IAN McEWAN. SÁBADO
Hola, buenos días. Bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad en el que cada semana os ofrecemos una propuesta de lectura en la que pretendemos guiarnos exclusivamente por criterios de calidad. Hoy también os traigo una novela, el género más habitual en nuestro programa, y una novela magnífica, que a mí me ha deparado muchos momentos de placer y felicidad, de conocimiento y diversión, de reflexión y sensibilidad. Se trata de Sábado, la antepenúltima novela del inglés Ian McEwan, traducida por Jaime Zulaika. Las dos más recientes, On Chesil Beach, y Solar, ya están publicadas, ambas en la editorial Anagrama, son también espléndidas y pienso hablaros de ellas en ediciones posteriores de nuestro espacio.
Henry Perowne es un hombre feliz. Es un reconocido neurocirujano y está casado con Rosalind, una abogada de un importante periódico. Ambos disfrutan de su trabajo, se quieren y quieren a sus hijos, un prometedor músico y una joven poeta. Es sábado, 15 de febrero de 2003, el día de las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak. Henry se despierta, va hacia la ventana de su dormitorio y ve un avión en llamas que sobrevuela Londres a muy baja altura. Henry teme un accidente terrible, un ataque terrorista. Más tarde, escuchando la radio, sabrá que se trata de un aterrizaje forzoso. Y Henry volverá a dormir, y hará el amor con su mujer, y se irá luego a su partida de squash semanal. Pero la visión nocturna no ha sido sino el presagio de la realidad azarosa que irrumpirá en la plácida burbuja de su vida tan armoniosa...
He aquí el resumen apresurado que la editorial Anagrama nos ofrece de Sábado, aunque esta sinopsis reducida no nos da más que una pálida muestra de lo que es el libro. La novela nos contará con minuciosidad y precisión casi científicas ese sábado, ese día completo de Henry. Sin embargo, no es lo externo, no son los actos, los acontecimientos, los incidentes que vive, siendo importantes, generando curiosidad e intriga, lo que nos acabará interesando de la vida del doctor Perowne, sino sus reflexiones, su monólogo interior, el discurrir de su pensamiento, sus reflexiones sobre cuestiones morales, políticas, estéticas, existenciales.
Sábado está influida, como quizá habréis podido deducir a partir de la síntesis de su argumento, por los atentados del 11 de septiembre, al igual que tantas otras excelentes novelas que se han escrito desde entonces. La sombra del avión que sobrevuela Londres a punto de estrellarse es más que una mera referencia a la tragedia de Nueva York, es un recordatorio del escenario en el que se mueve el mundo actual, de los riesgos que lo amenazan, de la complejidad que lo perturba. También la guerra de Irak está presente en la novela, a través de las manifestaciones que el protagonista encuentra en su deambular por Londres. Pero estas citas con la actualidad, con la historia, con la vida de nuestras sociedades desarrolladas en este aún incipiente y convulso siglo veintiuno, nos llevarán al interior del alma del personaje, que es el interior del alma de cualquiera de nosotros. Historia, pues, y sociología, y documento, y reflexión y crónica de una época… pero también sensibilidad y emoción, el sentir íntimo de un ser humano ante las preguntas importantes de la existencia: el paso del tiempo, el miedo a la muerte, la salvación por la poesía y la literatura, la memoria, la libertad, el amor y la pareja, la familia y los hijos…
Os dejo ya con un fragmento de Sábado, con el comienzo de la novela, con lo que será el desencadenante de la trama entera del libro. Seguid mi consejo, leed Sábado, una novela formidable de Ian McEwan, otra más, publicada por la editorial Anagrama.
Con excelente música despediremos por hoy nuestra sección. La contundente Saturday morning, del siempre inquietante Mark Oliver Everett al frente de Eels.
Al despertar, horas antes del alba, Henry Perowne, neurocirujano, descubre que ya está en danza, aparta las mantas de su postura sedente y se levanta. No sabe con certeza el momento exacto en que ha despertado, pero tampoco le importa. Nunca ha hecho algo así, pero no se alarma y ni siquiera se sorprende un poco, porque el movimiento de sus miembros es ágil y placentero y nota una fuerza insólita en la espalda y las piernas. De pie y desnudo junto a la cama -siempre duerme desnudo- siente su plena estatura, la respiración paciente de su mujer y el aire invernal del dormitorio en la piel. Lo cual también es una sensación placentera. El reloj de la mesilla marca las tres cuarenta. No sabe qué está haciendo levantado: no necesita aliviar la vejiga, no le perturba un sueño, tampoco un elemento del día anterior ni el estado del mundo. Es como si, ahí en la oscuridad, saliendo de la nada se hubiese materializado entero, completo, sin impedimentos. No está cansado, a pesar de la hora o de los trabajos de la víspera, ni le turba la conciencia ningún caso reciente. De hecho, está despabilado, tiene la mente en blanco y le embarga un júbilo inexplicable. Sin una decisión tomada, sin que le mueva un propósito, se dirige hacia la más cercana de las tres ventanas del dormitorio y siente su paso tan fácil y liviano que sospecha al instante que está soñando o sonámbulo. Si es así, sufrirá una decepción. Los sueños no le interesan; que esto sea real es una posibilidad más enjundiosa. Y sabe seguro que es totalmente él mismo, y sabe que está despierto; conoce la diferencia entre esto y despertar, conocer las fronteras es la esencia de la cordura.
