Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 11 de enero de 2023

REGALOS POSNAVIDEÑOS (I) 

Bienvenidos a la primera emisión de Todos los libros un libro por este año 2023, el décimo tercero en nuestra ya avanzada vida. Abrimos esta edición aprovechando aún la excusa, carente ya, a estas alturas, de sentido, de las recién terminadas vacaciones navideñas, para continuar una pauta que establecimos en los dos programas últimos de diciembre, y según la cual mis propuestas de lectura pretendían, además del fin “natural” del espacio -recomendar libros que me parecen valiosos e interesantes-, ofreceros sugerencias que pudieran serviros para solventar algunos de los más o menos obligados regalos habituales en esas fechas. Y dado que antes del parón vocacional no pude agotar la totalidad de mis “consejos”, persisto en mi empeño ahora con una tercera y aún no postrera tanda de “multitudinarias” referencias de títulos, convencido de que cualquier momento es bueno para obsequiar libros. 

Quienes nos siguen regularmente recordarán que en esas emisiones prevacacionales intentaba -vanamente- sistematizar la ingente cantidad de propuestas organizándolas por géneros, de modo que casi cualquier lector, fuesen cuales fuesen sus preferencias, pudiera encontrar con facilidad un volumen que se acomodara a su particular gusto. Así, en la primera entrega de la breve serie, me centraba en la ficción pura, con tres novelas y una colección de relatos publicados en nuestro país en la segunda mitad del año pasado. Tras ella, y en la edición del 21 de diciembre, me adentré en los variopintos territorios de la poesía, la fotografía, el cine y hasta el algo estrambótico de la matemática, a partir de un muy original volumen sobre la fabricación de relojes de sol, con un total de ocho títulos, también de relativa actualidad y, en todos los casos, de indudable calidad. En el caso de hoy será también muy heterogénea la muestra que os presento, con libros de géneros, planteamientos y ámbitos muy diversos y, en algunos casos, de difícil clasificación. 

La Navidad es también -y veis que no abandono la muy tenue “percha” de la que cuelga hoy el espacio- el tiempo de la remembranza y los recuerdos, las cenas familiares en las que se reviven las anécdotas compartidas -ya imprecisas y difusas en la nebulosa del pasado-, la memoria de los seres queridos que ya no nos acompañan y, sobre todo -de modo explícito o inconsciente- la evocación de la infancia y sus momentos felices, que salvamos del olvido en una atmósfera que conjuga a partes iguales alegría y nostalgia, ilusión y melancolía. Pues bien, sobre los recuerdos giran los siguientes tres libros -los dos primeros, “clásicos” relativos- de los que quiero hablaros a continuación. 

Joe Brainard, escritor norteamericano conocido fundamentalmente por sus creaciones en el campo del arte -pintura, fotografía, collages, diseños para carátulas de discos-, publicó en 1970 un libro de título inequívoco, I remember (Me acuerdo), que desde su aparición fue saludado con entusiasmo pese a su extrañeza -o precisamente por ello- y que aún hoy, medio siglo después, goza del estatuto de pionero y de referencia indiscutible, anticipadora, de una cierta forma de literatura autobiográfica que prolifera por doquier en nuestros días. Brainard, de cuyo nacimiento se cumplieron los ochenta años este 2022 recién finalizado, y que murió con apenas cincuenta y dos de complicaciones médicas causadas por el sida, recopiló en su texto en torno a mil quinientos breves fragmentos -dos o tres líneas; a veces ni eso-, todos encabezados por el I remember del título, en los que con la contundencia, la expresividad, la rotundidad y la viveza de un fogonazo, de un relámpago iluminador, rescata imágenes, momentos, experiencias, pensamientos de su vida pasada, en particular de su infancia y juventud (el libro se publicó cuando su autor solo tenía veintiocho años). 

