Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 24 de abril de 2013

ANNA GAVALDA. EL CONSUELO

Hola, buenos días, bienvenidos como todos los miércoles a Todos los libros un libro, vuestra cita semanal con las recomendaciones literarias aquí, en el 89.0 de la emisora universitaria salmantina. Esta mañana quiero proponeros una novela muy interesante, muy extensa también, casi seiscientas páginas, aunque como la acojáis con el entusiasmo y la pasión, con la fruición lectora que me han acometido a mí mismo al encararla, podéis tener por seguro que la vais a disfrutar y se os terminará entre las manos en un suspiro fugacísimo. Se trata de la estupenda El consuelo, escrita por Anna Gavalda, autora que goza de un extraordinario éxito y de un reconocimiento casi unánime no sólo en su Francia natal sino en hasta treinta y ocho países en los que ha sido traducida, tal y como declara su propia editorial, la catalana Seix Barral, que presenta la novela en la versión española de Isabel González-Gallarza. También en España la novela ha alcanzado un cuantioso número de reediciones por lo que podemos suponer que ha sido muy leída y apreciada; con mi recomendación de hoy juego sobre seguro, pues.
 
El consuelo gira sobre un personaje principal, Charles Balanda, de 47 años, un arquitecto e ingeniero famoso y reconocido, con una vida profesional llena de éxitos, que lo llevan por razones de trabajo a medio mundo, siempre embarcado en proyectos, congresos, reuniones, convenciones. Su vida personal es, también, aparentemente envidiable. Vive con Laurence, una mujer guapa, independiente, profesional en el mundo de la moda, en la muy francesa Chanel, y con la hija de esta, la adolescente Mathilde, catorce años de ingenuidad y ternura, de confusión y aislamiento tras los auriculares del iPod. La vida de Charles muestra, sin embargo, enormes grietas que apenas logran disimular las apariencias de éxito que le rodean. Su insatisfacción, su descontento radical con una existencia superficial, su profunda infelicidad, su desajuste con esa vida ficticia que pasa por real y que lo mantiene narcotizado, sin tiempo para pensar, en aviones y aeropuertos, entre relaciones personales y profesionales insulsas, cínicas y falsas, estallan un día cuando en una celebración familiar, el cumpleaños de su mujer, recibe una carta en la que, de modo austero y algo misterioso, se le comunica que Anouk, una mujer formidable que marcó su infancia y su adolescencia, la entonces joven madre de su íntimo amigo Alexis, ha muerto.
 
A partir de ese acontecimiento, Charles rememora la historia con Anouk, una mujer espléndida, singular, nada convencional, a la que amó y que cambió su vida, y empujado por ese recuerdo, se replantea su existencia, se cuestiona el absurdo de su vida profesional, la mentira de su relación de pareja, tantea, deambula, balbucea, experimenta en busca de un destino más auténtico. Charles encontrará a Kate, otra mujer, como Anouk, fuera de la norma, luminosa, adorable, valiente, inteligente, un personaje femenino muy destacado, muy logrado, fuerte, resplandeciente, de la que se enamorará y que le permitirá consumar el cambio de rumbo de su vida.
 
Resumida así, El consuelo os parecerá una novela convencional, con personajes arquetípicos, estereotipados, el hombre de mediana edad aburrido y desencantado en la crisis de los cincuenta, su mujer ejecutiva, seca y fría, la chica joven llena de vida que aparece para cambiarlo todo… Y aunque algo de esquemático hay en la construcción de los personajes, la novela es, sin embargo, intensa y bellísima, original y muy interesante, con un planteamiento que desborda el tópico, que lo supera, lo recrea y lo mejora.
 
Quiero destacaros, en primer lugar y de un modo muy breve, no hay tiempo para más, la escritura, muy rápida y ágil, hecha de párrafos cortos, de frases muy breves, de infinidad de diálogos centelleantes. Una escritura muy trabajada para dar la impresión (y la autora lo logra con maestría) de naturalidad, de espontaneidad, de frescura.
 
