DAVE EGGERS. QUÉ ES EL QUÉ
Hola, buenos días. Sed bienvenidos a Todos los libros un libro. Un miércoles más, y aprovechando la pausa veraniega, quiero ofreceros una sugerencia de lectura con la modesta intención de orientaros en el complicado mundo de la oferta editorial, recomendando algún libro propicio para estos días de presumible asueto estival. Habréis apreciado que hay un tenue hilo conductor entre todos los libros reseñados en estas últimas semanas: el del viaje y la aventura. He escogido títulos que nos lleven a países más o menos exóticos, que nos transmitan la sensación de gozoso extrañamiento, que nos permitan conocer otras formas de vida, otras costumbres, otros modos de encarar la existencia, de acercarse a unas realidades que, si bien distintas en las formas a las nuestras propias -muy distintas en ocasiones-, coinciden sin embargo en lo que de común tenemos todos los seres del mundo: la esencial humanidad de nuestras vidas; relatos, en definitiva, que hablan del alma humana, se ambienten en Afganistán o Etiopía, la China o, como en el libro que hoy os comento, Sudán. Un Sudán que el pasado 9 de julio dejaba de ser el país más grande de África para escindirse en dos, Sudán del norte y Sudán del sur, este último, recién ganada su independencia, el país más joven del mundo. Como quizá sabéis, en Sudán convivían dos grandes mundos claramente antagónicos, un sur católico y animista y un norte musulmán; un sur espacio vital de los dinka, la etnia mayoritaria en el territorio, y un norte hábitat de los misseriya, enfrentados desde hace siglos con la tribu rival; un sur pobre, depauperado y rebelde y un norte poderoso; un sur en cuyas tierras se albergaban riquísimos yacimientos de petróleo, y un norte en el que desde el gobierno se esquilmaban esos recursos petrolíferos; un sur y un norte, en fin, enfrentados desde 1983 en una guerra civil formalmente terminada en 2005, pero que ha mantenido encendidos hasta ahora mismo los rescoldos de una enemistad secular (avivados por la codicia generada por la posesión del oro negro).
Y de esta realidad conflictiva y fascinante, dolorosísima y, sin embargo, muy interesante humanamente, habla el libro que quiero recomendaros. Se trata de una voluminosa novela, de más de quinientas páginas, aunque de lectura muy asequible, con una temática, con un ritmo de escritura, con unos personajes que la hacen muy atractiva y que nos impiden abandonarla, obligándonos a permanecer ‘enganchados’ a su trama. Me refiero a Qué es el Qué, un título ciertamente singular, debido a la pluma del norteamericano Dave Eggers, y publicado en España por la editorial Mondadori en traducción de Toni Hill.
Acabo de señalaros que el libro es una novela y, tras mi afirmación, me entran las dudas. En fin, Qué es el Qué es ciertamente una novela, hay ficción en ella, hay elementos inventados en su trama, pero la base autobiográfica del relato y el carácter real, histórico, de la mayor parte de lo que se cuenta son tan importantes, tienen tanto peso, son tan poderosos y están tan presentes, que durante su lectura uno tiene la impresión de estar asistiendo a la narración de una parte de la vida verdadera, no la ficcionada, de sus protagonistas.
A partir de unas clases en la Facultad de Periodismo de Berkeley, en Estados Unidos, Dave Eggers se incorporó a un proyecto, denominado Voice of Witness (Testimonio en viva voz, como ha sido traducido; La voz de los testigos, más literalmente), pensado para ilustrar las grandes crisis de la humanidad contemporánea a través del relato oral. Dentro de ese proyecto se publicaron libros sobre la tragedia de los afectados por el huracán Katrina, también sobre las víctimas de los errores judiciales norteamericanos, ciudadanos inicial y equivocadamente convictos y acusados y posteriormente exonerados. En el marco de esa serie se inscribe este Qué es el Qué.
El libro se abre con la declaración de Valentino Achak Deng, un joven sudanés que vive en Atlanta, en Norteamérica. En este prefacio, Valentino, que a lo largo del libro será también Achak, el Alejado, África, Dominic, Deng, siendo sus múltiples nombres una manifestación simbólica de las innumerables vicisitudes de su vida, nos anticipa el sentido del libro que vamos a leer. Durante dos años Valentino contó su historia, su dramática, su estremecedora, su triste experiencia vital, oralmente, a Dave Eggers. Valentino era un niño cuando estalló la guerra en Sudán, una guerra que provocó dos millones y medio de muertes y muchos millones de desplazados en un conflicto brutal, salvaje, cruel, inhumano, una guerra atroz -todas lo son- acontecida en esas tierras perdidas del este de África en medio de la indiferencia casi general del mundo. A partir de ese relato, el autor redactó su novela, manteniendo en lo esencial la trama biográfica narrada por el niño sudanés e incorporando algunos elementos de ficción para dar a la obra una consistencia final literaria.
