JOHN STEINBECK. LAS UVAS DE LA IRA
Hola buenos días. Hoy en Todos los libros un libro quiero proponeros una recomendación plural, múltiple y -con ese término tan de moda, que tanto se utiliza en distintos ámbitos- transversal. Aunque mi sugerencia de esta tarde gira sobre un único tema principal, por otro lado de mucha actualidad tras las recientes movilizaciones sociales en contra de los excesos del capitalismo y reivindicando una sociedad más justa, quiero hablaros de él, de ese tema, desde hasta cinco perspectivas diversas, complementarias y, en cualquier caso, muy interesantes. Hoy nuestra sección se centra en Las uvas de la ira, aunque, como os digo, los enfoques que de esta obra quiero mostraros van a ser variados, aunque no exhaustivos porque como toda gran clásico el número de aproximaciones que admite y que ha experimentado es incontable.
En la década de los treinta del siglo pasado, la acción combinada del crack de la bolsa en 1929, de la posterior Gran Depresión de la economía norteamericana y de la desoladora sequía que afectó a gran parte de los estados del Medio Oeste de los Estados Unidos (la seca Dust Bowl, la así llamada ‘Taza de polvo’, Oklahoma, Nebraska, Kansas, Texas) provocó que, como consecuencia de todo ello decenas de miles de granjeros, de campesinos, de pequeños agricultores, se vieran obligados a abandonar sus tierras, partiendo con sus familias y sus humildes pertenencias hacia la tierra prometida de California en busca de un trabajo, de un jornal, de sus muy pobres posibilidades de supervivencia; en busca, también y en definitiva, de su propia dignidad como seres humanos.
En 1939, John Steinbeck, que años después llegaría a ser Premio Nobel de Literatura, relató en una novela, Las uvas de la ira, esa experiencia multitudinaria y dolorosa, ese trágico y masivo éxodo, sorprendente en una sociedad ya entonces tan desarrollada, tomando como protagonista a los Joad, una familia de ficción, pero fiel trasunto de cualquiera de las que en la realidad tuvieron que llevar a cabo tan infausta aventura, tan dramático viaje. El personaje principal, Tom, la madre MaJoad, el padre, PaJoad, sus hermanos Ruthie, Winfield y Rosa Sharon, el marido de ésta, Coney, los ancianos abuelos, el predicador Casey, Noah, el tío John… son expulsados de sus tierras por las compañías especuladoras, y abandonan, a la fuerza, su hogar para, en una camioneta renqueante, iniciar su aventura de emigrantes en busca de un futuro mejor. Steinbeck nos muestra la digna peripecia de este puñado de nobles seres humanos poniéndose en todo momento del lado de los débiles, de los desfavorecidos, de los desamparados, de los abandonados de la fortuna, de los que sufren los abusos del poder, de los desvalidos, en una novela intensa y emotiva, profunda y repleta de humanidad que constituye una obra maestra de la literatura de todos los tiempos. Podéis encontrar una edición excelente de ella, con un prólogo esclarecedor del profesor Juan José Coy y traducción de María Coy, publicada en 2001 por la Editorial Cátedra. Asimismo, hay una versión más reciente, en Tusquets, con una nueva traducción, totalmente distinta, radical en su interpretación del lenguaje del libro, de Pilar Vázquez.
Pero Las uvas de la ira es, además, una película, una magnífica película, una obra maestra también de la historia del cine. La dirigió, en 1940 y con ese mismo título, el genial John Ford, con Henry Fonda en el papel de Tom Joad. La película logró ese año dos Oscars de Hollywood, el de mejor director y el de mejor actriz secundaria a la magistral Jane Darwell en el papel de MaJoad. Hoy por lo tanto no sólo os recomiendo que leáis la novela sino, no lo dudéis, no os arrepentiréis, que veáis esta maravilla cinematográfica a vuestro alcance en DVD.
Pero hay más, porque Las uvas de la ira es también, en cierto modo, un disco, un conmovedor, triste y emotivo disco. Bruce Springsteen tituló en 1995 The Ghost of Tom Joad, el fantasma o el espíritu de Tom Joad, un disco que recrea, sesenta años después, pero con personajes de nuestros días, con los marginados, con los excluidos, con los parias de nuestras opulentas sociedades como protagonistas, el mundo de Las uvas de la ira. Rompemos pues la pauta habitual de Todos los libros un libro, para recomendaros también la escucha de las bellísimas canciones de este magnífico CD de Bruce Springsteen que os transportará, con su atmósfera densa y opresiva, pero con una música sencilla y muy hermosa, al mundo de perdedores humildes y fracasados sin suerte, al mundo de rebeldes con causa y de anónimas víctimas de las injusticias que deambulan también por la novela de Steinbeck. Ni que decir tiene que la pieza musical con la que cerraré por hoy la sección es una canción de este disco, la que le da título, The Ghost of Tom Joad, el personaje principal del libro. Os ofrezco además, ahora, su intensa y conmovedora letra.