En nuestro país Me acuerdo ha aparecido en diversas iniciativas editoriales. Traigo aquí muestras de un par de ellas, la de Sexto Piso, traducida por Julia Osuna Aguilar y que cuenta con dos ediciones, la primera, de 2009, que no he sido capaz de encontrar en mi cada vez más desordenada biblioteca, y la segunda, de 2018, que es la que ahora repaso para el presente comentario. Hay, además, otra versión, en la argentina editorial Eterna Cadencia, con traducción de Ariel Dilon, que ya no suena a mis oídos como la que leí hace casi quince años (y no solo a causa del español porteño de Dilon), y que se presenta con dos alicientes adicionales, un espléndido prólogo de Paul Auster, y el añadido de otros textos autobiográficos de Brainard que llegan a duplicar la extensión del libro. 

Me acuerdo interesa por muchos motivos. En primer lugar el estilo, fragmentario, sincopado, con esa apertura repetitiva y como hipnótica de cada texto; las frases cortas, precisas, casi aforísticas; el núcleo del “discurso” centrado en una fugaz instantánea que muchas veces obliga al lector a construir el contexto o a reconocerlo en sí mismo a partir del vínculo con su propia experiencia; el carácter “pop” de los pasajes -acorde con la trayectoria artística del autor, amigo de Warhol, Alex Katz, Jasper Johns, entre otras figuras destacadas de la cultura norteamericana de la época-, que conectan con la rapidez, la brevedad, la elocuencia y la significatividad de la “lógica” publicitaria, los anuncios, los lemas comerciales. 

Otro elemento de interés es el ya resaltado carácter autobiográfico del texto. Y es que, de un modo ciertamente peculiar, a partir de piezas sueltas en apariencia deslavazadas, teselas irregulares de un mosaico que poco a poco va desvelando su configuración completa, Brainard se muestra, no solo en los hechos “externos” de su itinerario vital en la niñez y la juventud -las costumbres, la vestimenta, las diversiones, los juegos, los deportes, las clases, el sexo, las drogas, los bares de ambiente-, sino sobre todo en el “retrato” íntimo, personal, de un muchacho curioso y sensible: las fantasías, los amigos, los amores, las preguntas, los miedos, los sueños, los deseos, las dudas, el cuestionamiento religioso, la difícil, compleja búsqueda de la propia identidad, la aflictiva conciencia -no digamos ya de la vivencia- de la homosexualidad, especialmente en las décadas de los cuarenta y cincuenta del pasado siglo. 

Y este es otro de los aspectos por los que merece la pena leer Me acuerdo: el que por “debajo” de sus páginas, o mejor “tras” ellas, aflora una reveladora fotografía de la Norteamérica de hace setenta años, que irrumpe a partir de las referencias a músicos, al jazz, al rock incipiente (See you later, alligator), actores y actrices, películas, modelos de automóviles, máquinas jukebox, marcas comerciales, concursos televisivos, modas (el necking, las medallitas de San Cristóbal): una sociedad, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, que emerge de ella como ganadora indiscutible del conflicto y se erige en referente mundial de la vida moderna. 

Por último, desde mi punto de vista, el seminal libro de Brainard ofrece aún una postrera razón para su adquisición y lectura: su condición de obra abierta, inacabable, de imposible agotamiento (por definición: ¿quién puede frenar el irracional aluvión de los recuerdos?). Me acuerdo es, también, una invitación al lector para elaborar su propio, interminable, listado de evocaciones, una amable, aunque insistente y poderosa, conminación para que rescate, de entre los vestigios de una memoria por naturaleza declinante, las huellas de una vida que, de este modo, recuperada gracias a la voluntad y la gracia de la literatura, no perecerá del todo con el implacable y cruel transcurrir del tiempo. 

