Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 15 de mayo de 2013

HELENE HANFF. 84, CHARING CROSS ROAD


Londres, 10 de septiembre de 1951
 
Querida:
 
¡Es una tiendecita antigua y encantadora, que parece salida directamente de las páginas de una novela de Dickens! ¡Te chiflará cuando la veas!
 
Tienen fuera unos expositores, y me paré a hojear unas cuantas cosas simplemente para asumir la apariencia de una amante de los libros antes de pasar al interior. Dentro está oscuro: hueles los libros antes de poder verlos; un olor de lo más agradable. No soy capaz de describírtelo, pero es una combinación de moho, polvo y vejez, de paredes revestidas de madera y suelo entarimado. Hacia el fondo de la tienda, a la izquierda, hay un escritorio con una lámpara de estudio encima. Frente a él estaba sentado un hombre de unos cincuenta años, con nariz a lo Hogarth. Levantó la mirada al entrar yo, y me saludó diciendo: Buenas tardes. ¿Puedo ayudarla?, con marcado acento del Norte. Le respondí que sólo quería curiosear, y me animó a hacerlo.
 
Hay metros y metros de estantes, inacabables. Llegan hasta el techo y son muy antiguos y de tono agrisado, como de roble viejo que ha absorbido tanto polvo al correr de los años que ya ha perdido su color originario. Tienen una sección dedicada a grabados, que es una gran mesa alargada en la que se exponen grabados de Cruikshank, de Rackham, de Spy y de otros muchos ilustradores y caricaturistas ingleses que no soy capaz de reconocer porque apenas sé nada de ellos. Hay asimismo algunas revistas ilustradas, antiguas y deliciosas.
 
Permanecí dentro como una media hora, esperando que aparecieran por allí tu Frank o alguna de las chicas, pero era alrededor de la una cuando entré, así que supuse que probablemente habrían salido todos a almorzar, y yo tuve que irme porque no disponía de más tiempo.
 
 
Hola, buenos días. Bienvenidos a Todos los libros un libro. Espero que el sugestivo texto que acabo de leeros os ponga de un modo rápido y fácil en la pista de nuestra recomendación de esta mañana, que como quizá recordéis resulta una continuación de la que os hacía siete días atrás. El miércoles pasado os hablaba de La librería, una novela escrita por la inglesa Penélope Fitzgerald y que como su inequívoco título indica centraba su acción en el atractivo escenario de una tienda de libros. Hoy os traigo un segundo libro, con muchos paralelismos con aquél, ya señalados en mi reseña precedente. Se trata de 84, Charing Cross Road, su autora es la norteamericana Helene Hanff, y su presencia en el mercado español se debe a la editorial Anagrama, bajo cuya rúbrica se han hecho ya unas cuantas reediciones. El libro se presenta con la traducción al castellano de Javier Calzada y con un interesante post scriptum de Thomas Simonnet que aclara y profundiza y completa algunos aspectos de la narración.
 
84, Charing Cross Road era la dirección de un librería londinense, ya desaparecida, la afamada Marks & Co, que es, en cierto modo, la principal protagonista de la obra. De modo que, como hace siete días, nos encontramos con un texto en el que los libros tienen un papel destacado y principal. Celebramos de este modo, una semana más -y así ocurrirá todavía el miércoles próximo-, la insustituible pasión por la lectura en estos días en los que eco de la Feria del libro aún resuena en nuestras calles.
 
Un día de octubre de 1949, Helene Hanff (que es el personaje principal de su propio libro, clara y abiertamente autobiográfico) escribe desde Nueva York una carta a los responsables de la librería Marks & Co de Londres, tras haber leído en una revista literaria un anuncio de la tienda británica en el que los londinenses se daban a conocer como ‘especialistas en libros agotados’. Amante de los libros antiguos e interesada en algunos de imposible acceso, bien por demasiado caros para el exiguo presupuesto de una joven sin notables perspectivas profesionales, bien porque los ejemplares de segunda mano que sí están a su alcance resultan ser, en general, mugrientos y estar repletos de anotaciones escolares, Helene ve en la sorprendente y casi milagrosa aparición del pequeño anuncio un modo cómodo y sencillo de satisfacer sus necesidades de lectura y formación así como una fuente inagotable de placeres librescos.
 
