Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 29 de enero de 2014

SAM SAVAGE. FIRMIN

Hola, buenas tardes. Bienvenidos un miércoles más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca en el que semanalmente os hacemos una propuesta de lectura, os recomendamos un libro con la intención de ofreceros una pista que pueda resultaros útil y fiable para abriros paso en el maremágnum en el que se ha convertido nuestro mercado editorial, con doscientos nuevos títulos publicados cada día. Hoy os traigo un librito que es la primera novela de su autor, el sin embargo nada joven Sam Savage. Su título es un escueto y aséptico Firmin, aunque el subtítulo, Aventuras de una alimaña urbana, ya os ofrece alguna pista sobre su contenido. El libro ha sido publicado por la editorial Seix Barral, traducido, de manera libre, imaginativa y eficaz, por el también escritor Ramón Buenaventura y cuenta con una serie de graciosas ilustraciones de Fernando Krahn. Con posterioridad a esta primera novela han visto la luz en España, ofrecidas por la misma editorial, otras dos obras del autor, El lamento del perezoso y Cristal.
 
Empecemos por el principio. Desvelemos la clave esencial del libro, presente ya desde la misma portada, no temáis, no os destripo nada: Firmin es una rata, una rata macho, no un ratón escuchimizado y ágil, simpático e hiperactivo, de esos ratoncillos que despiertan la simpatía de los niños y sus padres en las películas de estética Disney; no, Firmin es una rata, insisto, una rata macho: feo, bajito, ancho de cintura, peludo y sin barbilla, con ojos oscuros y protuberantes, nariz puntiaguda, dientes amarillos, un monstruo, como él mismo se define tras la primera ocasión en que se contempla ante el espejo. Firmin nace en el sótano de una ruinosa librería, condenada -como todo el barrio en el que se ubica- a la depredadora picota de la especulación inmobiliaria, en el Boston de los años 60. Desde el principio de su vida, antes incluso de poder acceder a la leche materna, preterido por sus otros doce hermanos, Firmin se alimenta de libros, del papel y de las palabras de los miles de libros que pueblan la librería en la que vio la luz. Y así, por efecto de sus innumerables lecturas, Firmin se convierte en un ser sensible, inteligente, lúcido, solitario, culto, melancólico, que deambula por los cuatro calles de su reducido universo y que narra su peripecia vital encerrado en su limitada naturaleza animal, pero con un cerebro, con un espíritu, con unas aspiraciones, con una imaginación, con unas emociones, con unos deseos, con unas ensoñaciones, con un alma… absolutamente humanos…
 
Y ese es uno de los encantos del libro, uno de los muchos elementos que nos atraen y nos permiten la identificación con el personaje principal: porque, ¿quién no se ha sentido oscuro y diminuto, solitario y fracasado ante la inmensidad de la carga que la vida nos impone?, ¿quién no ha anhelado nunca lo imposible?, ¿quién no ha soñado con ser otro, más realizado, más logrado, más capaz?, ¿quién no ha visto sus deseos más auténticos, más gozosos, más nobles, más humanos, desmentidos por una realidad prosaica y chata, mediocre y vulgar?, ¿quién no ha imaginado una existencia plena, intensa, la que nos muestran las novelas, la que intuimos en un poema, la que vislumbramos en las películas, en el arte o en la música, ésa que se nos escapa entre los dedos en el día a día, ahogados en una rutina desesperanzada y mezquina? Firmin es, pues, como dice con acierto Rosa Montero, que recomienda el libro con pasión, una fábula sobre la naturaleza humana en la que todos nos podemos reconocer.
 
Aunque Firmin es mucho más. Es también la historia de una amistad imposible entre la rata y los seres humanos, que no ven en él su íntima condición de ser inteligente: la relación con el librero Norman, que acaba -como tantas en la vida- en decepción y alejamiento; la convivencia con el caótico escritor -muy años 60- Jerry Magoon, que finaliza también con la soledad de Firmin, tras la muerte de aquél después de una caída por las escaleras.
 
Pero Firmin es, sobre todo, un delicioso alegato, repleto de ternura, humor y melancolía, en favor de la lectura, del poder transformador de los libros, de la capacidad de la literatura para ampliar nuestros horizontes, nuestras expectativas, para estilizar nuestras aspiraciones, para superar nuestras frustraciones. Firmin es un intento, algo nostálgico y desesperanzado, de mostrar cómo, gracias a los libros, nuestras vidas pueden ser mejores, cómo la mente humana puede soñar paraísos y construirlos y habitarlos, cómo nuestra existencia se ve potenciada por la lectura, cómo los prodigios que vislumbramos en los libros pueden sostener una peripecia vital que sin ellos sería quizá tan sólo neutra biología, frío determinismo, primarias células en funcionamiento maquinal. Decía el poeta alemán Friedrich Hörderlin que el hombre es un Dios cuando sueña. Firmin trasciende su naturaleza, se convierte en un Dios, en un ser humano, gracias a su pasión por los libros, y ésa es una enseñanza que a también nos interesa a nosotros, pobres humanos, y especialmente aquí, en Todos los libros un libro, en donde creemos en la necesidad, en el carácter esencial y liberador de la lectura.
 
Os dejo ya con un fragmento de este excelente librito (tiene poco más de 200 páginas) que describe el origen de la existencia de Firmin, y en el que podréis encontrar algunos atisbos de lo que es el libro entero.
 
Como complemento musical a mi reseña, y jugando libre y algo frívolamente con la condición roedora del protagonista del libro, os ofrezco Rat in mi kitchen, interpretada por UB40.
 
Como tantas otras cosas que empiezan siendo pequeños placeres ilícitos, masticar papel no tardó en hacerse un hábito con sus imperativos propios, para luego trocarse en adicción, en un hambre mortal cuya satisfacción resultaba deliciosa. Estoy convencido de que esas páginas masticadas aportaron la base de lo que modestamente denominaré mi insólito desarrollo mental, o quizá incluso lo provocaran. Imagínense: la historia del mundo en cuatro partes, fragmentos de filosofía, psicoanálisis, lingüística, astronomía, astrología, cientos de ríos, canciones populares, la Biblia, el Corán, el Bhagavad Gita, el Libro de los muertos, la Revolución Francesa, la Revolución Rusa, cientos de insectos, rótulos de calles, anuncios, Kant, Hegel, Swedenborg, tiras cómicas, canciones infantiles, Londres y Salónica, Sodoma y Gomorra, la historia de la literatura, la historia de Irlanda, acusaciones de crímenes inenarrables, confesiones, desmentidos, miles de juegos de palabras, decenas de lenguas, recetas, chistes verdes, enfermedades, nacimientos, ejecuciones… Todo eso, y mucho más, me lo metí yo en el cuerpo.

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