Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 26 de junio de 2013

FRANÇOIS BÉGAUDEAU. LA CLASE

Hola, buenos días, bienvenidos a Todos los libros un libro, el espacio de recomendaciones literarias de Radio Universidad de Salamanca. Y digo literarias e inmediatamente reflexiono y me cuestiono el término, porque no todos los libros que os aconsejo en el programa tienen esa consideración de literatura. Por ejemplo, el libro que hoy os traigo es una obra muy interesante, digna, desde luego, de lectura, pero no es estrictamente un texto literario. Es cierto que si quisiéramos seguir por el camino de estas distinciones algo puntillosas debiéramos ponernos de acuerdo previamente acerca de qué entendemos por literatura y de por qué unas obras pueden ser incluidas en su dominio y otras no; aunque aceptando la definición que sobre el término proporciona el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, arte que emplea como modo de expresión una lengua, es claro que la noción está marcada por un factor subjetivo que nos lleva a valorar en qué medida una producción escrita, por decirlo con una expresión aséptica, alcanza la categoría artística. En fin, más allá de disquisiciones terminológicas que nada aportan a lo esencial, esto es, al disfrute, a las enseñanzas, al entretenimiento, al saber, al conocimiento, al placer que nos puede proporcionar un libro, al margen de su catalogación en los muchas veces arbitrarios criterios académicos, lo cierto es que el libro que hoy quiero presentaros es una obra magnífica que os recomiendo vivamente. Se trata de La clase, como libremente se ha traducido en español el Entre paredes o Entre muros del francés François Bégaudeau. El libro, que ha dado origen a una película con el mismo título dirigida por Laurent Cantet, que obtuvo la Palma de oro en Cannes hace unos años, ha sido publicado por El Aleph Editores en traducción de Julieta Carmona Lombardo. Dejadme que me detenga un minuto, antes de haceros la reseña, también breve, del libro, en su pésima traducción. Es inexplicable que una editorial de prestigio, como es El Aleph, permita que vea la luz un texto con errores garrafales, debidos sin duda, aunque no conozco el original francés, a la impericia, aún más a la ignorancia de la traductora. Así por ejemplo, en la página 194, y en una mención a los distritos parisinos, se enumeran: primero, segundo, tercero, cuarto, décimo, ¡¡¡¡onceavo!!! y ¡¡¡doceavo!!!, en vez de undécimo y decimosegundo (aunque tampoco hay que extrañarse demasiado: hace unos días "nuestro" Ministro de Asuntos Exteriores incurría en idéntico desliz en un conocido programa de televisión). O en la página 212, la expresión latina motu proprio se hace aparecer con un incorrectísimo ‘de motu propio’. Son fallos que al margen de su trascendencia "absoluta" -podríamos decir-, fallos que no deben aparecer en ningún libro, son, además especialmente significativos cuando el narrador es, ni más ni menos, un profesor de lengua que pretende a lo largo del libro, introducir a sus alumnos en el redil de la pulcritud ortográfica, de la riqueza léxica, del rigor semántico, de la corrección en el lenguaje.
 
Meter en el redil, he dicho. Sí, porque eso es, en esencia, La clase, un libro sobre la institución escolar, sobre los problemas que la acucian y las dificultades que la asaltan en este complejo comienzo de siglo, sobre los esfuerzos de los profesores, de un profesor de lengua en concreto, para facilitar la incorporación de los jóvenes a la vida adulta, para dotarles de medios que les permitan lograr con éxito su integración social, para transmitir su propio saber y aumentar el de sus alumnos en un instituto francés medio, un instituto que ejemplifica y que opera en el texto como muestra representativa de todos los institutos, que aparece como un microcosmos en el que vemos descrita la situación actual de la enseñanza en los países desarrollados y, por extensión, la complejidad de la vida en esas sociedades en este mundo globalizado de nuestros días. La temática escolar de La clase hace, pues, especialmente significativa su emisión en nuestro espacio un día como hoy en el que damos por cerrado el curso radiofónico al finalizar el académico; aunque a lo largo del mes de julio os ofreceré, pero ya sólo en el blog del programa, algunas otras recomendaciones de lectura.
 
