Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 9 de julio de 2014

PAUL THEROUX. TREN FANTASMA A LA ESTRELLA DE ORIENTE

Hola, buenas tardes. Bienvenidos una semana más a Todos los libros un libro. Como todos los miércoles desde Radio Universidad Salamanca, os ofrecemos una recomendación de lectura con el deseo de orientaros en el desmesurado universo de las publicaciones literarias, que en número ingente nos asaltan desde los atestados anaqueles de las librerías. En estas últimas entregas de nuestro espacio por este curso nos vamos a centrar en la literatura viajera, presentada bajo formas muy diversas, con aproximaciones variadas al fenómeno del viaje, tan apropiado y tan común en estas fechas de julio, coincidentes con las vacaciones para tantos de vosotros. Hoy os traigo, pues, un libro de viajes, un excelente libro de viajes, con el que no sólo disfrutaréis de unas horas de agradabilísima y muy interesante lectura, sino que, además, os sentiréis transportados a los escenarios de la narración y, sobre todo, en lo que a mi juicio es el principal efecto que producen los buenos libros viajeros, sobre todo, digo, querréis empezar inmediatamente vuestra propia aventura, desearéis, mientras os deslizáis por las páginas del texto, abandonar éste y poneros en camino, coger un mínimo equipaje y salir, libres y sin límites, con el ancho horizonte como único referente, en busca de las intensas emociones que siempre encontramos en otros lugares, frecuentando otras gentes, escuchando otras voces, vislumbrando nuevos paisajes, adentrándonos en ámbitos desconocidos, en definitiva, viajando.
 
El libro del que quiero hablaros esta tarde se titula Tren fantasma a la Estrella de Oriente. Editado por Alfaguara en 2010 y traducido por Miguel Martínez Lage, su autor es el reputado escritor de viajes Paul Theroux, del que yo he leído algunas otras de sus deslumbrantes narraciones en las que da cuenta de sus peripecias viajeras. Os recomiendo igualmente, además de mi consejo de hoy, En el Gallo de Hierro, un fascinante viaje en tren por China, un libro que me acompañó hace muchos años en mi visita a aquel país; y asimismo, El safari de la Estrella Negra, en el que Theroux nos relata su periplo por África, el mágico continente, que atraviesa, desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, en trenes, barcos, camiones y autobuses y que ya ha sido reseñado en esta página.
 
En 1973, Paul Theroux partió de Londres en un viaje de ida y vuelta en tren por toda Asia. El relato de aquella fantástica aventura, publicado en aquellas fechas con el título de El gran bazar del ferrocarril, se convirtió en un referente inexcusable de los libros de viajes, le abrió a su autor las puertas de la fama y le permitió acceder a una reputada carrera literaria, que desde entonces no ha hecho más que crecer dejándonos innumerables muestras de su maestría. Treinta y tres años después, en 2006, Theroux, en otras circunstancias personales y vitales, más maduro, más estable, más mayor también, decide reeditar ese viaje, decide partir de nuevo de Londres, y sobre todo en tren, aunque en ocasiones utiliza otros medios de transporte, atravesar Europa entera, cruzar Turquía, Azerbaiyán, Turkmenistán y otras antiguas repúblicas soviéticas, visitar la India, demorarse en los países del sudeste asiático, Birmania, Tailandia, Malasia, Singapur, Camboya, Laos, Vietnam, volar hasta Japón, y, ya de vuelta a casa, tomar el transiberiano desde Vladivostok hasta su punto de origen en Londres. Las setecientas páginas de narración de este estimulante viaje conforman Tren fantasma a la Estrella de Oriente, mi consejo de lectura de esta semana.
 
A lo largo de su periplo, el autor observa, con agudeza no exenta de prejuicios, el mundo que le rodea, habla con unos y otros, describe las costumbres de las gentes en los países que visita, sus conversaciones, sus comidas, muchas veces precarias, da cuenta del paso de las horas en los interminables trenes, toma notas, da conferencias pues siendo ya mundialmente reconocido se le reclama en todas partes, coincide con destacados nombres de las culturas que visita, Orham Pamuk en Estambul o Haruki Murakami en Tokio como más significativos exponentes de sus contactos, y, sobre todo, analiza con rigor los países que atraviesa, aunque, insisto, en ocasiones da la impresión de que sus ideas preconcebidas, no siempre acertadas, a mi juicio, se imponen a la hora de desentrañar el alma de los pueblos. Así, de modo taxativo y categórico, describe la estafa política de Turkmenistán, el desbarajuste total de la India, la tiranía imperante en Birmania, el caos constante y la provisionalidad de Sri Lanka, la dejadez de Laos, el experimento social de Singapur, la idílica felicidad tailandesa, el abigarrado caos de Tokio, la corrupción moscovita ahogada en litros de vodka, el doloroso conflicto existencial de Turquía, debatiéndose entre la modernidad occidentalizante y las oscuras raíces musulmanas.
 
