Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 27 de julio de 2011

LINDSEY DAVIS. LA PLATA DE BRITANIA

Hola, buenos días, bienvenidos a Todos los libros un libro. La habitual recomendación de lectura que todos los miércoles os hacemos aquí, en Radio Universidad de Salamanca, hoy no puede formularse en singular, una recomendación, porque hoy quiero hablaros no de un libro sino ni más ni menos que… de veinte; o más exactamente, de veinte... y uno adicional. Puede pareceros desmesurado un consejo de lectura que tenga un objeto tan amplio, ¿quién va a querer leer, quién va a poder leer -pensaréis- veinte, y aun más, veintiún libros? Sin embargo, si accedéis a mi proposición de esta semana, estoy seguro de que acabaréis cayendo en las garras de esta fascinante serie de novelas -pues se trata de una serie- que ahora os voy a presentar y, dadas las fechas, os entregaréis en cuerpo y alma a un resto de verano lector.

En 1991, la escritora británica Lindsey Davis publicó en España, en la editorial Edhasa, La plata de Britania, una novela policiaca ambientada en la Roma del año 70 después de Cristo, con un personaje principal, Marco Didio Falco, un investigador privado que deberá resolver diversos enigmas en la Roma imperial pero que le llevarán, en esa primera aventura, hasta las minas de plata de Britania. Desde entonces, desde ese lejano 1991, las peripecias de Marco Fidio Falco han ido creciendo y complicándose y Lindsey Davis ha seguido narrándolas hasta completar, como os digo, una serie de veinte novelas. La última publicada en España es Némesis, y acaba de ver la luz en una no demasiado cuidada edición, plagada de errores tipográficos y con una horrorosa traducción de Montse Batista (responsable también de la todavía más deficiente del título anterior de la serie), repleta de giros ‘catalanes’ que chirrían en correcto castellano, además de fallos varios (mesero por camarero -una acepción (disculpable) no permitida por nuestro diccionario-, estipendo por estipendio, o flauta de pan por siringa o flauta de Pan -con mayúscula: el semidios griego, obviamente, y no el alimento-, entre otros). Pese a todo, la novela, como las anteriores de la serie, merece la pena, y es especialmente recomendable, insisto, en estos días veraniegos en los que normalmente todos disponemos de más tiempo para encarar con agrado y placer la lectura de este tipo de libros voluminosos pero extraordinariamente adictivos.

En lo que se refiere a esos veinte libros del detective romano, y como podréis comprender, resulta imposible resumir en unos pocos minutos una obra tan vasta, no sólo en extensión -pues cada novela tiene, normalmente, más de trescientas páginas- sino en alcance, en episodios diversos, en aventuras, en personajes, en referencias. Dejadme por lo tanto resaltar tan sólo dos de los grandes logros de toda la serie, los que para mí son los ejes principales de la creación novelística de Lindsey Davis.

En primer lugar, la saga de Marco Didio Falco destaca por su ambientación. Yo no soy, es claro, un experto en la Roma clásica, pero las descripciones de los lugares, de las calles, de los edificios, de las comidas, de las vestimentas, de las costumbres, del mobiliario, de los juegos infantiles, de los ritos, la atmósfera entera en la que se desarrollan las novelas, nos trasladan a la época narrada con una verosimilitud que no sólo aprecia el lector profano, el lector común, sino que también ha sido muy ponderada por los especialistas. Falco se come un pastelillo en un puesto de la calle mientras vigila a un sospechoso, y Lindsey Davis nos cuenta con naturalidad la composición, y la textura, y hasta el sabor o el olor del dulce; del mismo modo, el detective se deja caer sobre su lecho en una buhardilla decrépita del Aventino, tras una jornada de fatigoso trabajo, y la escritora nos presenta los muebles, los escasos utensilios de cocina, la precaria decoración; igualmente, una persecución en el Foro es la ocasión para que en el relato surjan con precisión los menores detalles de las columnatas de los templos, de las estatuas de los dioses, de la túnica del perseguidor, de los abalorios que adornan a la joven perseguida; y en todos estos casos, la descripción resulta creíble, y parece documentada, y efectivamente nos mete en ambiente, nos transporta a aquel mundo.

Por otro lado, el segundo gran valor de estas novelas es, a mi juicio, el haber aprovechado consciente e inteligentemente el molde de la literatura clásica de la serie negra, las historias que tanto hemos leído en Dashiell Hammet o Raymond Chandler, sus detectives Sam Spade o Philip Marlowe a los que también hemos visto en el cine protagonizados por Humphrey Bogart o Robert Mitchum. Marco Didio Falco encaja perfectamente en el prototipo más ortodoxo de investigador que ha popularizado la novela criminal: duro pero sensible, cínico pero también humano y noble, rebosante de un humor mordaz y sarcástico, perseguidor de las mujeres y dotado de un singular encanto para con ellas, independiente e íntegro, valiente y generoso, inteligente y reflexivo pero, a la vez, esforzado hombre de acción. Fíjense en este párrafo de Raymond Chandler que cita la propia Lindsay Davis a propósito de su obra: Por estas calles miserables tiene que ir un hombre que no es miserable, un hombre sin mácula que no tiene miedo. En este tipo de historia el detective tiene que ser de esta clase de hombres. Él es el héroe, él lo hace todo. Debe ser un hombre completo, un hombre corriente pero al tiempo excepcional. Tiene que ser, por usar una expresión bastante desgastada, un hombre de honor… pero por instinto, por inevitabilidad, sin pensar en ello y, desde luego, sin decirlo. Tiene que ser el mejor hombre del mundo y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Así es, en efecto, Falco, un hombre honrado y escéptico, comprometido y a la vez lúcido, ejemplar pese a sus contradicciones o precisamente por ello, capaz de un distanciamiento irónico del poder, incluso de aquel que le paga.

