Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 11 de octubre de 2017

WILLIAM KENNEDY. ROSCOE, NEGOCIOS DE AMOR Y GUERRA

Hola, buenas tardes, bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro. Hoy os traigo una estupenda novela de un autor al que yo leí bastante hace casi treinta años y que había desaparecido del panorama editorial español. Se trata de William Kennedy, que en los años ochenta del pasado siglo publicó en nuestro país varias novelas ambientadas en su Albany natal, la capital del estado de Nueva York y centradas en la figura de Jack ‘Legs’ Diamond, el famoso contrabandista y mafioso de la época de la Ley seca norteamericana. Aquellas novelas, excelentes y pienso que hoy casi inencontrables, recreaban ese clima, que tan bien conocemos a través de las películas del cine negro, de políticos corruptos, guerras de bandas, terribles venganzas, casas de juegos, apuestas ilegales, mujeres fatal, gángsters conspicuos y sin embargo casi siempre impunes. Eran novelas pobladas de personajes oscuros, que se desarrollaban en ambientes sórdidos, acordes con aquella época terrible, pero que el cine ha nimbado de un aura mítica, los años de la Gran Depresión, de los violentos años veinte, esos The roaring twenties que Raoul Walsh inmortalizaría en una película del mismo título, un clásico del cine. Y no resulta superfluo referirse al cine al hablar de William Kennedy, porque una de sus novelas principales, Tallo de hierro, fue recreada por Hollywood, con Jack Nicholson y Merryl Streep, en 1987. Antes, en 1984, Kennedy había escrito el guión de otro film de éxito, Cotton Club, del genial Francis Ford Coppola.

Con estos antecedentes, estoy seguro de que os interesará adentraros en esta última novela de William Kennedy, que pese a haber sido escrita en 2002, no vio la luz en España hasta finales de 2010, publicada por la editorial Libros del Asteroide, en una traducción de Jordi Fibla. Y ese interés probablemente crecerá si os digo que Roscoe, negocios de amor y guerra, que así se titula el libro, sigue los pasos de la obra anterior del norteamericano y es un fresco despiadado, rotundo, muy nítido, de la vida en la Albany de la primera mitad del siglo pasado. Una novela que se desenvuelve en el mismo escenario de corrupción, intrigas políticas, jueces comprados, autoridades que tras una hipócrita apariencia de respetabilidad gobiernan y legislan al dictado de los gánsters, de cuyas organizaciones forman parte, luchas despiadadas por el control del juego o la prostitución, asesinatos mafiosos, tráfico de alcohol y drogas que caracterizaban las primeras novelas de Kennedy.

El protagonista, Roscoe Conway, es uno de los tres poderosos amigos que gobiernan de modo férreo el partido demócrata de Albany y, por extensión, la vida toda del estado neoyorquino. Jefes de la policía, periodistas, abogados, políticos, dirigentes del partido, alcaldes y gobernadores, todos comen de la mano de los tres amigos, Patsy, Elisha y el propio Roscoe, que manipulan elecciones, reparten cargos, hacen aplicar a su antojo la justicia, eliminan enemigos, dirigen la opinión pública y, sobre todo, se hacen con los inmensos beneficios de las incontables casas de prostitución que dominan, de los ilegales locales de juego que controlan, de la multitud de bares de noche a los que “roban”, de la infinidad de negocios inmobiliarios que coaccionan, de los incontables garitos de apuestas casi siempre amañadas por ellos mismos que esquilman. Toda una sociedad estructurada sobre la extorsión y la subordinación. Un libro, en fin, que contiene la certera descripción de lo que, desgraciadamente, quizá constituye la cara oculta del poder, de casi cualquier poder. Dice Félix, el padre de Roscoe, a un sacerdote en un momento de la novela: ¿Recuerda cuando Satán le hizo a Jesús aquel trato?: Póstrate y adórame y te daré los reinos del mundo. El pobre diablo no tenía ni una sola posibilidad, padre. El tongo se preparaba arriba. Jesús le engañaba de mala manera, igual que su padre y aquella manzana. ¿Cree usted que no sabía lo que Adán iba a hacer en cuanto viera la manzana? Claro que lo sabía. Un timador desde el principio, padre, un timador. No soy nada, padre, y nunca lo he sido, y lo mismo podría decirse de este espléndido hijo mío y de usted mismo. Ninguno de nosotros vale la meada de un viejo, y jamás la valdremos, porque el mundo entero está amañado contra nosotros, padre. El condenado mundo está amañado. Este es el sistema de valores en el que se mueven los protagonistas, el amaño, la trampa, el fraude como normas de comportamiento. Un mundo profundamente inmoral en el que Roscoe se instala, y no sólo eso, que él mismo contribuye a construir, y a potenciar, sin el mínimo escrúpulo y con el aura de cinismo que se refleja con precisión en este pensamiento que se vierte en el libro: A Roscoe no le consta que algún candidato haya hecho la promesa electoral de poner al descubierto su autobombo, todos esos motivos codiciosos, envidiosos, lascivos, venales y violentos que impulsan cada una de sus acciones en política y que seguirán haciéndolo si resulta elegido. Ciertamente, Roscoe no ha inventado las perversas fuerzas que impulsan a los seres humanos, y no es capaz de explicar ninguna de ellas. Cree que son un misterio de la naturaleza. Concede que una sociedad moralmente pura, con candidatos que no estén marcados por el pecado y el vicio, podrá existir en alguna parte, aunque jamás haya visto ninguna ni ha oído hablar de su existencia, y la verdad es que no puede imaginar cómo sería. Pero seguiré mirando, concluye.

