Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

DEBORAH EISENBERG. EL OCASO DE LOS SUPERHÉROES

Hola, buenos días. Bienvenidos una semana más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca en el que semanalmente os ofrecemos nuestras particulares recomendaciones de lectura. Hoy quiero proponeros una magnífica colección de relatos, El ocaso de los superhéroes es su título. Su autora es la norteamericana Deborah Eisenberg, de la que hasta ahora no conocíamos ninguna obra traducida, por lo que tenemos que agradecer a la editorial Leqtor el habernos mostrado éste su más reciente libro en traducción de Luis Murillo Fort. Confiemos en que, dada su calidad, podamos ver pronto difundidas en España el resto de sus colecciones de relatos.

Porque la verdad es que Deborah Eisenberg es una escritora formidable, capaz de trasladarnos, desde un planteamiento inicialmente realista de las acciones de sus personajes, a su interior, a su intimidad más profunda. Sus cuentos, no demasiado breves -se trata casi de novelas cortas-, nos hablan de las preocupaciones, de los sentimientos, del absurdo, de las pequeñas desdichas, de las grandes tragedias, de las relaciones afectivas, de los conflictos familiares, del paso del tiempo, de las alegrías y las frustraciones -sobre todo de las frustraciones- de los seres humanos, en estos tiempos convulsos y en este mundo complejo y desconcertante; unos tiempos y un mundo que, en algunos relatos, por ejemplo el que da nombre al libro, son más que un mero marco de referencia, más que un escenario, para convertirse en auténticos protagonistas de la historia. Pero lo esencial de Deborah Eisenberg es su estilo, elegante, lleno de matices, de detalles, un estilo en el que lo que no se cuenta, las elipsis y los sobreentendidos, los silencios y los saltos temporales, el montaje -hablando en términos cinematográficos- importa tanto como lo que sí se relata.

Deborah Eisenberg ha sido comparada a otra extraordinaria escritora, con la que tiene, en efecto, muchos puntos en común, y de la que ya os he hablado aquí por su innegable calidad y porque también me entusiasma, la canadiense Alice Munro. Coincide con Deborah Eisenberg en esta capacidad, más que notable e interesantísima, de contar sin contar, omitiendo, restando, despojando al relato de adherencias superfluas, dejando que los espacios aparentemente vacíos entre acciones, entre escenas, entre momentos nos digan más que la propia historia narrada.

Os recomiendo sobre todo el relato que da título al libro, El ocaso de los superhéroes, con la tragedia del once de septiembre como fondo, a partir de la historia de Nathaniel, un joven arquitecto que vive con sus amigos en un apartamento enfrente de las Torres Gemelas. También Un Otto diferente y mejor, en donde aparece la absurda complejidad de los vínculos familiares en una pareja homosexual. En La venganza de los dinosaurios, otro relato magistral, se habla del olvido y la memoria, de los estragos del tiempo a través de la descripción de la vida cotidiana de una enferma de Alzheimer que asiste embobada y traspuesta a las imágenes catastróficas que la televisión reitera. En Ventana, de un modo sutil y nada obvio, con alusiones, con leves retazos de conversación, un gesto, una frase, se narra el drama oculto y casi imperceptible de una mujer maltratada.

En fin, no deberíais dejar de leer a Deborah Eisenberg en este El ocaso de los superhéroes, publicado por la editorial Leqtor; seguro que, además de unas horas placenteras y entretenidas, os reconoceréis en las preocupaciones de los personajes y aprenderéis mucho sobre la naturaleza humana.

Os dejo ya con un fragmento de uno de sus cuentos con el que, como es habitual en Todos los libros un libro, pretendo trasladaros un retazo de la atmósfera que envuelve a la obra. Espero, como siempre, que pueda interesaros. Y como el texto habla de la ancianidad, de la vejez, del inexorable y terrible paso del tiempo, os ofrezco como cierre una canción que se refiere a esa realidad común e inevitable. Help the aged, de los magníficos Pulp de Jarvis Cocker.

Pero ¿cómo ha envejecido tanto? La estúpida pregunta de costumbre. Uno se había burlado toda la vida de los patéticos vejestorios que iban por ahí chocheando como quien busca un calcetín mal guardado, tirándole a uno de la manga y preguntando tímidamente: ¿cómo he envejecido tanto?

La simple visión de su cara pacientemente inexpresiva los volvía crueles. Verás cuando te pase a ti, decían con rabia.

Muy bien, eso tendría que llegar, sí, pero no de la manera ridícula como les había ocurrido a ellos. Pero aquí está, él y también sus amigos, cayendo al mismísimo vertedero de la tercera edad. O, cuando menos, luchando desesperadamente por mantenerse al borde del mismo. Sin embargo, hace apenas un segundo, pese a que corrían inexorablemente hacia allá, ni siquiera lo han visto.

¿Y qué ha sido de su juventud? A diferencia del calcetín mal guardado, no está por ninguna parte; se disolvió en los años decisivos de su vida.

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