Ese “juego” con el lector está presente de manera evidente en el Me acuerdo de Georges Perec que presentó en 2017 la editorial Impedimenta en controvertida traducción -de ello os hablaré luego- de Mercedes Cebrián. Georges Perec, miembro destacado del Oulipo (Ouvroir de littérature potentielle, Taller de literatura potencial), fecundo movimiento de experimentación literaria del que soy entusiasta desde muy joven y sobre el que, por ello, llevo años prometiendo un programa monográfico cuya presentación, lamentablemente, no acabo de acometer, aunque confío en poder hablaros de él en espacios o temporadas venideras, escribió en 1978, llevado por la confesada devoción a la obra de Brainard (El título, la forma y en cierto modo el espíritu de estos textos se inspiran en los I remember de Joe Brainard, confiesa en sus palabras iniciales), Je me souviens, su particular versión -más reducida, son solo 480 los fragmentos- del libro del norteamericano. En él recoge -en rememoraciones recopiladas entre enero de 1973 y junio de 1977- recuerdos que, en su mayoría, se corresponden a un segmento temporal que va de 1946 a 1961, es decir entre los 10 y los 25 años del autor. Basado en un principio que, como señala el propio Perec en sus palabras finales, es bastante sencillo: intentar sacar a la luz un recuerdo casi olvidado, no esencial, banal, común, si no a todos, por lo menos a muchos, el Je me souviens “perequiano”, sigue la misma lógica y presenta idénticos alicientes que los reseñados a propósito de su texto inspirador: estilo fragmentario, singular carácter autobiográfico, virtualidad documental en la representación, como consistente telón de fondo, de una época y una cultura -en este caso, como es obvio, la francesa de mediados del siglo XX-, reflejada en las decenas de referencias (que se enumeran en un extenso índice final) a músicos, directores de cine, actrices y actores, futbolistas, boxeadores, tenistas, escritores, pero también canciones, lugares, establecimientos, anuncios, cuñas publicitarias radiofónicas y demás elementos descriptivos de la cotidianidad de un país. E, igualmente, apelación a la participación del lector, en este caso de un modo abierto y premeditado por el autor que, en su momento, instó a la editorial a dejar al final de la obra algunas páginas en blanco para que el lector pueda anotar en ellas los «me acuerdo» que la lectura de este libro, esperamos, le haya suscitado, en esta idea, ya apuntada, de lector como continuador de un texto en sí mismo inagotable. 

De Je me souviens hay también dos versiones en español. La primera, de 2007, en la editorial Berenice, traducida por Yolanda Morató. La segunda, más reciente, de enero de 2017, vio la luz en Impedimenta en traducción de Mercedes Cebrián. Sin poder entrar con detalle en la anécdota, pues dada la profusión de libros recomendados interesa centrarse en el fondo del asunto, el posible interés de las obras en sí mismas, más allá de las vicisitudes del mercado editorial, sus cotilleos, rencillas y polémicas, el caso es que Yolanda Morató denunció en su momento, cuando se presentó el libro de Impedimenta, a su colega Cebrián por plagio en la traducción, aduciendo, entre otras razones, que el texto de sobrecubierta del libro de Impedimenta se parece sospechosamente al prólogo de la traductora para la edición de Berenice; y que, además, de las 45 notas que presenta la edición de Impedimenta, 34 coinciden, con una redacción casi idéntica, con la suyas propias (que eran 63). Mercedes Cebrián citaba, en su defensa, que su versión se basaba en unas fuentes públicas, bien conocidas y al alcance de cualquiera, por lo que no pueden sorprender las posibles coincidencias. 

En fin, más allá de estos hechos secundarios -explicables por las propias dinámicas del mundo editorial; un negocio al fin y al cabo, y por tanto sometido a las mismas miserias que las que surgen en otros ámbitos en los que los intereses económicos están presentes- cualquiera de las dos ediciones es altamente recomendable, pues ambas nos permiten conocer la excepcional obra de Perec, que quizá pueda suponer para muchos una primera puerta de acceso para adentrarse en el resto de su vasta y muy interesante producción literaria. 

