Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 9 de marzo de 2011


CAROLINE ALEXANDER. ATRAPADOS EN EL HIELO

Hola, buenos días. Esta semana, en Todos los libros un libro os traigo una obra extraordinaria y, en cierto modo, inclasificable. Es un libro de fotografía, pero también una narración formidable; tiene mucho de biografía, pero es igualmente un relato de aventuras; en él descubrimos un fragmento muy relevante de la historia de los grandes descubrimientos geográficos en los albores del siglo pasado, pero también la fuerza de la voluntad humana para imponerse metas y luchar por ellas hasta el fin, de modo que hasta podría ser leído como un libro de autoayuda… Por ello dejadme deciros que sea cual sea el interés que os mueva hacia la lectura, seguro que vais a encontrar en él algo que os resulte sugestivo, algo que pueda interesaros, y entreteneros y haceros aprender. En fin, no más suspense, me dejo de preámbulos y desvelo ya el título de nuestra propuesta de hoy. Se trata de Atrapados en el hielo. Está escrito por Caroline Alexander y publicado por la Editorial Planeta en diversas ediciones, aunque os recomiendo la de tapas duras, algo más cara, pero con extraordinarias fotografías y una gran belleza formal. Probablemente la sola mención del título os sonará porque hace algunos meses se presentó en Salamanca, organizada por Caixa Catalunya, una exposición en torno a la muy sugestiva peripecia que el libro narra.

Atrapados en el hielo cuenta una historia fascinante con el atractivo adicional de que se trata de una historia real. El 8 de agosto de 1914 partía de Inglaterra con destino hacia el Atlántico Sur el Endurance, una goleta con tres palos, de madera, con un peso de trescientas toneladas y cuarenta y ocho metros de eslora, al mando de Sir Ernest Shackleton, uno de los exploradores polares más famosos de la época. Shackleton, que ya había protagonizado con resultados desiguales otras aventuras, entre ellas un intento frustrado de alcanzar por primera vez el Polo Sur, hazaña que quedaría asociada para siempre a otros dos nombres míticos de la aventura polar, Admunsen y Scott, pretendía atravesar a pie el continente antártico. Se hizo acompañar en su misión por veintisiete hombres escogidos concienzudamente para resistir la dureza de la travesía y los rigores de la prueba. Preparó igualmente con minuciosidad los detalles de intendencia de una expedición que se adivinaba terrible pues, tras llegar a las aguas antárticas, con un mar helado, les esperaban centenares de kilómetros entre bloques de hielo, temperaturas bajísimas y viento irrefrenable.

Pero la aventura nunca llegó a consumarse, o sí lo hizo, aunque sin los logros pretendidos. Después de un viaje relativamente plácido desde Europa hasta las últimas estaciones balleneras de la isla de San Pedro, en el remotísimo Mar de Escocia, y tras más de mil seiscientos kilómetros recorridos entre aguas congeladas desde esta isla hasta las puertas del Círculo Polar, a unos ciento sesenta kilómetros del continente antártico, el Endurance quedó varado, abrazado por bloques de hielo.

Atrapados en el hielo nos cuenta la peripecia de sir Ernest Shackleton y su Endurance; nos cuenta cómo, durante dieciséis meses, Shackleton y sus veintisiete hombres se vieron desplazados a lo largo de miles de kilómetros dentro de un barco atrapado en un inmenso bloque de hielo y en condiciones meteorológicas imposibles; nos cuenta cómo, tras la destrucción del buque por la presión del hielo, esos hombres impulsados por el espíritu indomable de un enérgico, optimista, luchador y excelente líder, debieron desplazarse a pie y en minúsculos botes de remo hasta encontrar, insisto, dieciséis meses después de su partida, el cobijo en la isla de San Pedro.

Atrapados en el hielo es la historia -magníficamente ilustrada por las fotografías que uno de los expedicionarios, el fotógrafo australiano Frank Hurley, tomó durante la aventura-, es la historia, digo, de un fracaso, un fracaso que, paradójicamente, ha quedado como ejemplo de la capacidad del hombre para superar las adversidades, para sobreponerse a la naturaleza hostil y, en último término, a un destino funesto.

Os recomiendo vivamente este Atrapados en el hielo de Caroline Alexander publicado por la editorial Planeta. Su lectura es arrebatadora, nos tiene en vilo mientras dura la peripecia de sus protagonistas y, además, el ejemplo de la grandiosa gesta de éstos, de su frustrada, de su fracasada gesta puede enseñarnos algunas nociones útiles para encarar con ánimo los problemas con los que nos topamos en nuestra vida cotidiana. Os dejo ya con un fragmento del libro en el que, como siempre en estas lecturas finales que semanalmente os ofrezco, encontraréis, presentadas de modo sintético, algunas de las claves del libro. Tras él, y también como de costumbre, una canción relacionada con el texto, aunque esta vez traída por los pelos. Con la excusa de la nieve he escogido una de mis canciones favoritas de Prince, Sometimes it snows in april, A veces nieva en abril. Espero que os guste (pese al exceso de peces que, por otro lado, también encajan en la aventura marinera). Hasta dentro de siete días.

La expedición del Antártico, a comienzos del siglo XX, no se parecía a ninguna otra exploración en cualquier otro punto de la Tierra. No había feroces animales ni indígenas salvajes que cerraran el paso al explorador. El obstáculo esencial era puro y simple: vientos de hasta más de trescientos kilómetros por hora y temperaturas de hasta cincuenta grados centígrados bajo cero. La lucha se establecía entre el hombre y las fuerzas desatadas de la naturaleza, entre el hombre y los límites de su resistencia. La Antártida era también un lugar excepcional por el hecho de que fue auténticamente descubierta por sus exploradores. Nunca vivieron allí pueblos indígenas y quienes pisaban ese continente podían proclamar con razón que eran los primeros de las especie humana que proyectaban en él su sombra.
Cuando Shackleton emprendió su
Expedición Imperial Transantártica era ya un héroe nacional, protagonista de dos expediciones polares, una de las cuales le había llevado hasta ciento sesenta kilómetros del Polo Sur, el punto más meridional al que hubiera llegado hasta entonces un ser humano. Aunque, pese al heroísmo de esos intentos anteriores, en ninguno de ellos había conseguido lo que se propusiera. Cuando Shackleton volvió al sur, en 1914, otros habían alcanzado la meta del Polo Sur, razón por la que se fijó otro objetivo: la travesía del continente antártico, desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross. Los preparativos para la expedición del Endurance fueron abrumadores. Obtener fondos para hacerla realidad no fue el menor de ellos. Shackleton contaba ya cuarenta años y había puesto toda su experiencia de explorador y de organizador al servicio de esta ambiciosa empresa. Shackleton todavía no lo sabía, pero la travesía de la Antártida sería otra expedición sin éxito. Sin embargo, iba a ser sobre todo gracias a esta expedición fracasada del Endurance por lo que sería recordado.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta, tengo el libro, y tengo el DVD, y me ha encantado, lo conseguí en Victor Jara, a un precio único.
Espero que también les guste a otras personas tanto como a mi.
Saludos.