevo programa de Todos los libros un libro. Hoy quiero haceros una sugerencia de lectura, a mi entender, muy atractiva; una lectura que es también una incitación, una propuesta, una invitación al viaje, algo siempre sugestivo y sobre todo estando tan recientes unas fechas que se corresponden con las vacaciones para tanta gente. El libro que hoy quiero presentaros se llama El safari de la estrella negra, está escrito por Paul Theroux y fue publicado en el año 2003 por Ediciones B de Barcelona.

Paul Theroux es un escritor con un larga trayectoria literaria. Ha publicado numerosas novelas, quizás os suene La costa de los mosquitos, que fue llevada al cine con Harrison Ford como protagonista principal, y tiene también una estimable producción en el ámbito que hoy nos ocupa, la literatura de viajes. En este terreno, es muy interesante también, aparte del libro que ahora os presento, su En el gallo de hierro, en el que cuenta sus viajes en tren por una China que quizá hoy esté en trance de desaparecer para siempre.
Igualmente, hace unos meses, se publicó en España Tren fantasma a la Estrella de Oriente, la última, por ahora, propuesta viajera del norteamericano, de la que os hablaré dentro de algunos meses.El safari de la estrella negra nos narra las peripecias del autor, contadas en primera persona, a lo largo de un viaje reciente, a principios de este siglo, entre El Cairo y Ciudad del Cabo. Paul Theroux, que entonces rondaba los sesenta años, recorre África de un extremo al otro utilizando una gran variedad de medios de transporte, camiones, barcos, trenes, autobuses, topándose con todo tipo de gentes, ciudadanos de a pie, burócratas oficiales, políticos en activo, intelectuales y escritores, por ejemplo charla con el nobel egipcio Naghib Mahfuz y con la también galardonada, la sudafricana Nadine Gordimer, y con el resultado de su experiencia nos ofrece un libro fascinante que resulta, además, un documento de primer orden para conocer la realidad de este continente vastísimo.

Paul Theroux había estado en África, en Malawi, como maestro, cuarenta años atrás, trabajando para una ONG, Cuerpo de la Paz, y la imagen que de ella conservaba era la de un lugar soleado y encantador, una inmensidad verde de árboles bajos y de copa plana, y un monte denso, con graznidos de aves, niños risueños, carreteras rojizas, acantilados marrones, colinas azules, animales a rayas y con manchas y otros con el pelaje amarillo y colmillos… y seres humanos de todas las tonalidades, hacendados de rostro sonrojado con calcetines hasta las rodillas, indios tostados, africanos con la piel negra y reluciente, e incluso, en el extremo opuesto del espectro, personas tan oscuras que parecían de color violeta. Y todo ello con el sonido de fondo del arrullo de la tórtola, no el barritar de los elefantes ni el rugido de los leones.

Cuarenta años después, la prensa y los medios de comunicación hablan de un continente sumido en la desesperación, incalificable, violento, asolado por las epidemias, hambriento, desesperado, incapaz de tenerse en pie. Por ello, decide averiguar si las cosas son como nos las cuentan y emprende su safari, un viaje sentimental de recuperación del pasado, y también de exploración, de búsqueda.

Voy a leeros el comienzo del libro, con el que el autor nos explica sus motivaciones antes de empezar su periplo. Espero que os interese y, como a mí, os despierte el ansia por viajar. Por cierto, la palabra safari que incluye el título, significa viaje en suajili. De modo que… os deseo un muy buen viaje por la misteriosa y atractiva África. Quiero también que la música contribuya a alimentar este espíritu viajero, de modo que os ofrezco una estupenda canción de Youssou N’Dour, el ídolo senegalés, la para mí cargada de significado Africa remebers.

Todas las noticias que llegan de África son negativas. Tenía ganas de ir, pero no por el horror, los lugares conflictivos o las historias sobre matanzas y terremotos que se leen en los periódicos; anhelaba el placer de volver a estar en África. Sentía que el continente era tan vasto que escondía muchas historias sin contar; además de esperanza, humor y dulzura, sentía que África era mucho más que miseria y horror. Por eso mi intención era adentrarme en el bundu, como solíamos llamar al monte, y deambular por las ancestrales zonas del interior. Allí había vivido y trabajado, feliz, hacía casi cuarenta años, en el corazón del continente más verde.

Para ir avanzando, diré que escribo esto un año después, justo cuando acabo de regresar de África, tras mi largo safari. Me equivoqué en muchos sentidos, sufrí retrasos, tiroteos, gritos y robos. No hubo matanzas ni terremotos, pero sí un calor sofocante, carreteras en estado lamentable, trenes más que destartalados y teléfonos inexistentes. Los granjeros blancos, exasperados, decían: ¡Se ha ido todo al carajo!. África está materialmente más decrépita ahora que cuando la conocí por primera vez: hay más hambre, más pobreza, menos alfabetización, más pesimismo, más corrupción y es imposible distinguir a los hechiceros de los políticos. Los africanos, menos valorados que nunca, me parecieron las personas a quienes más se miente del planeta: manipulados por sus gobiernos, estafados por los expertos extranjeros, engañados por las organizaciones humanitarias y timados a cada paso. Ser un líder africano equivalía a ser un ladrón, pero también los predicadores les robaron la inocencia a la población, y las agencias de cooperación, que velan por sus propios intereses, les dieron falsas esperanzas, lo cual parecía peor. Como respuesta, los africanos esperaron o intentaron emigrar, suplicaron, reclamaron, exigieron dinero y regalos, convencidos con una brusca y extraña sensación de que tenían derecho a ellos. Tampoco es que África sea un lugar homogéneo. Se trata de un conglomerado de repúblicas variopintas y reinos sórdidos.

Me puse enfermo, me quedé tirado, pero nunca me aburrí; de hecho, mi viaje fue una delicia y una revelación. Pero este párrafo exige una explicación, por lo menos un libro: quizá este libro.




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