En la indudable estela de los títulos de Brainard y Perec, el pasado 2021, la novelista gallega Susana Fortes ofreció a sus muchos seguidores (desde su fulgurante aparición en 1994, con Querido Corto Maltés, que ganó entonces el Premio Nuevos Narradores, la pontevedresa ha publicado una quincena de novelas y recibido diversos premios literarios, llegando a ser finalista del Planeta en 2003) su particular recreación de su propia infancia en la ciudad en un librito, de título Pontevedra. Tal cómo éramos, presentado en la compostelana editorial Ézaro. Con una estructura y un planteamiento en todo similares a los de sus dos antecedentes, más allá de la obvia modificación del escenario de fondo (La diferencia entre París, Nueva York y Pontevedra es que Pontevedra nos queda más cerca, señala, con muy gallega retranca), los recuerdos de Fortes se acompañan de un puñado de fotografías, desencadenantes, en último término, de las trescientas una estampas de su niñez, pequeños retazos de vida cotidiana: tiendas, antiguos cines, amores de andar por casa, librerías, secretos, procesiones que casi siempre van por dentro, deseos, juegos… que todos los que hemos sido niños en la segunda mitad del siglo XX hemos compartido, que la autora recopila. 

Los tres libros, Brainard, Perec, Fortes, coinciden en otro elemento común, más allá de los reseñados: su carácter universal, porque, pese a la abundancia de muy específicas referencias a la cultura, la época y el entorno al que aluden y que describen (la Norteamérica de Tulsa y Nueva York, la Francia parisina y la España de Pontevedra, de los cincuenta, sesenta y, en el caso de Fortes, también los setenta, del pasado siglo), las experiencias recordadas son, en cierto modo universales, resultando fácil el reconocerse en muchas de ellas: situaciones, episodios, ilusiones, asombros, esperanzas, miedos, sueños y decepciones idénticos a los de cualquier ser humano.

Como es natural, no puede faltar la música entre mis propuestas pre y post navideñas, por lo que quiero sugeriros ahora tres estupendos libros cuyo protagonismo recae en otras tantas figuras indispensables en cualquier selección de la mejor música popular de los últimos cien años. Las tres han tenido programas monográficos en mi otro espacio en Radio Universidad de Salamanca, Buscando leones en las nubes, y todos ellos volverán a protagonizar distintas emisiones en él en las próximas semanas, esta vez a partir de los textos que ahora os presento, de reciente publicación en los últimos meses de 2022. En orden cronológico inverso, partiendo del más “joven”, os hablaré de Paul Simon, nacido en octubre de 1941, Bob Dylan, de mayo de ese mismo año, y Bessie Smith, decimonónica de 1894 y trágicamente desaparecida en 1937. 

Paul Simon (Letras 1964-2016)
es una muy voluminosa obra -más de cuatrocientas páginas en amplio formato- presentada hace unas semanas por la editorial Libros del Kultrum en traducción de Alberto Manzano, Terry Berne y Andy Ehrenhaus. El libro resulta sobresaliente tanto por su contenido como por su continente. En el primero de los aspectos, porque recoge, en edición bilingüe y agrupadas por períodos (1964-1971, 1972-1977, 1978-1983, 1984-1990, 1991-1998, 1999-2008, 2009-2011 y 2012-2016), las letras de doscientas canciones del artista, de las cuales varias decenas son clásicos indiscutibles de la música de nuestro tiempo. Un prólogo del pintor Chuck Close, confesado admirador de Simon, y una breve pero sustanciosa introducción (que incluye apuntes biográficos, ligeras pinceladas sobre el “estilo” de sus temas, y sucintas menciones a sus influencias musicales) de David Remnick, crítico, escritor, periodista y editor del New Yorker, entre otros medios, enriquecen esta dimensión “teórica” del libro que, además, es, formalmente, una maravilla, con sus tapas duras, su sólida encuadernación, el papel satinado, las reproducciones de manuscritos con los textos de algunas canciones y las imágenes de las carátulas de sus discos. Un regalo excepcional para cualquier amante de la música. 