Pero no son sólo estos dos innegables logros los elementos destacados de la obra de Lindsey Davis. La inmejorable recreación de un espacio y un tiempo que nos trasladan convincentemente a esa Roma del siglo primero y la invención de un personaje imperfecto pero ejemplar que bebe de la tradición de los grandes modelos del género policiaco, vienen acompañadas de infinidad de otros detalles de interés: las tramas detectivescas, las intrigas palaciegas, los referentes históricos, el agudísimo sentido del humor, la pléyade de personajes secundarios poderosamente construidos, con la bella Helena, mujer de Falco, como heroína inolvidable.

Y aquí, en esta constelación de elementos aparentemente accesorios de los libros, es donde aparece la vigésimo primera recomendación de esta semana. Y es que ahora, con la publicación de la aventura número veinte del detective, se ha presentado (en España también en la editorial Edhasa) un imprescindible manual que con el nombre Marco Didio Falco, la guía oficial constituye una suerte de enciclopedia que contiene todo lo que hay que saber sobre la saga novelesca ‘falquiana’. En cuatrocientas apretadas páginas, como os digo indispensables para cualquier seguidor de la serie, Lindsey Davis nos da cuenta de su propia trayectoria personal y familiar, de su formación académica y su vocación de escritora, de la invención de Falco, de sus rutinas al escribir, de las portadas de los libros, de las peripecias de su página web, del proceso de la escritura, de su estilo e influencias, de sus fuentes y herramientas de investigación. Pero hay, además, un análisis muy completo de cada una de las veinte novelas (y de una previa ajena a las peripecias de Marco Didio); un recorrido pormenorizado por las singularidades de varias decenas de los extraordinarios personajes que pueblan las obras; un estudio exhaustivo de los lugares de la trama, las localizaciones de las novelas, con sus características, su historia y sus curiosidades, con sus planos y sus topónimos modernos; una explicación detallada de la época, con un calendario comparativo de los acontecimientos públicos reales e históricos y los sucesos privados y de ficción de la narración literaria; hay una aproximación divulgativa, que permite disfrutar mejor de los libros, a ciertos elementos habituales de la vida romana: la rutina diaria y las horas del día, las reglas que determinaban la posición social, el papel de las mujeres o los esclavos, o el funcionamiento de la familia y el Imperio, el Derecho Romano, la delincuencia y las labores de policía de vigiles, pretorianos e informantes (trasunto esta figura, la del informante, de nuestro actual espía o detective privado). Hay, por fin, una sección final con comentarios sobre la comida y la bebida en Roma, los nombres, los juegos, la religión, la medicina, la odontología, la contracepción, los baños, el dinero, la música, las fuerzas armadas, las medidas, la ropa, la pronunciación, y tantas otras interesantísimas informaciones más, muy oportunas, por otro lado, para una más provechosa degustación de la serie.

Acercaos pues a esta larga y excelente serie de novelas de intriga detectivesca y a su completa guía escritas por Lindsey Davis. Empezad, como parece natural, por la primera de ellas, pues aunque las historias que se narran en cada una sean independientes, la mejor comprensión y el mejor disfrute de los libros se producirán leyéndolas en orden. Recordad su título: La plata de Britania, publicada como todas las demás de la serie en la editorial Edhasa. Y a partir de ella, estoy seguro, querréis devorar el resto y también su sorprendente e inagotable guía oficial. Os dejo un fragmento, breve pero significativo, de esa primera novela, en donde se reconoce ya el tono general de la irónica escritura de Lindsey Davis y en el que, en pocas líneas, tenemos una idea bastante aproximada del carácter de su personaje.

Para complementar musicalmente la lectura de los libros, y ante la imposibilidad de encontrar una canción que se acomode exactamente al mundo del imperio romano, cojo el tema por los pelos y os dejo a Morcheeba y su Rome wasn’t built in a day, uno de los grandes éxitos del grupo, con una Skye Edwards como siempre magnífica. Con ella nos despedimos hasta el mes de septiembre. ¡Disfrutad de un agosto espléndido!


Me di cuenta de que la muchacha llevaba demasiada ropa cuando la vi subir corriendo los escalones.
El verano tocaba a su fin. Roma se freía como una tortita sobre una plancha. La gente se desataba los zapatos pero se los dejaba puestos, ni siquiera un elefante podría cruzar la calle descalzo. La gente se dejaba caer sobre taburetes en portales a la sombra, con las rodillas descubiertas separadas, y desnuda hasta la cintura… y en las callejuelas del Sector Aventino, donde yo vivía, la gente quería decir las mujeres.
Me encontraba en el Foro. La muchacha corría. Estaba demasiado vestida y peligrosamente acalorada, aunque la insolación o el ahogo aún no habían podido con ella. Estaba brillante y pegajosa como una trenza de pasta glaseada y cuando se precipitó por la escalinata del templo de Saturno en dirección a mí no hice el menor ademán de apartarme. No chocó conmigo por los pelos.
Cuando la vi de cerca seguí pensando que estaría mejor sin tantas túnicas. No quiero que se me entienda mal. Las mujeres me gustan con unos pocos vestigios de tela: me permiten abrigar la esperanza de quitárselos. Si desde el principio no llevan nada suelo deprimirme porque, o acaban de desnudarse para otro o, dado mi oficio, están muertas. Ésta estaba trepidantemente viva.

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