Hombres caminando a lo largo de las vías del tren
en ruta hacia algún sitio. No hay vuelta atrás.
Helicópteros de tráfico ascendiendo sobre la ladera.
Sopa caliente en una hoguera bajo el puente.
La cola del refugio alargándose hasta doblar la esquina.
Bienvenidos al nuevo orden mundial.
Familias que duermen en sus coches en el sudoeste,
sin hogar, sin trabajo, sin paz, sin descanso.
La carretera está viva esta noche,
pero nadie engaña a nadie sobre su destino.
Estoy sentado aquí a la luz de la fogata,
buscando al espíritu de Tom Joad.
Saca un libro de oraciones de su saco de dormir.
El predicador enciende una colilla y le pega una calada esperando el
momento en que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
En una caja de cartón bajo el paso subterráneo
tiene un billete de ida a la tierra prometida.
Tú tienes un agujero en el estómago y una pistola en la mano.
Durmiendo sobre una almohada de roca sólida,
bañándote en el acueducto de la ciudad.
La carretera está viva esta noche.
Su destino lo conoce todo el mundo.
Estoy sentado aquí a la luz de la fogata,
esperando al espíritu de Tom Joad.
Pues Tom dijo: Mamá, dondequiera que haya un poli atizando a un tío,
dondequiera que un recién nacido hambriento llore,
donde haya una pelea contra la sangre y el odio en el ambiente,
búscame, mamá, allí estaré.
Dondequiera que haya alguien luchando por un sitio donde estar,
o un trabajo decente o una mano amiga.
Dondequiera que alguien esté luchando por ser libre,
mírales a los ojos, mamá, y me verás.
Bueno, la carretera está viva esta noche.
pero nadie engaña a nadie sobre su destino.
Estoy sentado aquí a la luz de la fogata,
con el espíritu del viejo Tom Joad.
Hay, todavía una cuarta manera de aproximarse a nuestra propuesta de hoy, la más reciente. Hace un par de años, la editorial Libros del Asteroide publicó Los vagabundos de la cosecha, una serie de reportajes, escritos por el propio John Steinbeck y aparecidos en el diario San Francisco News en 1936, que se centra, esta vez sin la distancia de la ficción, con la cercanía y la verdad documental del periodismo, en la situación de esos ciento cincuenta mil emigrantes forzosos, esas almas en pena que surcaron, en los años treinta, las carreteras norteamericanas. Estos reportajes constituyeron el entramado base a partir del cual, algunos años después, Steinbeck escribiría su novela. La edición de Libros del Asteroide nos los presenta ilustrados con espléndidas fotografías de Dorothea Lange, en una serie de estampas ya clásicas de la historia de la fotografía.
Y ése es, precisamente y para terminar, el quinto ángulo desde el que quiero mostraros Las uvas de la ira. Walker Evans y Dorothea Lange son dos grandes fotógrafos, cuya obra podéis consultar, casi completa, -en cualquier caso, la más representativa-, en internet. Ambos realizaron reportajes en aquellos años treinta sobre las condiciones de vida y trabajo de esas familias obligadas al vagabundeo en procura de mejores condiciones de vida. No tengo tiempo para comentaros su obra, que, por otro lado, se explica por sí misma. Acercaos a ella a través de internet y quedaréis, sin duda, deslumbrados y conmovidos.
Os dejo, como es habitual, con un texto del libro que recoge de manera muy nítida lo esencial de su espíritu. Un título éste, Las uvas de la ira que se corresponde, en efecto, al menos, con una novela de John Steinbeck, pero también con una película de John Ford, con un disco de Bruce Springsteen, con unos reportajes periodísticos del propio John Steinbeck, y con unas fotografías de Walker Evans y Dorothy Lange. Espero que cualquiera de estas referencias, mejor aún, todas ellas, puedan interesaros.
Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdí mis tierras, me las quitó un solo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y otra familia se acerca y aparecen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Éste es el núcleo, tú que odias el cambio y temes la revolución. Mantén separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen uno del otro. Aquí está el principio vital de lo que más temes. Éste es el cigoto. Porque aquí “he perdido mi tierra” empieza a cambiar; una célula se divide y de esa división crece el objeto de tu odio: “Nosotros hemos perdido nuestra tierra”. El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer “nosotros”, surge algo aún más peligroso: “Tengo un poco de comida” más “yo no tengo ninguna”. Si de este problema el resultado es “nosotros tenemos algo de comida”, entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección. Ahora basta con una pequeña multiplicación para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos, detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está resfriado. Toma, coge esta manta. Es de lana. Era la manta de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que hay que bombardear. Este es el principio: del “yo” al “nosotros”.
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