Como lo será, también, y por idénticas razones, relevancia de su protagonista central, interés de los textos y exquisitez formal, Filosofía de la canción moderna, escrito por Bob Dylan y publicado no hace ni siquiera un mes en Anagrama con traducción de Miquel Izquierdo. El libro, que, obviamente, solo he podido consultar por encima, incluye sesenta y seis breves ensayos que giran, cada uno de ellos, sobre una canción, en su mayoría muestras muy relevantes del blues y el soul, el country o el bluegrass, el folk y el rock (son escasas las incursiones en el pop o el jazz; admitiendo, en cualquier caso, la labilidad de las fronteras entre géneros), casi todas con varias décadas a sus espaldas, y todas, sin excepción, esenciales en la configuración de la vasta cultura musical del octogenario Premio Nobel de Duluth, Minesota. Perry Como y Elvis Costello, Little Richard y The Who, Elvis Presley y The Grateful Dead, Willie Nelson y Jackson Browne, Bing Crosby y The Temptations, Ray Charles y Domenico Modugno, Roy Orbison, Frank Sinatra y The Clash, The Platters, The Allman Brothers y Carl Perkins, Dean Martin, Johnny Cash y Santana, los Eagles y Pete Seeger, Cher, Judy Garland, Nina Simone y Rosemary Clooney (entre las muy contadas mujeres que aparecen en la recopilación), son algunos de los intérpretes cuyos temas comenta un Dylan fuertemente nostálgico y algo gruñón, aportando datos sobre la historia de cada canción, sus compositores y el desarrollo de su creación, pero, sobre todo, dejando su particular impronta en el muy particular enfoque, las singulares asociaciones y las peculiares reflexiones que hace con la excusa de su análisis del título glosado en cada ocasión. Entre sus interesantes críticas, la edición ofrece centenar y medio de fotografías que recrean la atmósfera que impregna el libro, en las que podemos contemplar retratos de cantantes, carteles publicitarios, imágenes de películas, salas de conciertos, tiendas de discos, estampas del proceso de fabricación de vinilos e imágenes de la vida cotidiana de la época correspondiente. Porque este Filosofía de la canción moderna es también un fidedigno retrato -sociológico más que filosófico- de la sociedad norteamericana de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado (y sí, es cierto, tampoco el “moderna” del título refleja con exactitud el contenido del libro: hay más canciones de los años veinte del pasado siglo que de lo que llevamos de este; y casi la mitad son de los años cincuenta). En cualquier caso, y al igual que lo ya anticipado a propósito de Paul Simon, no deberíais perderos los programas de Buscando leones en las nubes que en los próximos meses dedicaré a ambos libros...

…Y también al tercero, que os propongo ya para terminar la sección musical de este programa excesivo. Se trata de Bessie Smith, escrito por Jackie Kay y publicado recientemente en la editorial Alpha Decay, en donde vio la luz bajo la traducción de Alberto García Marcos. En septiembre de 2017, con ocasión de los ochenta años de la muerte de la "Emperatriz del blues", en mi otro espacio en la emisora universitaria salmantina, dediqué tres emisiones a la cantante, en las que sonaron cuarenta y tres temas -uno por cada año de su corta vida- de su no muy copiosa discografía, entre textos (escritos por Chris Albertson, el mayor especialista sobre la vida y la obra de Bessie Smith, autor de una biografía de referencia sobre la artista que vio la luz en Estados Unidos en 1972 y que, que yo sepa, aún no ha sido traducida al español) que recorrían su convulsa biografía (unos orígenes humildes, una infancia difícil, una vida proclive a los excesos, unas relaciones sentimentales conflictivas, una muy libre y a veces dificultosa expresión de la propia sexualidad, un constante coqueteo -siendo cauto en la expresión- con el alcohol y las drogas, unas frecuentes inmersiones en los abismos de la depresión) y de su trayectoria artística (la potencia de su voz, la sensibilidad exacerbada, la intensidad de vida y obra, la inusual capacidad para convertir en personales, casi biográficas, las interpretaciones de unos temas que, incluso cuando son escritos por otros -Kay cita cerca de cuarenta de su propia autoría-, parecen salir de los rincones más íntimos de su torturada alma). 