Y en todo momento aparecen las reflexiones de Theroux, su constante remembranza del viaje primitivo, treinta y tres años atrás, y las comparaciones que el recuerdo le suscita; la propia conciencia del paso del tiempo, de su entrada en una etapa madura que lo acerca peligrosamente a la vejez, de los cambios en su energía, en su ímpetu, en sus valores, en sus preferencias vitales. Y como una constante, muy presente también en otros libros suyos, la desde mi punto de vista algo obsesiva presencia del sexo, su rastreo -supuestamente “ascético” y neutro, con un interés meramente “cultural”, pues su feliz matrimonio planea esta vez por sobre todo el texto-, por los barrios marginales de las ciudades, los burdeles, los falsos karaokes asiáticos, que encubren casas de citas, los hoteles del amor tokiotas, las prostitutas omnipresentes que se le ofrecen por doquier y sin parar, y a las que rechaza una y otra vez, fiel a su mujer que como una Penélope paciente le espera en el hogar.
 
Permitidme, a este respecto y ahora que llego al final de mi reseña, una confidencia sobre Paul Theroux: hay algo en él, en su persona, que siempre me ha resultado profundamente desagradable, una especie de prepotencia, una autosuficiencia irritante, un ego desmesurado: todas las mujeres se le entregan, a todas presuntamente enamora, su actitud personal me produce, y no sólo en este libro, un rechazo visceral. Pero ello, pensadlo bien, dice mucho del interés de sus obras, de la irremisible atracción de sus aventuras, que me llevan, sobreponiéndome al desagrado que me suscita su autor, a comprarlos y leerlos de continuo.
 
Os dejo ya con un fragmento de Tren fantasma a la Estrella de Oriente publicado por Alfaguara en el que se describe la insoportable visión que tiene de la India su autor. Y para ilustrar musicalmente la atmósfera del libro y ejemplificar la conjunción de la mirada norteamericana de su autor con la realidad india que se muestra en el texto que os ofrezco, suena The way you dream, la espléndida colaboración entre Asha Bhosle, cantante de dicho país, y el estadounidense Michael Stipe, en una pieza del extraída del magnífico proyecto 1 Giant Leap.
 
 
Por ser una ciudad sagrada, una turbamulta atronadora en su griterío, pero sorda a los de los demás, peregrinos en su mayor parte, recorría sin descanso las calles y callejuelas de Amritsar. Estas calles abrasadas por el sol eran un enjambre de polvo en suspensión y de tráfico maloliente, y al decir tráfico incluyo a las vacas sagradas, a los perros cojos, a los coches viejos, a las bicicletas combadas, a los mototaxis, a los bicitaxis, a las carretas tiradas por un caballejo al trote -tongas y gharries- y a los autobuses herrumbrosos. Había montones de desperdicios manoseados, en los que más de uno había rebuscado a saber qué; en las aceras menudeaban los chapuceros capaces de reparar cualquier cosas, cada cual con sus vetustas herramientas -raederas, cinceles, punzones de zapatero remendón, soldadores, máquinas de coser a pedal-; abundaban las humaredas de los tubos de escape, el olor a gasolina, la suciedad, las bostas recientes de las vacas, una fuente en medio de una calle deteriorada, sin que faltase su rótulo de rigor, Consorcio para la mejora de Amristsar; templos muy atractivos para los mendigos por ser recintos sagrados en los que se fomentaba la dádiva de limosnas; un ruido horrísono que proclamaba a bombo y platillo la falsa creencia que se sostiene en toda la India, a saber, que los bocinazos aceleran el fluir del tráfico.
 
Lo más llamativo en las multitudes de emocionados peregrinos que se hallan en el lugar sagrado al que han ido ex profeso es que se sienten embriagados sólo por el hecho físico de estar allí. E incluso más que embriagados: charlan por los codos, se tocan unos a otros, ríen sin contenerse, se les salen los ojos de las órbitas de puro embeleso, como presencié en el centro de cultura sij, en todos aquellos hombres enturbantados, en todas las mujeres que revoloteaban dándose buena prisa en llegar al Templo Dorado.

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