La novela resulta convincente también por su ‘ambientación’ podríamos decir. Sin duda conocéis el hábito, tan común en algunos grandes actores, que les lleva a identificarse, a adentrarse de tal modo en el personaje que van a representar, que engordan treinta kilos con él, que viven semanas en un desierto o en alta mar o en un hospital psiquiátrico, o se hacen durante algún tiempo carniceros o seminaristas o boxeadores o asesinos en serie, para lograr la verosimilitud deseada en su actuación. Anna Gavalda defiende, en el ámbito de la escritura, una tesis similar y documenta sus obras con minuciosidad y rigor; así, al igual que su personaje principal, la autora viajó a Rusia, aunque la presencia de este país sea casi episódica en la novela, o se ilustró con profusión en temas de arquitectura, hasta el punto de que la recreación de su Charles arquitecto es tan real, tan creíble desde el punto de vista profesional, que ha suscitado la admiración y el elogio de revistas de arquitectura. Esa fidelidad a la realidad que describe, proporciona cercanía y fiabilidad a la novela, hace que la leamos con mayor convicción y constituye, por ello, otro de sus logros aparentemente imperceptible pero esencial.
 
La novela, por otro lado, está llena de sentido del humor, de ternura, de alegría, de optimismo. En un momento del libro, los personajes principales juegan a la petanca y se disponen a encarar la partida del ‘consuelo’, que definen así: está la primera partida, la segunda, luego la decisiva, la revancha, y por último, la del consuelo. Es una partida en la que ya nadie se juega nada. Una partida sin competición, sin perdedores. Por el placer de jugar y ya está. He ahí, de un modo sucinto y resumido, no sólo la explicación del título del libro, sino también, en cierto modo, la razón de su esencia, de su espíritu: la vida como juego, como aventura en la que se participa por el placer de jugar, sin más… Mensaje optimista, esperanzador, entusiasta, con un anclaje ideológico nítido, a mi juicio, en las expectativas y los sueños de mayo del 68, la revolución de la vida, el esbozo de otras formas de existencia más puras, más auténticas, el ansia de libertad, la vuelta a la naturaleza, la conciencia ecologista: Hoy en día el mundo es de los comerciantes, pero ¿y mañana? Me digo a menudo que sólo podrán salvarse aquellos que sepan distinguir una baya de un champiñón o plantar una semilla, dice uno de sus personajes.
 
Os dejo ya en compañía de otro fragmento significativo de la novela, un texto, extraído de La vida de las abejas, de Maurice Maeterlinck, que se cita con pertinencia en el libro. Tra él, una de las muchas canciones que “suenan” en la novela: el clásico Suzanne, de Leonard Cohen.
 
 
Y de la misma manera que las abejas llevan escrito en la lengua, la boca y el estómago que tienen que producir miel, también llevamos nosotros escrito en los ojos, los oídos, la médula de nuestros huesos, en todos los lóbulos de nuestro cerebro, en todos los sistemas nerviosos de nuestro cuerpo, que hemos sido creados para transformar lo que absorbemos de los frutos de la tierra en una energía particular y de una cualidad única en este planeta. Ningún otro ser, que yo sepa, ha sido diseñado para producir como nosotros ese extraño fluido que llamamos pensamiento, inteligencia, entendimiento, razón, alma, espíritu, potencia cerebral, virtud, bondad, justicia, saber; pues posee mil nombres aunque sólo tenga una esencia. Todo en nosotros le ha sido sacrificado. Nuestros músculos, nuestra salud, la agilidad de nuestros miembros, el equilibrio de nuestras funciones animales, el sosiego de nuestra vida soportan el esfuerzo cada vez más grande de su preponderancia. Es el estado más valioso y el más difícil al que se pueda elevar la materia. La llama, el calor, la luz, la propia vida y el instinto más sutil que la vida, así como la mayor parte de las fuerzas inasibles que coronaban el mundo antes de nuestra venida palidecieron en contacto con este nuevo efluvio.


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