El libro de Jackie Kay permite un acercamiento a Bessie Smith muy distinto al que aparecía en aquella serie que, obviamente, también os recomiendo. Y es que la poeta y novelista de Edimburgo, Poeta Nacional de Escocia de 2016 a 2021, actualmente rectora de la Universidad de Salford y entregada admiradora de la cantante desde que, a sus doce años, su padre le compró su primer disco doble, Any Woman’s Blues, escribió originariamente su libro en 1996 (reeditado el pasado 2021), desde un particular enfoque que simultaneaba la vida de la cantante y la suya propia (No me interesaba escribir la típica biografía estándar. Creo que lo que me interesaba era saber hasta qué punto nuestros intereses y pasiones forman parte de nuestra propia identidad… Cómo hacemos lo que tenemos que hacer y nos convertimos en nosotros mismos, hasta qué punto somos una mezcla de muchas cosas. Me interesaba el punto de intersección). Fascinada, pues, desde pequeña, por la atribulada voz de la artista, compartiendo el interés por sus temas (el racismo y el horror del Ku Klux Klan, las desigualdades y las diferencias de clase, la hipocresía y los peligros de la fama, el abuso sexual, la pobreza y las crisis económicas, los altibajos en la vida, las vicisitudes del amor), reconociéndose en la fluida identidad de la intérprete (que se sentía igual de cómoda adornada con perlas y plumas como vestida con un traje de hombre), encara, desde una perspectiva que reconoce de entrada su militancia política y su activismo gay y trans, encara esta poética y muy singular biografía de su alma gemela, recorrida por poemas, letras de canciones, detalles de la infancia de la autora y, claro está, episodios de la vida de Smith, tanto los “objetivos”, documentados, que ya estaban en los textos de Chris Albertson, como los “subjetivos”, la evocación que hace Jackie Kay -en ocasiones en la primera persona de Bessie, más a menudo en una tercera- de las posibles reflexiones y pensamientos de la cantante, en un libro que se convierte así en un producto híbrido, en una apasionante mezcla de biografía, ficción, ensayo y poesía. 

La Navidad es el tiempo de los recuerdos, de las canciones y también, ya se ha dicho, de la infancia. Y siguiendo ese motivo, y siguiendo igualmente el hilo de la actualidad, aprovechando la reciente exposición que, desde el pasado 5 de octubre hasta el próximo 19 de febrero puede verse en el madrileño Círculo de Bellas Artes, cambiamos de tercio para adentrarnos en el terreno del cómic. Con el título Hergé. The Exhibition, la muestra, comisariada por el Musée Hergé de Bélgica, nos permite adentrarnos en el universo del creador de Tintín, el ya legendario personaje de la historieta quizá más popular del mundo. El permanente joven e intemporal periodista ha sido una presencia recurrente en Todos los libros un libro, en donde mi entusiasmo por su figura lo ha hecho comparecer varias veces en libros que lo tienen como centro. Para quienes, como yo mismo, son devotos del reportero belga, el recorrido por las salas del Círculo resultará apasionante: Reúne más de trescientas piezas originales del universo de Hergé, muchas de ellas cedidas por su museo de Lovaina. Hay ilustraciones, planchas, primeras ediciones, bocetos, estudios y croquis preparatorios, además de carteles, fotos, esculturas, cartas, maquetas y obras pictóricas propias y de la notable colección de arte de Hergé

Como complemento a la visita os propongo aquí cuatro libros. En primer lugar, traigo un breve ensayo, Entre los bastidores de Las aventuras de Tintín, escrito por Benoît Peeters y presentado en 2021 por Larrad Editores en traducción de María del Carmen Moreno Paz y con portada a cargo de Fernando Vicente. A partir de una experiencia radiofónica llevada a cabo por Walter Benjamin en la Alemania a caballo de las décadas de los veinte y los treinta del pasado siglo, consistente en una serie de relatos, tertulias y conferencias destinadas al público infantil, la francesa editorial Bayard recuperó la idea en sus Lumières pour enfants, un ciclo de charlas, con los niños como objeto último de las intervenciones de los oradores, sobre temas más o menos universales como la guerra, la noche estrellada, Ulises, las palabras, etc. En este marco se inscribe la obrita de Peeters, que recoge su participación en dicha iniciativa (turno de preguntas incluido), que tuvo al imperecedero reportero belga como protagonista. Si ninguna pretensión, y de un modo sencillo y ameno, el experto “tintinólogo” repasa, entre anécdotas y datos, las distintas aventuras de Tintín y su troupe de personajes habituales, ofreciendo algunas claves para completar la lectura de sus álbumes. 
Aunque, quien, más allá de este muy escueto aperitivo, esté realmente interesado en analizar en profundidad la figura de Hergé y su ya legendaria criatura, no tiene más remedio que adentrarse en los tres volúmenes de El arte de Hergé, publicados originariamente, en 2008, 2009 y 2011, por Zendrera Zariquiey, una editorial ya desaparecida. Dada la brillantez formal de su edición, resultan un excelente regalo para estas fechas, aunque el segundo de los tomos es prácticamente inencontrable. 