Helene Hanff había nacido en 1916 en Filadelfia, en el seno de una familia de inmigrantes y con muy pocas posibilidades económicas. Iniciada por su padre en la pasión por el teatro, desde muy joven pretendió dedicarse a escribir obras para los escenarios. Instalada en Manhattan, sobrevivió durante décadas, en ocasiones al borde de la miseria, pergeñando piezas teatrales casi nunca representadas, escribiendo guiones televisivos, trabajando como publicista o colaborando en revistas varias. Cuando se decide a escribir esa primera carta a sus corresponsales ingleses, Helene está persuadida de poder suplir sus carencias formativas labrándose una cultura de un modo autodidacta a través de su propia selección de lecturas clásicas. Es por ello que, ante las limitaciones que encuentra en ese ámbito en el Nueva York en el que reside, decide escribir a la librería londinense. A partir de ese contacto inicial, y durante veinte años, Helene se cartea con Marks & Co, a través del librero principal, Frank Doel. En 84, Charing Cross Road se recoge toda esta correspondencia, varias decenas de cartas, que la propia Helene Hanff ha conservado en el desorden de su apartamento neoyorkino.
 
El motivo central de las cartas es, en un principio, meramente comercial: la norteamericana, solitaria, inteligente, maniática y extravagante, reclama, puntillosa y excesiva, libro tras libro con indicaciones muy precisas y a veces intempestivas, aunque siempre repletas de humor y ternura, sobre la encuadernación, la edición, las erratas, el estado de los lomos o las cubiertas, el precio y muchos otros aspectos, como os digo meramente mercantiles, por llamarlos así, de los libros. El bueno de Frank Doel le contesta, siempre educado, bastante circunspecto y formal, y haciendo gala de su muy británico humor, intentando satisfacer las exigencias, algo estrambóticas pero siempre bienintencionadas, de su excéntrica corresponsal estadounidense. A partir de las primeras cartas, y generada ya una tímida confianza mutua -tímida en lo que se refiere al discreto aunque tierno Frank, más atrevida y descarada por parte de la irreverente Helene-, el intercambio epistolar se hace más personal, incluso íntimo, y se abre a la familia de Frank y más tarde a algunos de los restantes dependientes y miembros del personal de la librería. En las primeras etapas de esta correspondencia Londres vive inmersa en la terrible posguerra (otro elemento en común con el libro reseñado hace siete días, La librería), de manera que la magnanimidad de Helene la lleva a aprovechar los envíos postales para proporcionar a sus ya amigos británicos huevos en polvo, carne, medias y otros bienes de casi primera necesidad de los que los londinenses, en su racionamiento obligado, se ven privados. El origen comercial de las cartas, aunque subsiste, se va entreverando, pues, con los lazos amistosos, con un cierto cariño mesurado (no puede ser de otra manera, habiendo ingleses de por medio, perdonadme la generalización tópica), de modo que son ya las vidas, la intimidad, la relativa soledad de ambos personajes principales, las que afloran por entre solicitudes de libros raros, comentarios sobre ediciones perdidas o glosas sobre textos o pasajes o capítulos de algún volumen insospechado (en un itinerario literario por otra parte ciertamente escogido). Y así, mientras vamos leyendo y a medida que pasan los años por nuestros protagonistas, junto a la pasión entusiasta por la lectura y por los libros que rezuman sus cartas, nos va poseyendo la ternura, una cierta melancolía, pues sentimos con ellos su imposible afinidad espiritual, la cercanía de sus almas pese a lo insalvable de la distancia física.
 
El encanto, la humanidad, la delicadeza, la sensibilidad que desprenden esas cartas, lo conmovedor y emocionante de esa correspondencia de años, ha entusiasmado a generaciones de lectores en el mundo entero y ha dado lugar a la traslación del libro a los escenarios teatrales, con numerosas adaptaciones en muy diversos países. Incluso, en 1987, el libro fue llevado al cine, en un enamorado regalo del productor Mel Brooks a su mujer, la actriz Anne Bancroft, que compartió protagonismo con Anthony Hopkins en la encarnación de los dos personajes principales.
 
En fin, leed este espléndido 84, Charing Cross Road de Helene Hanff publicado por Anagrama que sigue siendo, más de cuarenta años después de su publicación primera, una delicada joya literaria y una muy reconfortante experiencia de lectura y de humanidad. El acompañamiento musical al libro reseñado nos lo trae hoy -una vez más- el magnífico Nick Cave con sus Bad Seeds. There she goes, my beautiful world transcurre entre multitud de referencias a escritores, libros, poetas. Con ella os dejo hasta la semana que viene.


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