En este depravado marco de referencia social, negocios y guerra a los que alude el título de la traducción en nuestro país -el original es más escueto, un simple Roscoe-, se mueve una novela que es, sin embargo, mucho más que la fotografía meramente documental de una época. La vida privada de Roscoe, su amor de décadas por Verónica, la esposa de su íntimo amigo Elisha, que no puede resistir su ambiguo magnetismo (A veces llegaba a la conclusión de que Roscoe era espiritualmente ilegal, un contrabandista del alma, una criatura mítica hecha de palabras, ingenio, actos temerarios y una memoria ilimitada. Verónica le miraba y veía un hombre con un espíritu inmenso, un hombre hecho para la pérdida), sus mujeres, su encanto y su capacidad de fascinación, su profunda soledad, sus preocupaciones existenciales, su miedo a la muerte, aparecen entreverados con la acción, con las torticeras maniobras de los políticos, con la intriga tenuemente policiaca que se desarrolla a lo largo de las páginas del libro. El resultado final es una novela de escritura fluida y lectura más ágil aun, muy interesante, altamente recomendable. Recordad, pues, Roscoe, negocios de amor y guerra, editorial Libros del Asteroide.

Happy Days Are Here Again, una canción que se cita en la novela, suena ahora como despedida de la reseña en una versión de 1930, interpretada por Annette Hanshaw.



Pero los ganadores no vencen sólo mediante la agresión suicida. Como de costumbre, el triunfo también podía engendrarlo un fraude imaginativo. Cierta vez, Patsy le dijo a Roscoe: Cuarenta y cinco años de enseñanza por parte de sinvergüenzas significa que siempre tienes que obtener un campeón. ¿Cómo lo harán los sinvergüenzas y cómo enseñaba Patsy a su campeón? Dejemos que lo cuente Roscoe. En el instante en que un soltador sinvergüenza (que trabaje para el otro tipo o para ti) toca un gallo, puede romperle en secreto un muslo con el pulgar, o causarle dolor por medio de una presión en los riñones o el ano, o restregarle los ojos para cegarlo. O bien, si tu gallo tiene clavada en el pecho la navaja de su contrincante, cuando el soltador los separa puede arrancar la hoja de modo que desgarre la carne del ave y ésta se desangre hasta morir. Tu soltador puede hacer lo mismo con tu propio gallo, si prefieres apostar contra ti mismo. También puedes adiestrar a tu gallo para que pierda: ponte botanas cuando practiques con él para que se acobarde, quítale las proteínas o el agua, dale una vela para que se la quede mirando toda la víspera de una pelea y así se le paralicen las pupilas, cáusales diarrea con sales Epsom, drógalo con cocaína, átale las navajas de modo que estén muy prietas o bien demasiado sueltas y se le desprendan, o de manera que su ángulo le impida alcanzar el blanco; y si ha perdido un ojo, échalo a reñir por el lado ciego para que no pueda ver al enemigo. O, a la inversa, unta las espuelas de tu gallo con curare para paralizar al enemigo; ponle grasa en la cabeza, o gotas de la piel de un limón calentada, para que sea resbaladiza y el picotazo del enemigo no penetre; ponle cocaína o lidocaína en las plumas, para que cuando el enemigo le picotee se le duerma la boca y pierda precisión; aplica grasa, harina u hollín de cocina a la cabeza de tu mejor luchador para que parezca enfermo y la gente piense que no puedes ganar; alimenta a uno de tus gallos cobardes con zumo de tomate para que esté bronceado, con el color de los ganadores, pero apuesta a que perderá. Si tienes paciencia, haz que uno de tus mejores gallos sufra hemorragias: adminístrale lentamente un anticoagulante, cumarina, por ejemplo, hasta que un golpe en la cadera o el muslo cause un hematoma, y entonces estarás preparado. Obra de acuerdo con otro propietario para que los dos gallos lleven navajas unos milímetros más cortas de la longitud regulada, de modo que tu gallo con tendencia a las hemorragias no pueda golpear fatalmente la arteria carótida de su enemigo, pero sangre cuando éste le golpee. El cuello se le hinchará de sangre y se pondrá cianótico, con aspecto de muerto. El hábil soltador le masajeará con rapidez el cuello para eliminar la sangre y lo hará revivir antes de que sufra un shock irreversible, y entonces lo hará de nuevo en el banco de primeros auxilios, y el gallo se recuperará, pero ahora lo conocerán como un perdedor. Deja de administrarle cumarina y ponlo a luchar de nuevo, con las probabilidades contra él ahora que es el perdedor, pero esta vez llevará navajas de la longitud apropiada para matar, habrá luchado y vivido, y tendrá la seguridad de un superviviente.

Cuando mate, recoge tus ganancias.




PD.- A partir de esta semana, las emisiones radiofónicas de Todos los libros un libro cambian de formato, desarrollándose bajo un esquema de entrevista. Por ello, os dejaré aquí regularmente tanto el texto de la reseña "convencional", tal y como había ocurrido hasta ahora, como el podcast del programa correspondiente, que aparecerá en el reproductor situado bajo el vídeo que acompaña a cada entrada. Igualmente, desde el icono situado a la derecha de dicho reproductor podréis acceder a la opción de descarga de la emisión en formato mp3. Excepcionalmente, en el caso de esta primera entrega, el podcast no se corresponde con el libro reseñado, sino que consiste en una emisión introductoria de presentación del programa. A partir del miércoles próximo, texto y grabación sonora se referirán al mismo libro.

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