A lo largo de todo un curso, y con rigor, distanciamiento y asepsia casi documentales, el profesor protagonista, el propio autor del libro, que es claramente autobiográfico, cuenta la cotidianidad de las clases en un instituto no especialmente conflictivo, a mi juicio, pero sometido a todos los problemas que rodean a la enseñanza en la sociedad del bienestar: la inmigración, con su corolario natural: la profusión de razas, credos, costumbres y culturas en unas aulas caracterizadas por la muy alta heterogeneidad del alumnado; los entornos familiares y sociales poco proclives al estudio y a veces desestructurados; el descrédito de la disciplina y el esfuerzo entre unos adolescentes consumistas, con su ropa de marca, sus camisetas con emblemas a la moda, sus zapatillas de deporte a la última, sus mp3, sus ipods, sus consolas; la abrumadora carencia de medios económicos por parte de la organización escolar, que aparece siempre como gris, burocratizada, depauperada, con la fotocopiadora permanentemente estropeada como ejemplo destacado; la baja motivación de los profesores, su sueldo escaso, la mezquindad de sus miras personales y profesionales, discutiendo la rebaja de unos céntimos en el café, la mediocridad de sus conversaciones, sus rutinas, su desánimo, en algunos casos su desesperación, siempre su falta de estímulo, su fatal aceptación de lo irremediable del estado de cosas vigente.
 
No dispongo ya de tiempo para extenderme en mis comentarios sobre La clase. Leedlo, ved la película, y tendréis a través de ambos medios una excelente fuente de ideas, de reflexiones sobre una institución, la escolar, de tanta trascendencia en nuestras vidas y en las de las jóvenes generaciones en las que se sostendrá, en el futuro, el desarrollo de nuestro país. Os dejo con un fragmento del libro que no siendo extraordinariamente representativo, porque no da la voz a los alumnos ni al profesor, los cuales ocupan la mayor parte del texto, sí concentra, en cambio, de un modo discursivo, algunas de las cuestiones esenciales que afectan a la enseñanza en nuestros días y que, por ello, sobrevuelan de modo implícito todo este La clase, escrito por François Bégaudeau y publicado por El Aleph.
 
I don’t like mondays, el clásico de los Boomtown rats de Bob Geldof, ilustra convenientemente la temática del libro de hoy, con el hastío de la escuela en el primer plano de una canción tristísima...
 
 
¿Cuáles son los valores de la escuela republicana y cómo se puede fomentar su reconocimiento por parte de la sociedad? ¿Cuáles deberían ser las funciones de la escuela, en el contexto europeo de hoy en día, de cara a las próximas décadas? ¿Hacia qué tipo de igualdad debería orientarse la escuela? ¿Es preciso repartir de otro modo la educación entre la juventud y la edad adulta y que el mundo laboral esté más implicado? ¿Qué base común de conocimientos, competencias y normas de comportamiento deberían dominar prioritariamente los alumnos al terminar cada etapa de la escolaridad obligatoria? ¿Cómo debe adaptarse la escuela a la diversidad del alumnado? ¿Cómo podría mejorarse el reconocimiento y la organización de la vía profesional? ¿Cómo se puede motivar a los alumnos y hacer que trabajen eficazmente? ¿Cuáles deberían ser las funciones y modalidades de la evaluación de los alumnos, de la notación y de los exámenes? ¿Cómo se puede organizar y mejorar la orientación de los alumnos? ¿Cómo se prepara y se organiza la entrada en el ciclo superior? ¿Cómo pueden favorecer los padres y las figuras externas a la escuela el buen rendimiento escolar de los alumnos? ¿Cómo hacerse cargo de los alumnos que tienen grandes dificultades? ¿Cómo se escolarizan los alumnos minusválidos o con enfermedades graves? ¿Cómo se puede luchar eficazmente contra la violencia y la falta de civismo? ¿Cómo y de qué tipo deberían ser las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa, concretamente entre padres y profesores, y entre profesores y alumnos? ¿Cómo podría mejorarse la calidad de vida de los alumnos en la escuela? ¿Cómo deberían, en materia de educación, definirse y repartirse las funciones respectivas del Estado y de las colectividades territoriales? ¿Sería conveniente otorgar más autonomía a los establecimientos y acompañarla de una evaluación? ¿Cómo podría la escuela sacarle el mayor provecho a los medios de que dispone? ¿Es preciso redefinir las profesiones de la escuela? ¿Cómo se debería formar, contratar, evaluar y organizar mejor la carrera del profesorado?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque a partir de 2005 se aceptaron las formas decimoprimero y decimosegundo; lo preferible es el uso de las formas irregulares "undécimo y DUODÉCIMO".