Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 19 de enero de 2011

JON MCGREGOR. SI NADIE HABLA DE LAS COSAS QUE IMPORTAN

Hola, buenos días, buenas tardes, bienvenidos un miércoles más, o un viernes para quienes nos oigáis en la redifusión, a Todos los libros un libro. Como todas las semanas me alegro de estar aquí con vosotros para proponeros una nueva recomendación de lectura.

La novela que quiero presentaros esta semana es una novela emocionante, tierna, triste; es una novela llena de vida aunque tiene como fondo último la muerte; es una novela intensa, conmovedora, frágil, lírica, estremecedora; es una novela magnífica, llena de sensibilidad; es uno de los libros cuya lectura más me ha impresionado de entre todos los leídos en los últimos años. Se trata de Si nadie habla de las cosas que importan. La publicó en el año 2006 la editorial Salamandra y su autor, el británico Jon McGregor, ha sido premiado con diversos galardones literarios en el Reino Unido por ésta su primera novela. La última suya presentada en España, Tantas maneras de empezar, es también magnífica, y os la comentaré en esta misma sección dentro de unos meses.

Si nadie habla de las cosas que importan cuenta la vida durante el último día del verano de los residentes en una calle de una ciudad del norte de Inglaterra. Como en un mosaico, con una estructura que se asemeja a un rompecabezas aparentemente deslavazado pero cuyas piezas van encajando poco a poco, McGregor nos narra -desde fuera, sin apenas implicarse, con aparente frialdad objetiva- diversas escenas de esas vidas anónimas que sólo tienen en común la vecindad en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera. Unos jóvenes estudiantes que prolongan una noche de fiesta, una madre que prepara el desayuno a sus hijos, una pareja de ancianos que se dispone a celebrar su aniversario mientras rememora su vida en común, un matrimonio que hace el amor en su habitación, un hombre que pinta su casa, una chica que abandona su cuarto de alquiler tras el verano… poco a poco vamos conociendo las vidas de estos seres anónimos… y la mirada del autor abandona su supuesta frialdad y nos muestra con emoción sus preocupaciones, sus esperanzas, sus anhelos, sus fracasos, sus frustraciones, sus soledades, sus dudas…

Hay un acontecimiento que hila todas estas vidas -y que no os voy a revelar porque no quiero interferir en vuestra posible lectura del libro- y que acaba siendo el engarce de unas historias y otras. Pero hay, sobre todo, más allá del argumento de la novela, una muestra viva de la intimidad más auténtica de la gente común, de los afanes esenciales de cualquier ser humano, de las cosas verdaderas de la vida, de las cosas que importan y de las que nadie, normalmente, habla.

Voy a leeros, como es norma en Todos los libros un libro, un fragmento del libro. He escogido una de las breves piezas que lo integran y que tiene como protagonistas a la pareja de ancianos (él gravemente enfermo, aunque por delicadeza, por amor, oculta la enfermedad a su mujer) que ante su aniversario de boda, recuerda la intensidad alegre de toda una vida juntos.

Recordad el libro, compradlo, leedlo, disfrutadlo; y perdonad el tono imperativo, pero es una maravilla que no deberíais perderos: Si nadie habla de las cosas que importan, escrito por Jon McGregor y publicado por la Editorial Salamandra. Una maravilla es también Tom the model, la canción de Beth Gibbons y Rustin Man con la que cerramos por hoy la sección. Hasta la semana próxima.

Ella le dijo, cuéntame nuestra historia, cuéntamela como se la contarás a nuestros hijos cuando te pregunten.

Lo decía muy a menudo durante aquellos primeros años, cuando se sentía triste, o enferma, o no podía dormir. Apoyaba la cabeza sobre su pecho, con las manos encajadas bajo la barbilla, y le decía cuéntame nuestra historia, cuéntamela como se la contarás a nuestros hijos.

Y él siempre la narraba del mismo modo, empezando con érase una vez un guapo y joven soldado con un uniforme elegante que fue a un baile con sus amigos y allí estaba tan tranquilo. Y ella siempre alzaba la cabeza, ponía cara de asombro y decía no estabas allí tan tranquilo, te pasaste la noche entera lanzándome miraditas, pero qué pedazo de mentiroso eres.

Y él siempre le posaba dos dedos en los labios y decía: de forma que el guapo y joven soldado quedó muy sorprendido al ver a una hermosa y joven dama plantada frente a él y pidiéndole un baile. Y ella decía: ¿y qué pasó entonces, bailaron, bailaron bien?

Vaya si bailaron, decía siempre él, desde luego bailaron y bailaron muy bien, dando vueltas y remolinos y mirándose profundamente a los ojos, y no se enteraron de que todos los demás los contemplaban, tan asombrados estaban. ¿Y sabes qué pasó en ese preciso instante?, preguntaba sin esperar respuesta, lo que pasó sin que ellos lo supieran siquiera es que estaban enamorados.

¿Y después?, decía ella, ¿qué pasó después? ¿Se besaron? Y él decía, no, no, no tan pronto, él era un caballero, compréndelo, un caballero a la par que soldado, y por eso no la besó hasta la segunda vez que se vieron. Y ella le pedía más detalles y él se los contaba, sus primeras citas, adónde fueron, qué hicieron, la primera noche que pasaron juntos en el hotel de Blackpool. Y ella le decía esa parte no se la cuentes a los niños, y él se reía y decía no.

Y aquella primera vez que contó la historia, después de la boda rápida aprovechando un permiso de él, aquella noche, tumbados uno junto al otro en la cama, completamente vestidos, ninguno de los dos dijo nada cuando terminó, se quedaron allí mirando el certificado, mirando los caracteres oficiales, las palabras formales, mirando sus nombres inscritos en tinta negra oblicua.

Y ella le susurró: es una buena historia, ¿verdad?, mientras le desabrochaba la camisa y le pasaba los dedos por el pecho como si alisara las arrugas de una sábana. Y él le dijo sí, sí que lo es, es una buena historia. Y lo último que ella le dijo, momentos antes de ponerse a dormir esa noche, en voz baja, casi como si creyera que estaba dormido, le dijo, ¿volverás verdad?, ¿irás con cuidado, por favor, volverás a casa?




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sorpresivo e inusual este libro.
Sí porque los personajes son preposicionales, hay personajes de, hay personajes con, hay
personajes en y, sobre todo, lo que hay son personajes sin (sí, sin nombre, salvo excepciones y al final). Interesantes esos diálogos no pautados en los capítulos relatados por ella con ese conjunto de letras iniciales que parecían una especie de código. Y también es asombroso, por lo minucioso y excepcional de las descripciones (la de la lluvia me ha impactado), mucho más que la trama que, en mi modesta opinión, era el Macguffin del libro.
Creo que no podré esperar a que reseñes el siguiente.
Gracias por compartirlo.

Alberto San Segundo dijo...

Gracias por tus inteligentes comentarios. Confío en que quieras seguir interviniendo en el blog.

Un saludo cordial