He aquí el resumen apresurado que la editorial Anagrama nos ofrece de Sábado, aunque esta sinopsis reducida no nos da más que una pálida muestra de lo que es el libro. La novela nos contará con minuciosidad y precisión casi científicas ese sábado, ese día completo de Henry. Sin embargo, no es lo externo, no son los actos, los acontecimientos, los incidentes que vive, siendo importantes, generando curiosidad e intriga, lo que nos acabará interesando de la vida del doctor Perowne, sino sus reflexiones, su monólogo interior, el discurrir de su pensamiento, sus reflexiones sobre cuestiones morales, políticas, estéticas, existenciales.
Sábado está influida, como quizá habréis podido deducir a partir de la síntesis de su argumento, por los atentados del 11 de septiembre, al igual que tantas otras excelentes novelas que se han escrito desde entonces. La sombra del avión que sobrevuela Londres a punto de estrellarse es más que una mera referencia a la tragedia de Nueva York, es un recordatorio del escenario en el que se mueve el mundo actual, de los riesgos que lo amenazan, de la complejidad que lo perturba. También la guerra de Irak está presente en la novela, a través de las manifestaciones que el protagonista encuentra en su deambular por Londres. Pero estas citas con la actualidad, con la historia, con la vida de nuestras sociedades desarrolladas en este aún incipiente y convulso siglo veintiuno, nos llevarán al interior del alma del personaje, que es el interior del alma de cualquiera de nosotros. Historia, pues, y sociología, y documento, y reflexión y crónica de una época… pero también sensibilidad y emoción, el sentir íntimo de un ser humano ante las preguntas importantes de la existencia: el paso del tiempo, el miedo a la muerte, la salvación por la poesía y la literatura, la memoria, la libertad, el amor y la pareja, la familia y los hijos…
Os dejo ya con un fragmento de Sábado, con el comienzo de la novela, con lo que será el desencadenante de la trama entera del libro. Seguid mi consejo, leed Sábado, una novela formidable de Ian McEwan, otra más, publicada por la editorial Anagrama.
Con excelente música despediremos por hoy nuestra sección. La contundente Saturday morning, del siempre inquietante Mark Oliver Everett al frente de Eels.
Al despertar, horas antes del alba, Henry Perowne, neurocirujano, descubre que ya está en danza, aparta las mantas de su postura sedente y se levanta. No sabe con certeza el momento exacto en que ha despertado, pero tampoco le importa. Nunca ha hecho algo así, pero no se alarma y ni siquiera se sorprende un poco, porque el movimiento de sus miembros es ágil y placentero y nota una fuerza insólita en la espalda y las piernas. De pie y desnudo junto a la cama -siempre duerme desnudo- siente su plena estatura, la respiración paciente de su mujer y el aire invernal del dormitorio en la piel. Lo cual también es una sensación placentera. El reloj de la mesilla marca las tres cuarenta. No sabe qué está haciendo levantado: no necesita aliviar la vejiga, no le perturba un sueño, tampoco un elemento del día anterior ni el estado del mundo. Es como si, ahí en la oscuridad, saliendo de la nada se hubiese materializado entero, completo, sin impedimentos. No está cansado, a pesar de la hora o de los trabajos de la víspera, ni le turba la conciencia ningún caso reciente. De hecho, está despabilado, tiene la mente en blanco y le embarga un júbilo inexplicable. Sin una decisión tomada, sin que le mueva un propósito, se dirige hacia la más cercana de las tres ventanas del dormitorio y siente su paso tan fácil y liviano que sospecha al instante que está soñando o sonámbulo. Si es así, sufrirá una decepción. Los sueños no le interesan; que esto sea real es una posibilidad más enjundiosa. Y sabe seguro que es totalmente él mismo, y sabe que está despierto; conoce la diferencia entre esto y despertar, conocer las fronteras es la esencia de la cordura.
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