El autor de la trilogía es el belga Philippe Goddin, gran experto en la trayectoria de su compatriota, sobre la que ha escrito una monumental obra en siete volúmenes y más de tres mil páginas, de la que estos tres tomos son una suerte de síntesis. Siguiendo la peripecia biográfica de Hergé, los libros se centran en la primera etapa del creador, desde su nacimiento en 1907 hasta la aparición de La oreja rota, en 1937, el primero de ellos; en su época de madurez, cifrada entre ese año y 1949, el segundo; y, por último, desde la aventura lunar de Tintín, en 1950, hasta la muerte de su creador, en 1983, en el que cierra la serie. El muy completo estudio no solo se detiene en la detallada descripción de la totalidad de las aventuras “tintinescas” sino que recoge también otras manifestaciones, quizá no tan conocidas, de la producción de Hergé: otras tiras cómicas, ilustraciones, diseños de moda, documentos varios, anuncios publicitarios, caricaturas, apuntes y bocetos de sus historias, materiales todos -algunos inéditos- a los que el autor tuvo acceso durante los diez años en que Goddin dirigió la Fundación Hergé. La gran cantidad y la excepcional calidad de las imágenes, junto al interés natural que despiertan los textos del experto hacen la consulta de la trilogía una experiencia deliciosa. 

Para cerrar la emisión os propongo otro libro en el que reinan la imagen, el diseño y, en general, el arte. Se trata de una voluminosa edición, recientemente publicada que, tanto por su continente -gran formato, profusamente ilustrado, tapas duras y excepcional calidad formal- como por su contenido -una muy completa muestra de la obra de un dibujante formidable, esencial en el panorama de su ámbito artístico de los últimos cuarenta años-, resulta un regalo espléndido para cualquier amante de los libros bellos. Se trata de El arte de Fernando Vicente, presentado en las últimas semanas de 2022 por Norma editorial. En sus cerca de cuatrocientas páginas se repasa la extensa y diversa trayectoria del creador a partir de láminas, retratos, carteles, portadas y obra pictórica en general, desde su primera época, cuando Vicente colaboraba con las revistas pioneras de la “movida” madrileña -Madriz, La Luna de Madrid- hasta sus trabajos más actuales. En el muy atrayente recorrido podemos contemplar más de quinientas ilustraciones (más una lámina de regalo, que se ofrece exenta) en las que comparecen los muy distintos campos en los que se han prodigado el talento, la imaginación y la creatividad del artista. Así, hay “calas” en sus aportaciones al mundo de la publicidad, medio en el que Vicente se desempeñó durante una década tras el cierre de aquellas primeras publicaciones madrileñas; y en el periodismo, con sus colaboraciones regulares en Babelia, el suplemento cultural del diario El País (para el que ya lleva en torno a las trescientas caricaturas de escritores y literatos), y en revistas varias, como Rock de Lux, Vogue, Playboy, Gentleman, Letras Libres, Interviú o Cosmopolitan. Se explora también su faceta de ilustrador de obras literarias (Alicia a través del espejo, El jugador de Dostoievski, El poeta en Nueva York lorquiano, La metamorfosis, El gran Gatsby, Madame Bovary, Peter Pan, Cumbres borrascosas, Frankenstein, Drácula, El hombre que pudo reinar, de Kipling, varios cuentos de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle o la más reciente de Lo que el viento se llevó, el clásico de Margaret Mitchell para El reino de Cordelia -que, por cierto, aprovecho para recomendar también-, de un total de cuarenta libros, entre los que también se cuentan varios de Pérez Reverte, Fernando Savater, Marta Sanz y otros autores españoles), de las cuales ya he reseñado alguno en el espacio (hoy mismo, a propósito de la portada del libro de Benoît Peeters sobre Tintín). Hay, igualmente, más de un ejemplo del interés del dibujante por los iconos del cine o la música, por la ópera, la moda o el seductor universo de las pin-ups, dominios muy frecuentados en su carrera artística. E igualmente hay representación de su obra pictórica, en series como Venus, Vanitas, Ingravitas, Atlas o Anatomías, y para sus trabajos de foto-ilustración. 

