Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 1 de diciembre de 2010


RAYMOND CARVER. TODOS NOSOTROS


Hola, muy buenos días, muy buenas tardes. Bienvenidos otra semana más a Todos los libros un libro. Aquí estamos, en Radio Universidad de Salamanca fieles a nuestra doble cita, miércoles y viernes, con todos vosotros para ofreceros una nueva recomendación literaria que pueda avivar vuestro interés por la lectura.

Hoy quiero hablaros de un libro de poesía, de un deslumbrante libro de poesía. Se llama Todos nosotros y es una recopilación de poemas de Raymond Carver que incluye sus cuatro libros publicados, tres en vida y uno póstumo. Todos nosotros vio la luz por iniciativa de la editorial Bartleby que también ha publicado algunas otras obras suyas.

Raymond Carver es -lo escribió acertadamente Ana María Moix- uno de los grandes maestros del relato breve del siglo XX. Es, por otro lado, un escritor -fue un escritor, pues murió en 1988- bastante conocido en España. A finales de los 80 y principios de los 90 se publicaron sus colecciones de relatos, y luego sus primeros libros de poesía, con un extraordinario éxito. Hace unos meses la editorial Anagrama, responsable de la edición en España de casi toda su prosa, recuperaba Principiantes, la versión originaria y sin correcciones de una de sus colecciones de relatos más destacadas, la exitosa De qué hablamos cuando hablamos de amor. Era uno de los más destacados exponentes, por no decir la cabeza visible, de un movimiento, the dirty realism, el realismo sucio, esencial en la reciente historia literaria de Estados Unidos e inspirador de numerosos escritores en todo el mundo y, claro está, también en nuestro país. La expresión realismo sucio no alude a zafiedad, basura o narraciones soeces. La crítica identificó con este término una forma de narrar historias de gente corriente, de personajes grises a los que no les sucede nada extraordinario, con un lenguaje premeditadamente sencillo. Se encuadra dentro de lo que se ha dado en llamar también el minimalismo: utilizar los mínimos recursos para contar historias cotidianas sin añadir apenas figuras retóricas, huyendo de las moralejas y dejando las historias sin cerrar. Se trata de mostrar algo que son como fotografías de un momento cualquiera, no especialmente significativo, pero sí revelador, de la vida de gentes comunes. Fotografías que nos muestran mundos grises, rutinarios, desesperanzados, ausentes de heroísmos, pero que reflejan la verdadera naturaleza del ser humano.

Los cuentos de Carver, por los que adquirió su fama, se mueven dentro de estas coordenadas al igual que los poemas que ahora os presento. Son poemas narrativos, transparentes, que cuentan historias. Son descriptivos, no hacen juicios de valor, insisto, son como fotografías neutras que no contienen una toma de postura sobre la realidad que reflejan, sino que se limitan a mostrarla y a dejar que las emociones, las reflexiones, las valoraciones las haga el lector.

Son poemas autobiográficos, reflejan las preocupaciones, los conflictos, la tristeza, los afanes, la desesperación, la sordidez, las escasas alegrías de la vida de su autor. Raymond Carver tuvo una vida dura: alcohólico, inestable profesional y emocionalmente, bancarrotas varias, problemas familiares, va dando tumbos entre un empleo ocasional y otro. La estampa típica del fracaso que tanto nos han mostrado las películas norteamericanas. A finales de 1976, comienzos de 1977, es hospitalizado por sus problemas con el alcohol. Los médicos le dieron seis meses de vida. Se separó de su mujer. Entonces conoce a la poeta Tess Gallagher, con la que vivirá, al fin feliz, los últimos diez años de su vida, esos diez años que el propio escritor califica de propina en uno de sus poemas postreros.

Voy a leeros un poema de 1985, Mi muerte, para mi gusto espléndido, que seguro os va a emocionar. Para cerrar la emisión, Tom Waits, un Tom Waits con el que Carver comparte bastantes rasgos estilísticos, cada uno en su respectivo universo. Ruby’s arms es la conmovedora maravilla con la que nos despedimos por hoy. Hasta dentro de siete días. Adiós.

Mi muerte

Si tengo suerte, estaré conectado
a una cama de hospital. Tubos
por la nariz. Pero intentad no asustaros, amigos.
Os digo desde ahora que está bien así.
Poco se puede pedir al final.
Espero que alguien telefonee a los demás
para decir, '¡ven rápido, se está yendo!'
Y vendrán. Así tendré tiempo
para despedirme de las personas que amo.
Si tengo suerte, darán un paso adelante

para que pueda verles por última vez
y llevarme ese recuerdo.
Puede que bajen la mirada ante mí y quieran echar a correr
y aullar. Pero, al menos, puesto que me quieren,
me cogerán de la mano y me dirán 'Valor'
y 'Todo va a ir bien'.
Y tienen razón. Todo va a ir bien.

Me basta con que sepas lo feliz que me has hecho.
Sólo espero que siga la suerte y pueda mostrar
mi agradecimiento.
Que pueda abrir y cerrar los ojos para decir
'Sí, te escucho. Te entiendo'.
Incluso que pueda llegar a decir algo así:
'También yo te quiero. Sé feliz'.
¡Así lo espero! Pero no quiero pedir demasiado.

Si no tengo suerte, si no la merezco, bueno,
me tendré que ir sin decir adiós ni darle la mano a nadie.
Sin poder decirte lo mucho que te quise y lo mucho que disfruté
de tu compañía todos estos años. En cualquier caso,
no me guardes luto mucho tiempo. Quiero que sepas
que fui feliz contigo.
Y recuerda que te dije esto hace tiempo, en abril de 1984.

Pero alégrate por mí si puedo morir en presencia
de mis amigos y de mi familia. Si es así, créeme,
salí de mi vida por la puerta grande. No perdí esta vez.



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