Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 6 de febrero de 2013

WILLIAM MAXWELL. VINIERON COMO GOLONDRINAS

Hola, buenos días, bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro. Esta semana quiero presentaros una novela magnífica, que estoy seguro que os va a encantar. Se trata de Vinieron como golondrinas, su autor es William Maxwell, y ha sido editada por la editorial Libros del Asteroide, cuya política de publicaciones es extraordinaria, su gusto y criterios de selección excelentes y sus libros siempre bellamente editados. El libro ha sido traducido por Gabriela Bustelo.
 
Vinieron como golondrinas es una novela delicada, intimista, llena de sensibilidad, de ternura; es una novela de sentimientos, de emociones; las vidas de sus protagonistas son vidas normales, sin grandes acontecimientos, sin extravagancias, son gente como vosotros y como yo, familias comunes que viven existencias convencionales. Maxwell entra en la cotidianeidad de una familia de clase media norteamericana y nos muestra su acontecer diario, su día a día habitual, sus comidas, sus hábitos repetidos y sin brillo, sus conversaciones, las visitas a la abuela, los amores de las tías. Es una novela con palabras dichas en voz baja, casi sin notarse; una novela en la que resulta más importante lo que no se cuenta, los silencios, los espacios en blanco, que los propios hechos narrados. Tras la descripción realista, ‘externa’, de esas vidas consabidas aparecen, casi sin darnos cuenta, las revelaciones. A partir de un acontecimiento central que ahora os describiré, William Maxwell nos permite acceder de una manera apacible y delicada a los pensamientos, a los sentimientos más íntimos de sus personajes. Es decir, desde fuera, desde la fachada externa de los objetos, de los actos, de las costumbres familiares logramos penetrar en la esencia, en la verdad de los protagonistas, en la esencia y la verdad de la condición humana, en definitiva. Y sí, ‘verdad’ es una buena palabra para describir el libro: Vinieron como golondrinas nos habla de las grandes ‘verdades’ de la vida humana, de nuestras emociones, de nuestras perplejidades, de nuestras aspiraciones más genuinas; habla de nuestras dudas, de nuestras preocupaciones, de nuestras inquietudes más auténticas.
 
Vinieron como golondrinas cuenta, como os digo, la vida de una familia del Medio Oeste americano, los Morison, que en la segunda década del siglo pasado va a quedar marcada por un hecho crucial que impregna toda la novela. En 1918 una devastadora epidemia de gripe española acaba con la vida de Elizabeth, Bess, la madre, eje de la vida familiar, sentido y razón de ser de la vida de sus hijos, Bunny y Robert, y también de su marido, James. La novela nos cuenta la existencia de la familia, antes, durante e inmediatamente después de la desaparición de la madre. El libro está dividido en tres secciones narradas por los tres miembros del núcleo familiar a los que la muerte de la madre cambiará la vida. En la primera parte el narrador es Bunny, el niño pequeño, de ocho años. Su existencia está llena de la presencia de la madre, se explica por ella, se completa y se entiende por ella. En la segunda parte, Robert, algo mayor, con trece años, muestra, por exigencias de la edad quizá, las primeras rebeldías, los primeros conatos de independencia frente a la sombra tutelar de la madre, aunque en el fondo vive, como su hermano, acogido a su manto protector. En la tercera parte, James, el marido, revela su indefensión, su desvalimiento, su desprotección, el absurdo de su vida tras la muerte de su esposa.
 
Pero, como os digo, y al igual que sucede en todas las grandes novelas, la anécdota, los hechos narrados no son lo esencial, sino la capacidad de trascenderlos, la destreza de su autor para ofrecernos, a través de ellos, a través de ciertos detalles nimios de unas vidas triviales, un atisbo auténtico de la naturaleza humana; lo esencial es la sutileza, la poesía, la gracia de William Maxwell para lograr conmovernos, emocionarnos, transmitirnos belleza y verdad.
 
Recordad, pues, esta novela y a este autor, Vinieron como golondrinas, William Maxwell. Aprovecho para recomendaros también otra de sus obras, Adiós, hasta mañana, publicada igualmente por la Editorial Libros del Asteroide e igualmente llena de emoción y sensibilidad. Quizá en otra ocasión pueda comentaros aquí, con detenimiento, las maravillas de este otro libro que parte de la crítica considera la obra maestra de Maxwell.
 
Y emoción y sensibilidad rezuma, Sometimes i feel like a motherless child, un clásico, un espiritual negro, de la época de la esclavitud, que, describiendo el dolor que siente un niño huérfano, nos habla también -en un plano metafórico- de la soledad y la tristeza, la desolación y la falta de esperanza, la a veces estéril persecución de los sueños e ilusiones y el enorme cansancio que muy a menudo conlleva nuestra frágil existencia. La versión que os ofrezco es la excepcional de Van Morrison.
 
 
Siempre que estaba a solas con su madre la biblioteca le parecía un sitio íntimo y hogareño. Apenas hablaban, ni levantaban la mirada, salvo ocasionalmente. Sin embargo, en torno y a través de lo que estuvieran haciendo, cada uno de ellos era consciente de la presencia del otro. Si su madre no estaba, si estaba arriba en su cuarto, o abajo en la cocina, explicando a Sophie cómo tenía que hacer la comida, a Bunny le parecía que nada era real, ni estaba vivo. Las hojas color bermellón y las hojas amarillas que se doblaban y desdoblaban sobre las cortinas dependían completamente de su madre: sin ella no tenían movimiento ni color.
 
Ahora sentado a su lado en el banco de la ventana, Bunny también dependía de ella. Todas las líneas y superficies de la habitación se inclinaban hacia su madre, de modo que cuando miraba el dibujo de la alfombra lo veía necesariamente en relación con la punta del zapato de ella. Y hasta cierto punto, él dependía más de la presencia de su madre que las hojas o las flores.



 

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