Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 23 de mayo de 2012

JOSÉ ANTONIO GARRIGA VELA. PACÍFICO

Hola, buenos días, bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca que semanalmente os ofrece una propuesta de lectura que pueda interesaros. Hoy os traigo una excelente novela de un extraordinario escritor, no demasiado conocido para el gran público pues, pese a su calidad, es un autor discreto, poco proclive a ponerse bajo los fulgurantes y casi siempre engañosos focos de la atención mediática. Se trata de José Antonio Garriga Vela y la novela de la que quiero hablaros, la última que ha publicado, se titula Pacífico y la editó Anagrama hace ya cuatro años, en el pasado 2008.

Garriga Vela ha escrito cuatro o cinco novelas muy apreciables, de las que sobre todo una, la genial Muntaner, 38, es una auténtica maravilla, conmovedora, intensa, llena de emoción, de ternura, de sensibilidad, un magnífico exponente de la gran literatura. También este Pacífico del que os hablo hoy es un libro extraordinario que participa de algunas de las características más representativas de la obra de su autor: la descripción de ambientes familiares, recogidos; la ubicación de la acción, de la trama, en un escenario reducido, un edificio, unas cuantas calles, un barrio; la atmósfera melancólica, algo triste, desesperanzada que envuelve a unos personajes que han perdido la ilusión, que deambulan por existencias monótonas: solitarios, desgraciados, maltratados por la vida, zarandeados por el destino; la elección de la sociedad urbana en la España de los años 60 y 70 como telón de fondo para contar las historias de sus personajes, una sociedad que arrastra la grisura procedente de una posguerra apenas dejada atrás pero que, a la vez, ve nacer una nueva energía, que se abre a otras vidas, que permite atisbar algo de luz, una esperanza apenas incipiente de modernidad con sus corolarios de plenitud, de realización, de logro.

Quiero resaltaros, en esta breve reseña, dos planos en los que la novela resulta especialmente interesante. Por un lado está lo que podríamos llamar el ámbito interno de la narración, una historia familiar con las características habituales en la literatura de Garriga Vela y que ya os he señalado: la tristeza, la introspección, la melancólica esperanza en unos tiempos mejores, la añoranza de una infancia que no fue ni lograda ni feliz, y que no presenta otro aliciente en el recuerdo que el haber sido infancia. Un chico, un joven que parece recoger en su peripecia vital aspectos de la propia biografía del autor, cuenta la desolada existencia de su familia: un padre, representante comercial, que ama a su mujer pero que la engaña con la joven dueña de una perfumería; una madre algo distante con sus hijos, implacable con su marido infiel; un hermano, Sebastián, algo hermético y reservado, torturado e infeliz, que vive una desgraciada circunstancia que marcará su matrimonio y su vida entera; la vecina Marta, que arrastra una dramática historia familiar a sus espaldas y con la que acabará casándose Sebastián; Fernando Nogueira, un periodista que vive realquilado en la casa de sus padres y que termina, tras la expulsión del padre del hogar familiar, por ganarse el cariño de la madre, con la que mantendrá una relación semiclandestina, mientras el padre “exiliado” observará esos amores desde la ventana de la pensión de enfrente. Y todo ello, toda esta confusión de vidas que se entremezclan, que se observan, que se viven entrelazadas, toda esta sucesión de triviales, de comunes acontecimientos vitales, desarrollándose en el estrecho espacio de una calle, la Calle Comercio: Al revisar nuestras vidas, me sorprende las cosas que nos pueden suceder sin apenas movernos de un radio de poco metros y relacionándonos con sólo seis personas, se dice en la novela. Y estas minúsculas y sin embargo intensas vidas, contadas con un tono sombrío, de lenta infelicidad, de profunda desdicha. Una extraña maldición parecía haber condenado a los hombres de mi familia a vivir solos y errantes, aislados de la sociedad, perseguidos por sus propios fantasmas, como también señala el personaje principal.

El segundo plano de interés del libro (entre otros muchos) está en la ambientación externa, podríamos llamar, de las vidas de los protagonistas. La novela está llena de referencias reales, que ayudan a ubicar la acción en un tiempo determinado y que contribuyen a colorear el relato con estos tonos apagados de los que os hablo: los asesinatos de Charles Manson, distintos aspectos de la vida y muerte de Ernest Hemingway, el atentado de Carrero Blanco, las proezas deportivas de Fangio, Paulino Uzcudun o Joaquín Blume, la llegada del hombre a la luna, la tragedia de Bhopal, la aparición televisiva de Uri Geller, el primer trasplante de corazón, van puntuando la acción, situándola en una época histórica muy concreta y reconocible y, como os digo, dotando al relato de ese clima opaco, pesimista y desgraciado que marca la novela. Es, pues, esta atmósfera "realista" otro de los elementos destacados de un libro excelente en sus dos dimensiones, la íntima y la "exterior", la sentimental y la sociológica.

Os dejo con un fragmento muy representativo del libro, que encierra alguna de sus claves esenciales. Espero que disfrutéis de este Pacífico, escrito por José Antonio Garriga Vela y publicado por Anagrama. El título de libro, lleno de connotaciones simbólicas, es, entre otras cosas, una referencia al océano del mismo nombre (en México dicen, ha declarado el autor en una entrevista, que el océano Pacífico no tiene memoria, y ello es relevante en el libro, pues su protagonista de alguna manera -sigue señalando Garriga Vela- quiere perder la memoria para olvidar el pasado y todo lo ocurrido, que son una serie de desgracias). Por ello he escogido como canción de cierre del programa la envolvente Blue Pacific Ocean, de The Verve. Hasta la semana próxima.


Vivíamos con nuestros padres y con Fernando Nogueira en calle Comercio. El señor Nogueira tenía realquilada una de las habitaciones de la casa. Cuando llegaba por las noches del periódico nos revelaba los sucesos del día siguiente. A veces se demoraba más de la cuenta porque surgían noticias de última hora. Él hablaba siempre del futuro inmediato:
-Mirad lo que pasará mañana.
El señor Nogueira era un confidente del más allá. Un adivino. Un hombre que vivía varias horas por delante del resto de los mortales.
Una noche mi padre y el señor Nogueira se pusieron a hablar de héroes en la sobremesa. Mi padre proclamó que Paulino Uzcudun era el dueño del ring, Juan Manuel Fangio de los circuitos y Joaquín Blume de las anillas. Sebastián interrumpió la conversación:
-Y nosotros, papá, ¿de qué somos dueños?
Mi padre se quedó pensativo y luego respondió con tono solemne:
-Nosotros, hijo, somos dueños de la desgracia.
Mi padre ignoraba que en ese instante acababa de predecir el futuro, pero no el futuro inmediato como hacía el señor Nogueira todas las noches, sino el que aún nadie, en ninguna parte del mundo, podía imaginar.

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