El libro no se limita a ofrecer al lector destacadas y numerosas muestras de la obra de Fernando Vicente -siendo ello, sin embargo, el aspecto central del volumen y su principal aliciente- sino que se adentra en otros aspectos también interesantes como un paseo por su estudio personal (con fotos de Paco Navarro y con el omnipresente fondo sonoro de la música de Radio 3) y una jugosa e iluminadora entrevista con Jesús Marchamalo, en la que se desvelan algunos momentos destacados de su biografía, se apuntan las principales claves de la creación del madrileño, y se dan a conocer los rasgos fundamentales de su estilo e influencias: su tímida iniciación a la pintura en el colegio (desentendido de las clases, dibuja caricaturas de -en las de Música- los grandes compositores clásicos); su primera ilustración “pública”, el culo de un torero para una portada de La Luna de Madrid; los agitados años de la “movida”; su fulgurante aparición en La edad de oro, el legendario programa de la infortunada Paloma Chamorro; la repercusión del icónico cartel de la Feria del Libro de Madrid de 2015, que ocupa la portada del libro; la permanente búsqueda de la belleza; la atracción y la influencia hacia y de los pintores del Renacimiento, los grandes creadores del arte clásico o el Bosco (curioso el interés de la madre de Vicente por El jardín de las delicias, cuadro del que hizo una copia al parecer espléndida que decora el cabecero de la cama de su hijo); las frecuentes visitas al Museo del Prado, esenciales en un dibujante autodidacta; la muy exigente labor de documentación para sus ilustraciones; su vertiente coleccionista -de mapas, de atlas anatómicos, de imágenes de ingenios mecánicos, de calaveras de animalillos-, muy presente en su abigarrado estudio y, claro está, en su obra; su condición de trabajador compulsivo, entregado a sus creaciones. En fin, un libro muy bello y un regalo que será muy apreciado por cualquiera que lo reciba. 

Sobrepasados ya los límites “naturales” de mi reseña, os dejo ahora con una canción de Paul Simon, un clásico del norteamericano, Still crazy after all these years, que habla de vidas solitarias y encuentros con amores del pasado, como podréis comprobar por su letra, cuya lectura, breve, cierra la emisión de esta tarde. Os recuerdo que Paul Simon protagonizará las emisiones de Buscando leones en las nubes los tres últimos lunes de febrero. 

Aún loco después de tantos años 

Anoche en la calle 
Me encontré a mi viejo amor 
Se alegraba tanto de verme 
Yo me sonreí 
Hablamos de los viejos tiempos 
Y unas birras nos vaciamos 
Aún loco después de tantos años 
Oh, aún loco después de tantos años 

No soy el tipo de hombre 
Que tiende a ser sociable 
Me van las viejas costumbres familiares 
No me emboban las canciones 
De romances susurrados 
Aún loco después de tantos años 
Oh, aún loco después de tantos años 

Ya son las cuatro 
Bostezo 
Palmado 
Mi vida es puro añorar 
No me preocupo 
¿Acaso debo? 
Todo se esfumará 

Me siento a la ventana 
Veo coches pasar 
Y temo hacer un desastre 
Alguna vez 
Pero no me inculparía 
Un jurado ciudadano 
Aún loco después de tantos años 
Oh, aún loco 
 Aún loco 
 Aún loco después de tantos años

Videoconferencia
Regalos posnavideños (I)

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