No tengo demasiado tiempo para comentaros la intensa experiencia humana a la que accederéis si leéis esta novela, porque quiero dejaros íntegro un fragmento del libro que explica el sentido de su algo críptico título; dejadme deciros, tan sólo, que en Qué es el Qué se nos coloca cara a cara con una de las grandes tragedias humanas de las últimas décadas, ese conflicto sudanés que ha aparecido esporádicamente en los medios de comunicación en los últimos treinta años, y que ahora, con ocasión de la feliz independencia de Sudán del sur, rememoramos. Valentino, un niño pequeño en la primera mitad de los años ochenta del pasado siglo, ve cómo su pueblo es arrasado, sus familiares asesinados, incendiados los parajes de su infancia, violadas las jóvenes de su poblado, masacrados sus vecinos y allegados, devorados los niños por las fieras, torturados todos por las mil y una facciones que se disputan el poder en un Sudán caótico convulsionado por luchas internas de difícil explicación (de difícil explicación si hacemos abstracción de las oscuridades del alma del ser humano, de aquella faceta de la naturaleza humana vinculada al mal, al mal absoluto, del odio entre hermanos, de la destructiva y ciega y terrible pasión por el dinero). Durante años, Valentino perderá su infancia, y junto a millones de sus conciudadanos, vagará en busca de una vida digna, de la tranquilidad y el sosiego que tan normales nos resultan en nuestras despreocupadas vidas de ciudadanos occidentales, atravesará a pie desiertos y selvas, emigrará a Etiopía y Kenia, deambulará por campos de refugiados, y, al fin, junto a otros cuatro mil Niños Perdidos (ése es el nombre por el que serán conocidos) llegará a los Estados Unidos en donde la promesa de una vida mejor resulta casi tan decepcionante como su dramática peripecia vital en África. Y de todo ello da cuenta Dave Eggers en su libro, en un relato apasionante y durísimo, estremecedor y deslumbrante, muy interesante y conmovedor.
Leed este Qué es el Qué escrito por Dave Eggers y publicado por la editorial Mondadori. Aparte de una magnífica novela, podréis conocer de primera mano, podríamos decir, una de las más terribles tragedias en las que se ha visto envuelta (en las que se ve envuelta, pese a la aparente calma que ha traído la independencia) la humanidad en este por otro lado tan moderno y avanzado y tecnológico y desarrollado siglo XXI. Os dejo con un fragmento del libro que encierra una de sus claves. Os dejo igualmente con una pieza de música africana que habla también de algunos de los muchos problemas de África: Africa remebers, del senegalés Youssou N’dour. Su significativa letra: El ayer ha pasado pero tenemos que recordarlo. Mis antepasados sufrieron la esclavitud. Un árbol crece desde sus raíces y yo jamás dejaré de recordar. Sígueme, si quieres. Sí, ahondo en el pasado. Estoy recordando. En otro tiempo habrían venido a buscarte a casa. Y te habrían llevado lejos con las manos atadas. No hubieras vuelto a ver a tu familia ni tus bienes. Nunca, nunca más. De esta manera, los africanos hemos tenido que esforzarnos, hasta que, por fin, hemos recuperado lo más importante que tenemos: nuestra cultura. No renuncies a tu cultura por nada en el mundo. La razón de que riñamos y peleemos en África, incluso hoy, es porque a los líderes africanos les gusta demasiado el poder. Lo que tendríamos que hacer es unirnos. La unidad es el poder. Ahora hay muchos de nosotros en el extranjero, que se marcharon hace tiempo. No tienen dónde caerse muertos y no pueden hacer nada. Nunca volverán a ver a sus familias. Sígueme, si quieres. Lloro por África. Si la esperanza no está rota y la verdad no está perdida, encontraremos la energía en la unidad. Voy a llorar otra vez, porque África debe estar unida.
Hasta la semana que viene.
Cuando Dios creó la Tierra, nos hizo primero a nosotros, los monyjang. Sí, el primer hombre fue un monyjang, y lo hizo más alto y más fuerte que a cualquier otra persona sobre la faz de la Tierra.
Sí, Dios hizo a los monyjang altos y fuertes, y hermosas a sus mujeres, más hermosas que a cualquier otra criatura de la Tierra.
Y cuando Dios hubo terminado, y los monyjang estaban en la Tierra esperando instrucciones, Dios preguntó al hombre: Ahora que estás aquí, en la tierra más sagrada y fértil que tengo, puedo concederte una cosa más. Puedo concederte esta criatura, llamada vaca… Si, Dios enseñó al hombre la idea de ganado, y el ganado era magnífico. Era la réplica exacta de los deseos de los monyjang. Los hombres y las mujeres dieron gracias a Dios por ese gran regalo, porque sabían que el ganado les daría leche y carne y les reportaría toda clase de prosperidad.
Pero Dios no había terminado. Dijo: Podéis quedaros con el regalo del ganado, o bien podéis tener el Qué. Pero, ¿qué es el Qué? Esa era la cuestión. De manera que el primer hombre levantó la cabeza hacia Dios y pregunto qué era eso, qué era el Qué. ¿Qué es el Qué?, preguntó el primer hombre. Y Dios le dijo: No puedo decírtelo. Pero tienes que elegir. Tienes que elegir entre el ganado y el Qué.
Ahora bien, el hombre y la mujer podían ver el ganado con sus propios ojos, y sabían que el ganado les proporcionaría la posibilidad de comer y vivir con gran satisfacción. Vieron que el ganado era la creación más perfecta de Dios y que poseía parte de la esencia de Dios. Sabían que vivirían en paz con el ganado, y que si lo ayudaban a comer y a beber, este a su vez les daría leche, se multiplicaría con los años y mantendría felices y sanos a los monyjang. De manera que el primer hombre y la primera mujer comprendieron que serían tontos si dejaban escapar el ganado a cambio de la idea de qué. Así que el hombre escogió el ganado. Y Dios ha demostrado que fue la decisión acertada. Dios estaba poniéndole a prueba. Le ponía a prueba para ver si podía apreciar lo que le había sido concedido, si era capaz de valorar aquel botín que tenía delante en lugar de cambiarlo por lo desconocido. Y como el primer hombre fue capaz de hacerlo, Dios nos ha permitido prosperar. Los monyjang viven y crecen y el ganado vive y crece.
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