Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 19 de marzo de 2014

MERCEDES CASTRO. Y PUNTO

Hola, buenas tardes. Bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca en el que, semanalmente os ofrecemos una recomendación de lectura que esperamos pueda resultar de vuestro interés. Hoy os traigo una obra de una autora primeriza, la gallega Mercedes Castro que a sus 34 años publicó -hace ahora seis- su primera novela en la Editorial Alfaguara. Su título es Y punto, y ha conocido, desde su primera edición en enero de 2008, un relativo éxito comercial, pues son ya varias las reimpresiones que han visto la luz en este tiempo. Desde entonces ha publicado otra novela, también en Alfaguara, Mantis, que aún no he podido leer.
 
Pese a ser una ópera prima, Y punto es una novela muy trabajada, nada improvisada, no es el fruto de un impulso creativo, de un arrebato que lleva a una joven a lanzarse a la escritura. Por el contrario, Mercedes Castro, pese a su poca edad, ha ido construyendo su libro con paciencia y laboriosidad, con mucho rigor y de un modo sistemático y concienzudo. Cada día, durante nueve años, dedicó un par de horas a la elaboración de su primera obra, para lograr un resultado más que estimable, una voluminosa e interesante novela de 628 páginas que, como os digo, ha sido muy apreciada por la crítica y los lectores.
 
Y punto es, podríamos decir en una síntesis apresurada, una novela policiaca, aunque no se trata tan sólo de la típica novela de crímenes y misterios por resolver, pues en ella hay mucho más, por ejemplo, entre otros aspectos de los que luego os hablaré, la novela está plagada de referencias a poemas, a canciones, desde la más alta literatura, García Lorca, Gil de Biedma, Lewis Carroll, Paul Auster o Rosalía de Castro entre otros muchos, hasta la música más popular, Nacha Pop, Alaska y Dinarama, El Último de la Fila, boleros, tangos…
 
Clara Deza, su protagonista principal, es una subinspectora de policía en Madrid. Su acontecer profesional se desarrolla en una comisaría repleta de hombres, casi todos desagradables, machistas, muy maleados, escépticos y desencantados, burócratas de la acción policial. Clara es, por el contrario, una mujer sensible, ingenua, frágil y débil por dentro, pero a la vez muy fuerte y resistente, íntegra, luchadora, algo amargada, rebelde, inconformista, poco complaciente, llena de humor, sarcástica, combativa, inteligente y rápida, humana, extraordinaria mujer. Soy la jodida madre superiora en un internado masculino, la profesora de ética en un aula de pandilleros, la mordaza, la censura. Ésa soy yo, la que molesta. La oveja negra, dice de sí misma en un momento de la novela.
 
La aparición del cadáver de El Culebra, un yonqui confidente de la policía, amigo personal, en cierto modo, de Clara, desencadena la acción, que progresivamente va incorporando nuevos personajes, nuevas tramas, historias que se cruzan, Olvido, la prostituta de lujo, el abogado Butragueño, los miembros de la familia Olegar y su imperio económico, el mafioso Vito, el anormal Valentín Malde, la madame Virtudes. Está además la relación con su marido, el abogado Ramón, con su suegra, descentrada y valiente, con la ‘fauna’ de la comisaría: el comisario Carahuevo, el ex novio de Clara, Carlos París, Santi, el Niño, Cara de Gato, la forense Lola, la joven Zafrilla, la inocente Reme y tantos otros personajes, muy bien dibujados, creíbles, que dan verosimilitud a una historia que, pese a desenvolverse en territorios oscuros y marginales, nos resulta cercana, real.
 
Pero, como os digo, más allá del interés de la trama policiaca, que lo tiene y nos hace seguir pegados al libro durante sus más de seiscientas páginas, es la profundidad de su personaje principal, es esta magnífica Clara Deza la que nos subyuga y fascina. Mercedes Castro ha querido huir del estereotipo de mujer policía al que el cine nos tiene acostumbrados. Recojo de nuevo algunas frases de la autora: Me ponen los nervios de punta las policías de buen ver de muchas novelas y series de televisión estadounidenses. Piensas, ¿dónde vas con los tacones detrás del caco? O esas uñas largas que me llevan las de CSI cuando examinan las pruebas... Es incoherente como mujer. Yo hago la compra, pongo una lavadora, llevo zapatos cómodos para patear Madrid y ellas deberían también. Clara Deza lleva a cabo su trabajo con profesionalidad, pero como tantas otras mujeres de nuestro tiempo, se ocupa de su casa, discute con su marido, sufre los altibajos de su relación, se inquieta y tiene miedo ante el previsible diagnóstico de una enfermedad, un pequeño bulto aparecido en su pecho y cuya existencia oculta a todos. Su valentía, su eficacia profesional encubren un ser lleno de sensibilidad, lúcido, valiente. En el retrato de su protagonista, Mercedes Castro parte de una perspectiva claramente feminista: Quería -vuelven a ser sus palabras- a una mujer joven en un mundo de hombres. Una mujer con celulitis, que tuviera el punto de vista femenino. Terminar con el estereotipo de la policía marimacho y con tacones. Porque muchas mujeres que trabajan en un mundo masculino se masculinizan por supervivencia. Creo, y es una reivindicación mía, que la sociedad en la que vivimos es cada vez más inhumana, borde. El fuerte pisa al débil, se falta al respeto. Y quería que ella lo viese y le minase que se cometan abusos a todas horas.
 
En fin, leed este Y punto, un libro muy interesante (muy entretenido también), y aparte de disfrutar con una trama policiaca muy bien hilada y llena de sugerencias, os encontraréis con una mujer extraordinaria, esta formidable Clara Deza que estoy seguro os va a subyugar.
 
Perlas ensangrentadas, la canción de Alaska y Dinarama que “suena” en el libro, cierra por hoy esta reseña.
 
 
Si me miro en los escaparates no me reconozco. Quién soy, alguien que remueve un café con parsimonia en un restaurante caro al que he venido huyendo de los recuerdos universitarios que nunca tuve, porque mejor ser ajena en un restaurante caro por no reconocerme cutre y fea además de enferma. Quién soy, sólo una mujer que come sola. No lo sé, no estoy muy segura de quién soy, ahora, en este momento, aunque al menos sí sé quién era cuando me levanté esta mañana; lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces; ya es seguro que algo se me ha roto por dentro y una amiga, el compañero que dirige la investigación y mi superior inmediato, que además es un buen colega, se han enfadado conmigo y, finalmente, ni me atrevo a refugiarme en mi hogar por miedo a encontrármelo vacío, o tal vez lleno. Por eso, por el miedo de enfrentarme a mi casa y a mi vida, me dedico a desmenuzar los hogares de los demás, hogares serenos y vividos donde parece que la gente, incluso las prostitutas, se sentían a gusto.
 

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